Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista
Cuando lo conocí -allá por 1995- tenía pelo corto, con una cana por aquí y otra por acullá; usaba camisas de cuello chino, pantalones y chalecos con varias bolsas y cámara fotográfica en ristre. Parecía que andaba de safari. Posteriormente supe que trajinaba en búsqueda de conocimiento, principalmente en el área sociológica y antropológica. Años después seguía vistiendo igual pero con el cabello grisáceo y tan largo que se ponía coleta. Y es que había ahondado en la cosmovisión Kaqchikel y se sentía identificado con los abuelos de este histórico pueblo. Elías Valdés, el fecundo escritor chiquimulteco, falleció días antes y se fue con ganas de cortarle la coleta. Recuerdo –aún ruborizado y pensando qué hacer- cuando don Elías le dijo a Guillermo –medio en broma como todo oriental- que le iba a cortar la colita.
Guillermo Antonio Paz Cárcamo fue llevado en varias ocasiones a Agronomía de la Usac –invitado por el sociólogo y literato David Pinto Díaz- para que conversara sobre temas de las ciencias sociales. Ambos convivieron en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), país que los acogió en el destierro y reconoció sus méritos académicos. El primero llegó hasta ser director de investigaciones y de carreras de la mencionada universidad, así como autor de leyes y asesor del parlamento costarricense.
Al retornar definitivamente a Guatemala –ya jubilado de la UNA- Guillermo se prodigó a la investigación y por añadidura a la redacción de artículos y ensayos para revistas especializadas, así como a la edición de libros sobre temas científicos. El primero: Guatemala: Reforma Agraria ha sido utilizado como libro de lectura en varios cursos del área de ciencias sociales en la Usac. Le siguieron: Una Patria de Propietarios y no de Proletarios, El Universo Cafetalero, Chwa Nima Ab’aj: Mixco Viejo, La Máscara de Tekum, La Visión Encomendera de la Conquista, Revelaciones, Kaqchikela’, Kaji´’Imox, Insurrectos.
La Máscara de Tekum es uno de los libros más polémicos, pues Paz Cárcamo le resta credibilidad a la batalla de los quichés y hasta duda de la existencia del llamado héroe nacional. Para sustentar su tesis aplicó conocimientos históricos y de tácticas y estrategias de guerra.
Chwa Nima Ab’aj es la historia de la nación Kaqchikel y su ciudad sagrada (hasta no hace mucho llamada Mixco Viejo). Edición muy estética de 180 páginas, papel cuché, con capítulos en diferente color y una colección de fotos donde Paz Cárcamo refleja su habilidad en el arte fotográfico. El lector, al finalizar la lectura textual y ver las fotografías, se siente motivado a ir al lugar de los hechos, donde, según el autor, se libró la batalla más importante del actual territorio guatemalteco durante la invasión. Después de esta obra y de las gestiones de Paz, Mixco Viejo se dejó de llamar así y retomó el nombre original: Chwa Nima Ab’aj.
Insurrectos es la obra testimonio donde comparte “algunos acontecimientos sucedidos en los años iniciadores del atrevimiento de soñar con un país y una sociedad, cuyos objetivos y valores se fundamentarían en la justicia social, en la equidad económica, en la democracia política y en la dignificación étnica de los pueblos mayas.” Guillermo fue uno de los que participaron en la fundación de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), en 1962. Durante más de diez años estuvo en batalla con el pseudónimo el Patojo hasta que fue hecho prisionero y después desterrado. Son 397 páginas con 40 breves capítulos, algunos con fotografías e ilustraciones, donde se narran hechos de los años 60-70, algunos hasta sorprendentes.
Guillermo era de muy buena plática, con él pasaban y pasaban las horas hasta que despuntaba el alba. Cuando tertuliaba no le importaba que fueran pobres o ricos, niños o viejos, analfabetas o universitarios…él era de los que escuchaba y hablaba. Empinaba el codo pero con cultura, es decir con placer y moderación. Degustaba la comida con exquisitez… y máxime cuando eran sus viandas culturales como las pacayas forradas con huevo y remojadas con chirmol. ¿Cuántas veces lo vi frenar en los cruces de caminos cuando viajábamos y bajar las ventanas del vehículo para comprar tortillas con huevo duro, o con pacaya, o con loroco, o simplemente con frijoles? Y en seguida ¡SALUD!
Hubo un tiempo que acompañé a Guillermo a San Martín Jilotepeque, aparentemente por motivos culturales: pláticas con Marcial Díaz, Miguel Ángel Car y Ángel Elías. Nos dábamos unas comilonas de zompopos de mayo y de anacates (hongos del encino). Pero la verdad era que el patojo se estaba enamorando de una joven ingeniera agrónoma que después sería su compañera de los últimos días: Lily Elías.
Perduré siendo amigo de Cárcamo porque, a pesar de provenir de la izquierda más radical y hasta a veces extremista, era un intelectual que no soslayaba el reconocimiento a las formas artísticas. De esa cuenta era un asiduo lector de Mario Vargas Llosa y hasta lo admiraba porque a su edad aún escalaba el Machu Picchu y tenía devaneos con la Preysler. A otro que leía y reconocía como un erudito era al español-guatemalteco Francisco Pérez de Antón.
Curiosamente fue con Guillermo con quien tuve la última reunión antes de la pandemia. El 13 de marzo de 2020 estábamos en Las Margaritas cuando vimos en la TV que se estaba registrando en el aeropuerto el primer infectado de covid-19. Ese día me dijo, entre otras cosas, que estaba acopiando información para escribir un libro sobre la guerra en Guatemala. ¡Nos despedimos! Tanto él como yo nos metimos como niños a las nuevas formas digitales de comunicación: apachando un dedo por aquí y el otro por allá. Recuerdo que -en ese tiempo- después de haber leído La Campesina de Antonio Moravia y ver la película con la Loren, le envié el texto siguiente extraído del libro: “En realidad nuestras desdichas nos volvían indiferentes a las desgracias ajenas. Y más tarde he pensado que éste es seguramente uno de los peores efectos de la guerra: nos hace insensibles, endurece el corazón, mata la piedad”.
Cuando los compañeros del PEN-Guatemala enviaron la esquela y al final decía: DESCANSE EN PAZ. Me puse incómodo y les contesté que Guillermo y su obra jamás estarían en paz porque eso era claudicar a los principios. ¡Guillermo Antonio Paz Cárcamo seguirá insurrecto y luchando por una mejor Guatemala!