Andrea Rabanales es futbolista guatemalteca, se inició en este deporte en los recreos del kínder, ha jugado a nivel de selección y también en el extranjero; debido a una lesión lleva un año sin poder practicar el deporte, pero confía en que el proceso de recuperación termine pronto y pueda volver a las canchas.
Para seguir celebrando a todas aquellas futbolistas en este mes, compartimos la historia de Andrea, quien narró a LH Nosotras cómo ha sido su paso por este deporte hasta ahora y sus perspectivas en el país.
UN GUSTO ADQUIRIDO PROPIO
En la familia de Andrea el fútbol nunca había sido un tema en casa, nadie jugaba, ni lo veían, hasta que llegó ella. De pequeña comenzó a jugar en los recreos cuando estaba en kínder.
Mencionó: “No era común ver a una mujer jugar, entonces incluso mis papás me decían que qué había hecho en el recreo y yo respondía que jugar fútbol y ellos se quedaban sorprendidos”.
Conforme fue creciendo le fue agarrando el gusto a este deporte, y con las oportunidades que se le iban presentando más motivación para llegar a ser futbolista.
BUSCAR EL LUGAR DE LA MUJER EN EL FÚTBOL
Andrea comenzó a adentrarse cada vez más en este deporte, inició en torneos de Futeca cuando estaba en quinto y sexto primaria, luego en Asociación Pares que es un grupo no lucrativo que busca el desarrollo del fútbol femenino en el país y luego de eso surgió la oportunidad de estar en liga nacional y en Sub-17.
El recorrido de la futbolista continuó por Unifut, llegar al Sub-20, luego categoría mayor y diversos campeonatos.
Un camino con algunas dificultades que lastimosamente tiene que atravesar la rama femenil de este deporte en el país como lo era la ausencia de apoyo, el recibir indumentaria diseñada para la rama masculina. Algo muy común e incluso ha sido mencionado por la periodista Marion Reimers: “el fútbol femenino recibe lo que sobra de todas las selecciones masculinas, por eso no cuentan con los materiales, el apoyo ni la representación necesaria dentro del ecosistema deportivo”.
A esto se le suma que muchas veces también por el deporte Andrea perdía días de clases en el colegio, y era un ámbito en el que tenía que demostrar que las mujeres también podían y debían recibir un trato justo, así como la indumentaria adecuada y necesaria para ellas.
“Tal vez como tratar de buscar el lugar para la mujer en el fútbol creo que ha sido de las cosas para sobreponerse que me ha tocado enfrentar”, recalcó.
PASO POR ESTADOS UNIDOS
Durante su último año de colegio una amiga de selección nacional le comentó sobre la oportunidad de jugar en Estados Unidos, de acuerdo con la futbolista, era porque ella buscaba ayudar a las jóvenes y Andrea era una de ellas.
Su paso por el país norteamericano estuvo dividido en dos etapas en las que al mismo tiempo que estudiaba su carrera universitaria seguía desarrollándose y creciendo como futbolista. Empezó en Navarro College durante dos años y luego se transfirió a una ‘Division One’ en Ball State University en la que terminó su grado universitario.
LA LESIÓN
“En mi último año e inicios de temporada, en el segundo o tercer partido tuve una lesión muy fuerte que ya no me dejó seguir jugando porque necesitaba una operación ya que me rompí el ligamento cruzado y los meniscos”, explicó Andrea.
A pesar de que su temporada final en Estados Unidos terminó muy pronto y no pudo jugar en su último año, logró titularse y comenzar la recuperación que involucra un proceso largo al ser una lesión muy fuerte.
A nivel emocional la lesión fue bastante fuerte también para la futbolista sobre todo porque era el último año, y había estado trabajando muy duro para poder terminarla de la mejor manera.
“Ha sido como un sube y baja, porque también a los meses me regresaba a Guate, y no poder jugar, emocionalmente ha sido duro, y también como a la vez frustrante, y no saber a dónde va a llegar porque al final depende de cómo responde tu cuerpo. Hay que tener paciencia, curarse al cien por ciento y después empezar otra vez”, aseveró.
Durante este tiempo su familia ha sido ese apoyo que necesitaba para salir adelante; cuando recién ocurrió la lesión tanto su mamá como hermana viajaron al país norteamericano para apoyarla en los primeros meses (y más difíciles) ya que Andrea no podía siquiera caminar. A su regreso al país y mientras el proceso de recuperación continúa también su papá y otra hermana han estado siempre ahí.
ABRIR PUERTAS
Para Andrea ser una futbolista en Guatemala es algo que le ha gustado mucho porque ha sido parte de las que están abriendo puertas para futuras generaciones.
Añade: “Antes no teníamos el apoyo o esas referentes, o tal vez era muy escaso, y una no se podía ver en alguna otra mujer como ‘ay quiero ser así o quiero llegar a eso’, entonces ha sido como abrir puertas y que otras niñas vean que se pueden lograr cosas así”.
Por lo mismo se siente muy feliz y orgullosa de ver cuando una pequeña se involucra en el deporte, que de más grandes buscan oportunidades en el extranjero y les va bastante bien.
Actualmente la futbolista ve que hay un progreso en el apoyo hacia las mujeres en este deporte, hay patrocinios, más personas involucradas en el tema y confía en que de esta manera y aunque sea poco a poco, el fútbol femenil en Guatemala vaya creciendo, no solo en el aspecto económico, sino también en el desarrollo y formación de niñas.
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