Por: Ángel Elías
Ahora en la Colección Vientos del Pueblo, del Fondo de Cultura Económica, nos encontramos con esta joya: Bola de Sebo, del escritor francés Guy de Maupassant. Este relato se publicó por primera vez en 1880 y cuenta la historia que ocurrió durante la ocupación de Francia en la guerra franco-prusiana de 1875 de un grupo de aristócratas, religiosas y una mujer que les salvó de un cautiverio.
La particularidad de este relato está el uso que da el autor a los sentimientos humanos. Es una crítica directa y dura a la insensibilidad de la Aristocracia y la indiferencia de la Iglesia hacia el otro. Acá un grupo de personas viaja huyendo de la invasión de Prusia en tierras francesas. Dejando la comodidad, antes de inclinar la cabeza ante sus invasores.
Una mujer, que vende sus servicios sexuales, a la que llaman Bola de Sebo, se une a la huida. Y durante la primera parte del trayecto les da una dosis de humildad y empatía que los hace olvidar por un momento sus prejuicios contra ella. Comparte sus alimentos y manjares con sus acompañantes, que hasta ese momento eran desconocidos. El autor la describe como una mujer pasada de peso, pero con una finura en sus facciones que la hacían ver especial. No le era indiferente a los hombres que viajaban con ella.
Aquellos viajeros salieron en un coche, jalado por caballos, sin comida por aquellos parajes llenos de nieve, hielo y soledad. “Las ruedas se hundían en la nieve, la caja entera crujía son sordos rechinamientos; los animales resbalaban, resollaban, humeaban; y el gigantesco látigo del mayoral restallaba, sin reposo, volteaba en todos sentidos, enrollándose y desenrollándose como una delgada culebra, y azotando bruscamente la grupa de algún caballo, que se agarraba entonces mejor, gracias a un esfuerzo grande”. Solo aquella mujer, de la que murmuraron por su trabajo, estaba preparada. Sacó de abajo del sillón una caja llena de delicias que, a regañadientes, sus compañeros de viaje aceptaron.
Al llegar al primer pueblo, se encontraron que estaba tomado por oficiales prusianos. Los detuvieron, los hicieron descender y finalmente se hospedaron en una posada del aquel pueblo perdido en la nieve. Los oficiales pidieron que se identificaran y al notar que tenían salvoconducto los dejaron tranquilos en la posada. Menos a una, Isabel Rosset, Bola de Sebo, a quien el máximo oficial solicitó sus servicios sexuales.
Ella no accede, guiada por su orgullo patriótico de no rendirse ante los invasores prusianos.
Eso no deja de sorprender a sus compañeros de viaje que la dejan tranquila con su decisión. Hasta el siguiente día, cuando los oficiales no los dejan partir si Rosset no accede a la petición del oficial. A partir de allí, se debaten en cómo entregar a Rosset, aunque así no sea su voluntad, y principalmente porque afecta directamente sus intereses.
Aquellos burgueses, un poco guiados por recomendaciones tergiversadas que sacaron de pasajes bíblicos de la monja, comienzan a tratar de convencer a Rosset para que acepte la propuesta del oficial. Ellos saben que sus intereses se ven comprometidos y a través de halagos y mentiras buscan solucionar su problema, sobre la integridad de ella. La Iglesia y los aristócratas cómplices de una trama para solventar un problema común con una solución conveniente ¿en qué terminará eso?
Este relato impacta, porque a pesar de que tiene más de 140 años de haber sido publicado, no deja de reflejar la bajeza humana cuando se trata de conservar los privilegios. En tiempos actuales este relato nos describe como una sociedad egoísta y convenenciera que sería capaz de cualquier cosa por mantener el “estatus quo”. Por otro lado, Rosset da una lección de entereza, convicción y coherencia política entre sus actos y sus pensamientos, cosa que como sociedad deberíamos empezar a aprender, antes de juzgar al otro.
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