Raúl Molina
¿Qué persona no se va a sentir profundamente afectada cuando ve la brutal ofensiva israelí en Gaza, con cientos de palestinos muertos, la mayoría inocentes, sin que la comunidad internacional la detenga? El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ha condenado fuertemente a Israel y exigido un cese inmediato al fuego; pero, contando con el apoyo de los Estados Unidos, los dirigentes de Israel, imbuidos de racismo y odio, aplican a los palestinos lo que los judíos sufrieron a manos de los nazis. Es el holocausto invertido. ¡Y cuidado de quien critique el Estado fascista israelí, porque será acusado de antisemitismo!
¿Quién se puede mantener impasible ante la caída del avión derribado en circunstancias muy oscuras en la guerra interna de Ucrania? Se perdieron 298 vidas y, en vez de propiciar una solución política en ese país y región, los países occidentales insisten en castigar a Rusia y resolver la crisis con más violencia y más muertos.
¿Cómo no sentirnos impotentes al ver los enormes índices de violencia en Honduras, El Salvador y Guatemala y que nuestro gobierno piensa sólo en medidas represivas a diestra y siniestra? ¿Se han preguntado por qué Nicaragua y Costa Rica no padecen los mismos niveles de inseguridad? ¿Se dan cuenta de que cuando un gobierno trata de implementar políticas sociales que rompan con la injusticia social, como hoy en Chile, de repente, sin saber cómo, empiezan los “atentados terroristas”? La noticia llega y golpea, no nos tragamos las explicaciones de TV y grandes periódicos y mucho menos lo que afirma la Embajada de los Estados Unidos; pero, al final, sentimos que no podemos hacer nada.
¿Cómo no nos vamos a sentir deprimidos y hasta enfurecidos cuando vemos lo que les ocurre a nuestros niños en Estados Unidos? Los rompimientos familiares al emprender nuestra niñez el camino al norte se han producido a un costo emocional y económico extraordinario, esperando que ayuden a paliar la crisis provocada por los desaciertos de nuestros gobiernos y del imperio. Ahora a Thelma Aldana se le ocurre dar la “brillante idea” a la no brillante Vicepresidenta de que lo que debe hacer el Estado guatemalteco, para quedar bien con el Tío Sam, es castigar a los padres de familia que han permitido y a veces alentado la marcha de los menores. Eso después de que tres “brillantes” funcionarios de Estados Unidos, Guatemala y México se pusieran de acuerdo para perseguir a los “Coyotes”, que ya comenzó al norte del Río Grande, reprimiendo por igual a delincuentes y personas inocentes. Quizás Otto Pérez sea más inteligente y pida, como le ha venido insistiendo la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG), el TPS para toda nuestra niñez y cesar las deportaciones de connacionales. ¿Una esperanza?