Arlena D. Cifuentes Oliva
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La población respira hoy con mayor tranquilidad, sobre todo en los centros urbanos, creyendo haber asegurado con su voto la transformación de la Guatemala de ayer a una nueva Guatemala de hoy, ha sido rescatada del maligno. Los católicos y los cristianos están seguros que Dios escuchó sus oraciones para que alejara todas las fuerzas del mal que pretendían apoderarse del país, sin darse cuenta que el mal estaba dentro desde hace mucho tiempo. La pregunta es de qué manera contribuyó cada quien a esa gesta y cosecha del “mal”. Qué fácil ha sido pedir y echarle la carga a Dios, sin haber hecho el correspondiente y profundo examen de conciencia sobre lo que cada quien hizo y dejó de hacer para que las causas del mal se apropiaran del país.
Dios dotó al hombre de libre albedrío permitiéndole así, asumir o no las responsabilidades que le corresponden sabedores de que toda decisión buena o mala tiene consecuencias. La oración ferverosa solo es posible cuando se ha asumido y cumplido con lo que Dios demanda de cada quien. No se puede cargar a Dios con las consecuencias de nuestras actitudes irresponsables como en este caso lo son la indiferencia, el desinterés y el desconocimiento sobre la cosa pública y pedirle luego que se haga cargo del desastre de país que tenemos. Lo que hoy vive Guatemala es producto de la indiferencia de la sociedad, a mejor posición económica mayor es la responsabilidad; así como, a mayor Fe mayor es la obligación de imbuirse en la búsqueda del bien común como permanente responsabilidad de verdadero creyente.
“Yo soy el Señor tu Dios, quien te sostiene ¡No temas Guatemala!” Como este, fueron muchos los mensajes que circularon demostrando la inconsciencia de un pueblo que necesita seguir creyendo que desde lejos y en el confort de sus casas o de las iglesias con solo clamar a Dios todo será transformado.
El triunfo de Alejandro Giammattei hay que ubicarlo en su justa dimensión, fue el miedo generado en los centros urbanos ante la posibilidad de que ganara Sandra Torres lo que le dio la ventaja, “cundió el pánico” en la clase media. Por otro lado, no hay que ser ingenuos debemos ver los hechos en su justa dimensión, la victoria corresponde al sistema, cooptado por la impunidad y la corrupción que dejó participar a unos y a otros no. ¿Cuál deberá ser la actitud congruente de quienes contribuyeron al rescate de la nueva Guatemala? ¿Consideran que con haber emitido su voto han cumplido con Dios y con la patria? Guatemala no cambiará únicamente con el voto, es irresponsable semejante interpretación.
Tremenda indignación me causó ver escenas de indígenas rindiéndole pleitesía al recién electo Presidente y no por la sumisión que de ellas se desprende si no por la actitud de endiosamiento que debe ser parte intrínseca de un ser humano para poder aceptar semejante acto denigrante. Sin embargo, debemos darle el beneficio de la duda, a pesar de que debe pagar un alto precio por los compromisos contraídos durante la campaña.
El momento requiere de una visión realista sobre la coyuntura, aferrarse a una democracia colapsada es por ejemplo, irresponsable; decir que es urgente la convocatoria a un encuentro nacional para ponerse de acuerdo sobre los grandes temas que hay que tratar es engañarse; además de que todos sabemos de sobre qué es lo que más le duele a Guatemala. Con la polarización actual definida por odios y rencores, por intereses particulares, de grupo y los que se le imponen al país desde fuera solo los ilusos podrán creer en un ejercicio como este que de llevarse a cabo, será una mera entretención para fortalecer los egos de muchos y unos pocos que ingenuamente participarán con la mejor disposición.
Guatemala sigue esperando ser rescatada.