GRECIA AGUILERA
Con motivo de conmemorarse el próximo lunes el Día de la Madre, se viene a mi memoria la extraordinaria y maravillosa trilogía poética titulada: “Fervor y llanto por la madre”, escrita por la insigne literata María del Rosario Radford de Aguilera, María del Mar (1923-2007), mi señora madre. Dicha sucesión lírica que posee un hondo sentimiento, es un ejemplo de verdadero amor y comienza con la siguiente sentencia: “A la dulcísima señora que supo darlo todo sin pedir nada, saltando abismos y desafiando al mundo para aproximar a sus hijas e hijos a la flor de todos los posibles. A esa gran heroína de mi hogar, Esperanza Galicia Aguirre de Radford.” El primer poema se titula “Cenicienta Esperanza” y dice así: “De tu vientre nace el mundo/ rueda en tu sien y se desprende./ Impermeable quisieras el dolor/ a cada instante deshilas el tormento/ y dulcificas lágrimas./ Detrás de ti se abren margaritas/ y un sol en cada techo te saluda./ Suave milagro en el día duro/ incansable sandalia,/ golondrina de ala interminable/ acunando el relámpago de la vida,/ dentro del ceniciento corazón de la esperanza./ Y sin embargo vas alegre/ con tu fiesta de cielo inexistente/ cargada de semillas y canciones/ por los amplios anhelos y caminos./ Islas y cumbres/ selvas y ciudades, pueblas/ con el beso sublime/ de tu rosa sedosa/ rosa de amor/ rosa silenciosa/ roja y tibia/ a veces crepuscular./ Quieres restar al tiempo destrucciones/ borras cementerios/ abismos y temores/ cubrir con petunias/ el llanto derramado/ plantando diminutas sonrisas/ en el racimo dulce/ de tus jardines cándidos./ Y a pesar del verano/ que consume caudales/ y del sudario triste/ que arrastra primaveras/ tú cantas tus coros infinitos/ desatándote toda en vida/ y más vida/ y tendiendo tus manos/ al lucero lejano./ Tiempo vivo naciendo y muriendo/ subiendo y bajando como el mar./ Violetas, reemplazando violetas/ nidos abandonados/ llenándose./ Apretados ciclones se debaten,/ remotos y nuevos calendarios/ en torrente de sueños se destinan/ y vienes con el agua y el pan/ recorriendo espinos florecidos/ en el fecundo eco de tu ser/ que surge verde y agoniza/ por los siglos de los siglos sin respuesta.” El segundo poema se titula “Mater Admirabilis” y expresa: “Llenase de gracia el ave cóndor/ llenase de mansedumbre el león/ llenase de azul el abismo/ y de cantos se envuelven los espinos/ en granate el crepúsculo se vuelve./ Y de tu campanario/ una violeta desprendida huésped es/ de mi pálido silencio./ Eres tú mater admirabilis/ cara Minerva de sedosas galas/ que vienes deshilando del tiempo sus ovillos/ juntando rosas su perfume/ clareando los grises de mi sombra./ Dejas entreabiertos/ los linos inmortales de tus ángeles/ tu reino de lámparas azules/ tus sandalias sin tiempo ni caminos/ tus ropas imprecisas/ y te mudas a mí/ sutil esencia/ beso puro/ sidérea gaviota de tendidas alas./ Y te recibo/ madre admirable/ con mi lágrima en cruz/ y con el fuego que sangra/ mi existencia amapola./ Y te quedas aquí/ en mi pequeña rosa/ con tu tierna caricia/ y tu vigilia/ en el mar encarnado/ de mi mar permanente.” Este tríptico lírico dedicado a su amada madre finaliza con el poema “Mater Angelorum” que manifiesta: “Pronunciando mi nombre/ dijo que iba/ en busca de rendijas de luz./ Tules de oro/ envolvieron su cuerpo/ y al tocar el crespón/ su piel de seda/ brotó una rima azul./ Dijo que alguna vez/ vendría con puñados de luz/ y ropaje de trinos/ con túnicas de ensueño/ como una alegoría./ A veces su suave armonía/ dibuja infinitos/ y la siento venir/ en crecientes turquesas/ en fuertes encendidos/ en suave fresco viento./ Y sé que está allí/ palpitando en mi gozo/ floreciéndome toda/ y me abrazo a sus alas/ de mater angelorum.”