Por LEONARDO HABERKORN
MONTEVIDEO
Agencia (AP)
Ida Vitale debe terminar un libro antes de noviembre, cuando viajará a México a recibir el máximo premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
La poeta uruguaya de 95 años sigue en plena actividad. Corrige los últimos detalles de su libro y atiende los muchos pedidos de la prensa que se suceden desde que se supo que había obtenido el galardón.
“Nunca pensé que me iba a dedicar a escribir, simplemente empecé a hacerlo”, dice.
Y comenzó pronto. Un profesor de secundaria que le publicó cuatro sonetos en un periódico fue su primer difusor entusiasta.
Ya de adolescente leía con voracidad, sobre todo cuando debió guardar convalecencia por padecer pulmonía y pleuresía. Le regalaban obras de Julio Verne y Charles Dickens, pero los primeros libros que la impresionaron fueron “La guerra y la paz” de León Tolstoi y “La montaña mágica”, de Thomas Mann.
Hoy su apartamento en el barrio de Malvín, a pocos metros del Río de la Plata, está tapizado de libros: de Mark Twain a John Updike, de Ezra Pound a Ian McEwan, de Oliverio Girondo a J. R. R. Tolkien. Da la impresión de que Vitale no deja nada sin leer. “¡Harry Potter me encanta! ¡Me los leí todos!”, cuenta.
Nacida en Montevideo en 1923, ha publicado ensayos y novelas, ha incursionado en el periodismo y en la crítica, se ha destacado como traductora. Pero por sobre todo, es poeta. Entre otros, en 2009 recibió el Premio Octavio Paz, en 2015 el Premio Reina Sofía, en 2016 el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca y en 2018 se anunció que sería distinguida en Guadalajara con el Premio FIL de la Literatura en Lenguas Romances.
Con un chiste para todo, Vitale dice que este aluvión de honores más que alegría le provoca “sospechas”.
Tiene dos hijos de su primer matrimonio con el crítico Ángel Rama. Se casó en segundas nupcias con el también poeta Enrique Fierro.
Vivió muchos años fuera de Uruguay. En 1974 emigró a México –donde hizo amistad con Octavio Paz– debido a la dictadura militar que había asumido un año antes. En 1989 dejó México para radicarse con su segundo esposo en Austin, Texas, donde vivió hasta hace pocos meses cuando volvió a Uruguay. Fierro falleció en 2016.
A pesar de tener más de veinte libros publicados, Vitale no se considera una escritora prolífica. “No he escrito tanto. Me gustaba traducir y he traducido mucho”.
Tampoco dice tener un método para llevar adelante su obra: “No tengo rutina para nada, soy un desastre”.
Al preguntarle qué consejo le daría a alguien que quisiera escribir mejor, responde con una anécdota.
Una vez un nieto le mostró algo que había escrito y que incluía la palabra “choza”, que en Uruguay no se usa. “¿Tú alguna vez oíste hablar acá de una choza?, le pregunté. Creo que se ofendió un poco”, se ríe. “Acá usamos la palabra ‘rancho’, nunca ‘choza’. Lo realmente importante es saber lo que no se puede decir”.