Por: Giovany Emanuel Coxolcá Tohom
Es un lugar común asegurar que algunos libros llegan a nosotros en el momento indicado o afirmar que encontramos a ciertos autores para nunca más abandonarlos. Arriesgándome al tópico, digo que Filosofía y poesía llegó a mí en el momento indicado y encontré a María Zambrano para nunca más abandonarla.
Hace años, mientras hurgaba casi pegado al lomo de los libros (los privilegios de la ceguera) en los pasillos de la Biblioteca Central de la Usac, encontré algunos títulos de María Zambrano, ediciones de hace más de un cuarto de siglo. Era la primera vez que tenía noticias de la autora. Algo me decía que a partir de entonces leería con entrega lo que el azar me trajera de ella.
Recuerdo mis días en la Biblioteca Central porque en sus pasillos pude refugiarme, no sé exactamente de qué, y porque ha pasado más de un año desde que la pandemia me ha impedido volver a tan entrañable lugar. Sé que muchos comparten mi sentir, sé que a muchos les hace falta volver a las bibliotecas, no para presumir un libro bajo el brazo que no leerán. Hace falta volver al lugar que se vuelve una puerta hacia distintas épocas de la humanidad. Un día estamos hablado con Platón o con Homero, al siguiente podemos escuchar a una escritora hablar de filosofía y poesía. En las bibliotecas se rompen las barreras temporales y espaciales: el mismo día nos podemos encontrar con Don Quijote, con Elena Garro y con Augusto Monterroso.
El Fondo de Cultura Económica publicó hace cinco años (2016) la sexta edición de Filosofía y poesía, de María Zambrano. El libro nació durante su exilio, años en los que el fascismo español no dudaba en vaciarle una tolva de balas en la cabeza a quien se atreviera a pensar. La cuidada edición incluye un prólogo escrito por la autora 47 años después. En él, nos trae noticias de una época tenebrosa, pero también nos recuerda que la solidaridad latinoamericana no reconoce fronteras políticas o geográficas.
Un gran libro nos advierte, ya sea de forma tácita o explícita, que nuestro tiempo en sus páginas no será en vano. Una mente genial nos dirá desde sus primeros libros que ya no nos alejaremos de ella, para leerla con secreta entrega, para la discusión o para encontrar el camino propio en la vasta tierra de la palabra, en la que tampoco existen fronteras. Poesía y filosofía es de esos libros.
El compromiso de María Zambrano con la búsqueda en la historia del pensamiento occidental es sólido y genuino, se advierte en la densidad de sus indagaciones o en la profundidad y lucidez de sus reflexiones. Nos acercamos a ella, la vemos adentrarse a una disciplina hostil a la mujer de ideas luminosas. La encontramos con una herida en el corazón, herida en la que también nos reconocemos. El denominador común entre ella y nosotros son los gobernantes perversos, enemigos del ser humano y de las ideas. No es extraño que la leamos casi con amor.
En el tercer párrafo de la página 11, de la presente edición, María Zambrano asegura que, en 1940, pretendían ser tres las universidades fundadas por los “bárbaros españoles”, San Marcos de Lima, San Carlos de Guatemala y la Universidad que debía su existencia a los estudios de humanidades fundada por don Vasco de Quiroga. Por ella habría que quitarle el adjetivo “bárbaros” al gentilicio “españoles”; pero, por el dictador Francisco Franco, por el asno José María Aznar o por el saqueador trasnacional Florentino Pérez es necesario sustituir la “b” por la “B” en el adjetivo o inventar otros para calificar a seres innombrables.
Para acercarse a este libro, basta con adelantarles los temas de reflexión de Zambrano: Pensamiento y poesía, Poesía y ética, Mística y poesía, Poesía y metafísica, Poesía. No duden en leerla, no duden en volverla una autora de cabecera.
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