Lava incandescente y la explosión de ceniza que cae sobre poblados aledaños al volcán de El Fuego, uno de los más activos de Guatemala, atrae a cientos de turistas para observar maravillados este fenómeno natural después de dos años de restricciones por la pandemia del COVID-19.
Arropados debido al frío y cerca de una fogata, los turistas escalan y acampan por las noches en laderas del volcán Acatenango, vecino al de Fuego, desde donde pueden observar la erupción cuando el cielo está despejado.
El macizo de Fuego en permanente erupción es uno de los tres más activos de la nación centroamericana y uno de los atractivos que se ofrece al turista. En Guatemala hay más de 30 volcanes.
LA VISIÓN DESDE LOS TURISTA
La venezolana Joa Rivas, de visita por primera vez en Guatemala, se siente privilegiada con la vista espectacular de las explosiones al rojo vivo de El Fuego, a 50 kilómetros de la capital.
«Estoy sorprendida de lo bello que es, primera vez que estoy visitando un volcán y tuve la oportunidad de ver la erupción en toda la noche, fue sorpresivo», declaró a la AFP.
La suramericana reconoció que también le encantó «la naturaleza en un sólo lugar. Pudimos ver la combinación de los rayos del sol con la erupción del volcán, muy bonito», insistió.
A TRES AÑOS DE TRAGEDIA Y DOS DEL COVID-19
Es prohibido escalar el cono del volcán de Fuego, de 3,763 metros de altura y ubicado al suroeste de la capital entre las provincias de Escuintla, Sacatepéquez y Chimaltenango, a raíz de la fuerte erupción del 3 de junio de 2018.
En esa fecha, una potente erupción provocó una avalancha que arrasó la comunidad San Miguel Los Lotes (Escuintla) y parte de una carretera en el poblado vecino de Alotenango (Sacatepéquez), dejando 215 muertos y una cifra similar de desaparecidos.
¿QUÉ REPRESENTA EL RETORNO DEL TURISMO?
En tanto, el joven guía Rony Guerra, de 22 años, expresó a la AFP su satisfacción por el retorno de turistas de diferentes países para apreciar el macizo tras dos años paralizados por la pandemia del covid-19.
«Fue un momento difícil para nosotros (…), no pudimos continuar con el turismo por la pérdida de trabajo cuando se expandió la pandemia y los turistas dejaron de venir», lamentó este joven que aprendió el oficio de su progenitor hace cinco años.
«Todo lo fui aprendiendo de mi padre, él me enseñó a escalar y volver a los caminos para poder manejar (guiar) a un grupo de turistas», dice con orgullo.
Cada semana hace viajes con pequeñas grupos, pero en total estima que entre 300 y 400 turistas nacionales y extranjeros escalan el Acatenango para ver la erupción del volcán de Fuego.