Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Primero fue el dirigente Manuel Baldizón quien en una evidente burla a la institucionalidad y tomando como referencia que a su competidor en el oficialismo no le hicieron ni un llamado de atención por hacer nutrida campaña anticipada, dispuso renunciar al partido para que sus actos de proselitismo no afectaran a la entidad. No olvidemos que el TSE se equivocó desde el principio cuando dejó sin sanción la grosera propaganda que desde el Ministerio de Comunicaciones y Obras Públicas se hace Alejandro Sinibaldi, abriendo así la puerta a jugarretas y tretas.

Pero en el fin de semana los miembros del partido Patriota, sin empacho ni rubor, hicieron campaña abierta y descarada durante actos de gobierno, desafiando nuevamente al Tribunal Supremo Electoral que se está viendo acorralado por la clase política que no está acostumbrada a que nadie, mucho menos el TSE, les cuente las costillas y los obligue a cumplir la ley. Llamando abiertamente a votar por el oficialismo en las próximas elecciones y en medio de vivas para Sinibaldi, el PP se destapó a lo grande aprovechando un acto eminentemente oficial.

Si eso pasa con el tema del proselitismo, qué podemos esperar cuando se trate de auditar las cuentas de los partidos políticos y otros asuntos que tengan que ver con las prácticas de democracia interna en las agrupaciones. Ya sabemos que en nuestro país la norma es evadir las leyes y sólo los babosos tratan de vivir de acuerdo al Estado de Derecho, observando toda la normativa nacional y los reglamentos que se emiten para asegurar la pacífica convivencia. Los vivos, es decir quienes nos gobiernan y tienen alguna forma de poder, se pasan todo eso por el arco del triunfo y cómo no lo van a hacer si quienes viven del ejercicio del poder político son los primeros en demostrar que les importa un pepino lo que diga la autoridad.

No tenemos viabilidad como Estado en la medida en que se permita esa flagrante y abusiva violación de las normas y de las resoluciones de los tribunales, incluyendo al Tribunal Supremo Electoral que ha venido a menos, lamentablemente, por ese olímpico desprecio con que es tratado por toda la sarta de dirigentes nacionales.

Es un momento crucial para el Tribunal y sobre todo para los magistrados que fueron puestos precisamente por esos dos partidos políticos para que les cuiden sus intereses. De dejarse sobar la cara ahora, como está ocurriendo, terminarán peor de lo que empezaron y la institucionalidad ya destruida, no tendrá esperanzas de recuperación.

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