Juan Antonio Mazariegos G.
De entre los cientos de artículos que circulan alrededor del COVID-19, llegó a mi correo una entrevista a una historiadora de la tecnología, Mar Hicks, en la que ella hace un análisis sobre los desastres que ha atravesado la humanidad a lo largo de la historia, calificándolos de útiles o inútiles, según se trate de aquellos que a pesar de su costo en vidas o el flagelo económico que conllevaron, trajeron cambios estructurales o regulatorios que a la postre fueron beneficiosos para la humanidad, en contraposición a aquellos que solo tuvieron costos en vidas y económicos para el hombre.
Desde otra perspectiva, la entrevistada divide a los desastres en eventos puntuales o en aquellos que resultan de combinaciones de fallos sistémicos o de infraestructura, acumulados a lo largo del tiempo, y concluye que el COVID-19 no es un desastre puntual si no que pertenece a los segundos.
Sin bien, ambos planteamientos son muy interesantes, ante el primero de ellos, cuesta trabajo siquiera imaginar, en medio de la situación que vivimos día a día, mientras vemos contagiarse personas y luego fallecer, o mientras vemos como nuestros ahorros se esfuman o hemos perdido nuestra fuente de ingresos y ya no existen opciones a corto plazo para atender las mínimas necesidades básicas de subsistencia para nuestras familias, como podemos inspirarnos y pensar, en que de una tragedia, desastre o catástrofe como la que atraviesa el mundo con el COVID-19, esto puede llegar a transformarse en una situación positiva que justifique lo que nos está pasando, en aras de un cambio estructural o regulatorio que sea de beneficio para nuestra especie. Seguramente hará falta que pasen muchos siglos, para que otro historiador, en el futuro, pueda concluir que lo ocurrido a la humanidad en el año 2,020 fue algo bueno para el mundo y que nos trajo beneficios.
Siempre habrá más de una forma de enfrentar los eventos adversos y muchas más maneras de juzgar si se hizo o no de la manera adecuada, pero tratar de encontrar un propósito, un benefició o algo positivo, a algo tan serio como la situación a la que nos enfrentamos hoy, puede ser la diferencia entre sobrevivir o aprender a vivir mejor como sociedad y como seres humanos, interesados ya no solo en el Yo, si no en el Nosotros.
Desde la perspectiva de si enfrentamos un evento puntal o no, puede ser que esta vez no estemos ante uno u otro, como lo plantea la Señora Hicks, puede que esta vez sea la combinación de ambos, un evento catastrófico puntual, maximizado por una serie de fallos sistémicos y estructurales que se cocinaron a lo largo del tiempo.
Al final, la combinación entre las dos perspectivas que se mencionan aquí, desastres útiles o inútiles, o que estos sean puntales o el resultado de una serie de fallos en el tiempo, nos deben llevar a buscar no solo la salida a la crisis, si no la causa de la misma y un poco más allá, a aprender, a mejorar y sobre todo a implementar estructuras como sociedad que nos permitan enfrentar los nuevos desafíos que tarde o temprano vendrán. Solo así, se me ocurre posible llegar a calificar, algún día, como útil a la catástrofe que hoy se cierne sobre Nosotros y sobre todo el mundo.