Eduardo Villatoro
Desde siempre los partidos o grupos electoreros se han valido de maniobras burdas, ilícitas, ilegítimas e inmorales, para sortear cualquier obstáculo con tal de alcanzar sus objetivos, y de esa cuenta ha sido visible la forma como caciques, financistas o propietarios de aquellas agrupaciones reparten gorras, láminas, víveres, playeras y cuanto objeto o baratija esté a su alcance con el propósito de obtener la simpatía de los votantes de los sectores populares, aunque no siempre logran lo que se proponen porque estos ciudadanos sin conciencia de clase y carentes de ideología, como la mayoría de los guatemaltecos, conforme adquieren experiencia han remedado la marrullería de los activistas y candidatos, y ya no son tan fáciles de ser engañados o manipulados.
Estas bellaquerías persisten, empero, sobre todo en las áreas rurales, sobresaliendo el día en que los ingenuos ciudadanos acudan en tropel a los centros de votación, cuando ocurre el acarreo de guatemaltecos de orígenes humildes y sumidos en la ignorancia. Sobran las explicaciones acerca de este ritual político, básicamente por la idiosincrasia del electorado que recibe “obsequios”, comida, refrescos y viajes gratuitos apiñados en transportes colectivos.
Pero no solo los analfabetas o guatemaltecos de pocas letras se prestan a estas manipulaciones, porque ahora resulta que personas que se presume que han escalado posiciones académicas que, también se supone, van de la mano con su grado de inteligencia y raciocinio, son igualmente susceptibles de vender oprobiosamente su voluntad, mediante la promesa de votar por determinado candidato a Contralor General de Cuentas, a cambio de un empleo de tercera o cuarta categorías en esa institución, según denuncias recíprocas de los grupos en pugna.
Igual fenómeno estaría ocurriendo entre círculos de abogados.
(El escandalizado Romualdo Tishudo se limita a exclamar: -¡Dónde dejaron arrastrada su dignidad profesional, si algún día la tuvieron!)