Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com
No puedo quedarme callado con lo que he venido escuchando los últimos días en Guatemala, pues cada vez son mayores las quejas porque no hay modo que cambiemos, que seguimos igual que antes, como que cada vez somos más difíciles de gobernar. Creo que lo primero se desprende que hoy dice una cosa nuestro Presidente y mañana dice otra. Que no hay consistencia en sus argumentos, como que ni siquiera se ponen de acuerdo él con su vice para dar sus opiniones, como cuando aprobara la Ley de las ONG anticipara que si la Corte de Constitucionalidad opinara de manera distinta aceptaría tal decisión, lo que costó bastante que lo cumpliera.
Un día de estos, un tribunal apegándose estrictamente al derecho y a las leyes vigentes sentenció a 30 años de cárcel a un individuo por asociación ilícita, peculado y lavado de dinero en el Caso de Plazas Fantasma, habiendo sustraído recursos públicos por más de 4 millones de quetzales y habiéndose llevado entre el tinglado que montó para el efecto a treinta implicados, los que también fueron condenados a cinco años de prisión y al pago de una multa. Pero los miembros de este tribunal, en vez de merecer el reconocimiento que merece una recta, honesta y correcta manera de impartir justicia, hubo quienes hasta los tildaron de exagerados e inconscientes.
Esta es una más de las cosas que no entiendo de nuestra sociedad. ¿O será mejor vivir en donde la mentira, la falsedad o el engaño sean nuestro común denominador? A ese paso, no está lejos el día en que salgan libres el montón de delincuentes que se han pasado todo el tiempo de su cárcel preventiva interponiendo procedimientos dilatorios con tal obstaculizar la aplicación pronta y eficaz de la justicia y de paso, poder echarle la culpa de todo lo que nos pase a la malévola actuación de la CICIG por haberlos acusado mal intencionadamente.
De seguir con las malas costumbres, jueces con apellidos como los de Aifán, Gálvez, González y tantos más que gracias a Dios todavía existen, serán expulsados del foro al que pertenecen, para luego darles la bienvenida a los nuevos que puedan ser nombrados por las ensombrecidas comisiones de selección y por los diputados que, según el criterio presidencial “ahora son mejores que en el pasado”.
No me cabe ninguna duda que nuestro país enfrenta una multitud de desafíos. Aparte de la deplorable crisis ética por la que hemos venido atravesando, el funcionario y el empleado público ha demostrado su cada vez más notable bajeza moral y sigue habiendo empresarios que anteponen su personal conveniencia a pagar con favores de diversa índole aquellos beneficios económicos que puedan traer como consecuencia.
Tampoco se puede tapar el sol con un dedo, como el que nuestros niños tengan que ponerse a trabajar, muchas veces a la par de sus padres, para que al menos puedan reducir la inmensa miseria que los rodea.