René Arturo Villegas Lara
Nuestro recordado profesor del curso de medicina de urgencia, el doctor Héctor Nuila Arreaga, allá por 1955, en la Escuela Normal, nos enseñó la clasificación de las enfermedades en endémicas, epidémicas y pandémicas; y como ejemplo de esta últimas nos ponía el caso de la gripe o influenza de 1917, que se dejó venir como un simple ¡achís! Y al rato medio mundo estaba en la cama tomando tizanas de limón y tamarindo porque no había medicamentos patentados, como ahora. Me narraba mi tío Herlindo que, en Guazacapán, nunca se supo cuántos murieron porque al encargado del Registro Civil municipal también lo agarró la pandemia y no había quién asentara las partidas; además, el cementerio ya no era suficiente y a muchos los enterraron en los patios de las casas. Según cuentan, el mal era de patente española, como también lo fue la viruela que afectó a los pueblos originarios cuando la conquista y colonización. En ese año de 1917, aun gobernaba don Manuel Estrada Cabrera, y lo único que se le ocurrió como medida de gobierno, viendo la cantidad de muertos que la peste había causado, ordenar con la drasticidad del caso que las parejas sobrevivientes, casados o unidos de hecho, se dedicaran a hacer hijos y lograr repoblar el país. A estos pueblos, tan apartados de la capital, podía caer el gobierno y la noticia llegaba como a los ochos meses, de manera que el único medio de comunicación era el Sereno, quien tenía el encargo de pregonarle a los vecinos, ya bien entrada la noche, que todo estaba tranquilo y sin novedad en el frente; solo que ahora le pusieron otro encargo: requerir de los vecinos que se cumpliera con eso de iniciar embarazos, gritando a todo pulmón: ¡Llegó la hora de la trepa! El Sereno debía esperar unos minutos en cada vivienda, hasta que se escucharan las respuestas que venían desde cercanas intimidades: “En eso estamos señooorrr…” Hoy no hay necesidad de ordenar tener hijos porque de 1917 a la fecha, ya somo muchos y lo que hace el gobierno es cuidar de mantenernos vivos, encerrados matando el tiempo con cuánto quehacer se nos ocurra, para que el tiempo y el tal virus no nos mate a nosotros. Nuestro querido profesor de medicina de urgencia nos daba ejemplos de las otras modalidades enfermizas que existen y como epidémicas nos ponía de ejemplo la tos ferina, que se curaba con collares de limones rescoldados, como suele curarse a los chuchos. En cuanto a las enfermedades endémicas, y aun cuando eso eran otros tiempos, era fácil poner como ejemplo la terrible dolencia de la corrupción.
Muchas cosas cambian cuando suceden estas catástrofes y algunas se quedan para siempre, como parte de nuestra conducta social. Por ejemplo, con la actual pandemia se ha sepultado para siempre el estilo de bailar de los años 40 y 50. Ahora y en el futuro, puros “rockanrroleros”, a prudente distancia de metro y medio. Usted ya no debe tener la cortesía de mandar un abrazo, sino simplemente “te mando un codazo”. Para los penalistas, a olvidarse de que la tercera edad sea eximente de responsabilidades, si en algún tiempo lo fue, pues se dio vuelta la cosa y ahora es agravante. Los del “magister dixi” o clase magistral, a la basura; hay que utilizar nuevas técnicas de enseñanza, porque si no es por pandemias, será por esas guerras que inventan los negociantes de las armas para mantenernos siempre con “estrés. Y vea usted que siempre se va a cumplir eso de que el hombre está hecho de madera torcida y por eso, por no ser derechos, se elige gobernantes de mentalidad torcida como el tal señor que se niega a contribuir a la Organización que lucha por la salud en todo el mundo. En fin, cuidémonos, cumplamos con lo que ordena el gobierno y aceptemos que esto nos agarró con los calzones en la mano.