Factor Méndez Doninelli
Condolencias a familias víctimas de la erupción volcánica.
Honras a las brigadas de rescatistas y socorristas.
La erupción del Volcán de Fuego, que hasta hoy eleva la cifra de víctimas fatales a 109 personas calcinadas o soterradas por el río de lava mezclada con lodo, rocas y árboles que descendió del citado volcán sepultando a tres comunidades, además, 58 heridos, 1 millón 713 mil 436 damnificados, 12 mil 089 evacuadas de los lugares de riesgo y un número indeterminado de desaparecidos, es una tragedia nacional que enluta a la sociedad guatemalteca.
La furia de la naturaleza ha dejado una secuela de daños humanos, luto, dolor irreparables, así como, destrucción material. Otra vez los sectores sociales más afectados, son personas de escasos recursos económicos, a quienes el sistema injusto que prevalece, los excluye, margina y discrimina. Otra vez ocurren muertes de niñas, niños, jóvenes, mujeres, hombres y ancianos de origen campesino, cuyas precarias condiciones de vida los expone al peligro de vivir en zonas vulnerables o de alto riesgo.
La geografía del país es altamente sensible a las embestidas de la naturaleza, huracanes, inundaciones, terremotos, deslizamientos de tierra, sequías o erupciones volcánicas, son condiciones que colocan en situación de fragilidad a miles de seres humanos que debido a su situación de pobreza, buscan un lugar donde vivir, aún con los riesgos existentes. A pesar de conocer esas condiciones geográficas y geológicas, es muy poco lo que el Estado y Gobierno hacen para solucionar la precaria situación de millones de personas vulnerables que subsisten en pobreza y extrema pobreza.
El modo de producción dominante crea condiciones favorables para la explotación de mano de obra, bajos salarios y discriminación social de todo tipo, Guatemala es uno de los países más desiguales de América Latina. Los indicadores sociales son muy claros, revelan que existe un déficit de viviendas que rebasa el millón seiscientas mil unidades, que la pobreza aumentó los últimos años en lugar de disminuir, que el elevado porcentaje de mortalidad infantil es resultado de la desnutrición crónica que padece más de la mitad de niños menores de cinco años.
Otros signos de vulnerabilidad son la escasa gobernabilidad y débil institucionalidad existente, que expone a los habitantes a la pobreza y limitación de oportunidades. Los trabajadores hombres y mujeres, son vulnerados en sus derechos, sin seguridad social, los empleadores no pagan el salario mínimo y tampoco las prestaciones de ley, ante la omisión de las autoridades.
A esto, se suman la corrupción e impunidad que impiden el impulso de proyectos y programas sociales para favorecer a las grandes mayorías desposeídas y excluidas, por ende, se paraliza el desarrollo de la gente, eso explica por qué Guatemala ocupa uno de los últimos lugares en Índice de Desarrollo Humano. En la actual emergencia, aflora el malestar porque la ayuda no llega a los damnificados y se han denunciado posibles desvíos y corrupción, además, se ha negado la entrada de donaciones provenientes de países vecinos.
La clase política caracterizada por corrupta, oportunista e incondicional a intereses oligárquicos neoliberales, impide la reforma o modernización del Estado, los diputados buscan aprobar leyes regresivas y blindarse para favorecer el transfuguismo y el financiamiento electoral ilícito.
Vuelven a cobrar vigencia las propuestas de depurar el Congreso Nacional y la necesidad de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, que impulse la reforma del Estado y apruebe un nuevo pacto social que coadyuve a superar las vulnerabilidades y desigualdades.