Jonathan Menkos

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Jonathan Menkos Zeissig
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Independencia nacional significa que cada miembro de la sociedad, sin importar el color de su piel, el lugar en el que nació, el idioma con el que fue arrullado, su sexo o su género o lo que lleva en la billetera, pueda elegir y construir su proyecto de vida apoyado por la comunidad y el Estado que, en todo caso, para eso se organizan. Independencia nacional es cuando nadie se debe ir a otra nación forzado por la carencia de oportunidades.

Independencia nacional quiere decir que toda persona dentro del territorio tiene la libertad para decidir sobre su cuerpo. Independencia nacional es contar con la garantía de poder expresarnos sin temor a ser perseguidos por autoridad pública alguna o por quienes ostentan poder en lo privado.

Independencia nacional significa que el sistema de justicia juzgará a quien tenga que juzgar por actos reñidos con la ley, de manera imparcial, respetando los procedimientos judiciales, sin importar si el acusado llega descalzo o utilizando el cínico cabestrillo de la impunidad. Precisamente, en ese sentido, independencia nacional es también la existencia de un marco legal que promueva una justicia justa, en la que los fiscales, los jueces, los magistrados y su trabajo estén protegidos de la mala influencia de aquellos que abogan por la corrupción y la prostitución del poder público; y mediante la búsqueda de la verdad, los fallos judiciales se garantice la condena del criminal y la absolución del inocente.

Independencia nacional se refiere al compromiso cotidiano de las personas y las instituciones, públicas y privadas, que conviven del Estado para lograr que a ningún miembro de la nación le falte el alimento, la educación, la salud, el trabajo y la protección social. De manera que independencia nacional es un término que huele a caldo de frijoles con arroz y tortillas, a alimentos que nunca faltan en ningún hogar; que se siente en las manos más pequeñas y jóvenes transformada en cuadernos, libros, acuarelas y lápices, mientras en las manos más viejas se torna en asistencia médica y pensión asegurada.

Independencia nacional se traduce como trabajo para todo el que lo busque, con sus derechos garantizados y un salario suficiente para vivir sin quebrarse los dedos. Representa sindicatos honestos, cooperativismo innovador, economía solidaria y campesina y, si habrá de existir, un grupo de poderosos empresarios, estos demuestran su valía promoviendo la democracia, el desarrollo, y un reparto justo de los compromisos sociales. Porque independencia nacional también significa responsabilidad tributaria progresiva: el que tiene más paga más; el que tiene menos paga menos. No hay independencia nacional si se recaudan impuestos de los más pobres, mientras se privilegian acciones públicas que benefician principalmente a los más ricos.

Independencia nacional tiene que ver con tener cada día menos soldados, coroneles y generales y cada vez más maestras y maestros, más doctoras, más profesores universitarios y más científicos ayudando a concretar el sueño posible de una patria próspera en la que todos caben y caben bien.

Independencia nacional quiere decir que quienes gobiernan y administran el poder público —otorgado por el pueblo—, velan por el bienestar de todos y cada uno de los habitantes de la nación. No se roban el dinero público. No mienten ni abusan del poder conferido. No legislan a contrapecho del hombre. Por el contrario, son ejemplo de sobriedad, empatía y compromiso. Son amantes de la paz y del diálogo, no aprendices enmohecidos de dictadores.

Independencia nacional no es ni se representa ni se festeja con un desfile militar, ni con unos cañonazos en un día de septiembre, ni mucho menos con discursos oficialistas repletos de mentiras y vaciados de legitimidad ante tanto deshonor de quienes los pronuncian y de quienes les aplauden.  A eso le pueden llamar cursilería, cinismo, obscenidad.

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