Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt

La migración es un fenómeno que se da por causas económicas, políticas, religiosas o de seguridad, y que cambia la configuración de las sociedades, tanto de origen como destino de los migrantes y sus familias.

En el caso de Centroamérica y México la migración conlleva una serie de procesos en los que intervienen personas y gobiernos, pero al margen también actúan traficantes de personas, grupos del crimen organizado, y empresas con poder e influencia que se benefician de las políticas de protección de las fronteras.

La Hora publicó ayer una nota que hace eco de la denuncia de la organización Guatemala Human Rights Commission/USA, la cual señala que hay poderosas fuerzas políticas que están explotando una crisis para aumentar las deportaciones, la militarización de la frontera entre México y Estados Unidos para aumentar la financiación de la policía y las fuerzas militares represivas bajo el estandarte de la llamada «guerra contra las drogas.»

Seguramente que esas “poderosas fuerzas políticas” trabajan a toda máquina para que las cosas no cambien mientras crezcan sus activos, y no les importará que se extienda el drama y sufrimiento que pasan los indocumentados en busca del “sueño americano”.

Por eso me parece lógico que si Estados Unidos de verdad quiere resolver de lleno “el problema” de la migración, debería analizar el papel que juegan esos grupos de poder, que causan la violencia para crear la necesidad de seguridad fronteriza y abren las puertas a negocios multimillonarios.

Por otro lado, si los países de origen de migrantes de verdad se preocupan por su gente, deberían hacer algo más que pedir el cese de deportaciones y demandar recursos a los Estados Unidos; deberían tomar en cuenta el proceso de atención especial para los migrantes, especialmente a los niños y cambiar las condiciones por las que las personas dejan su tierra.

«El gobierno de los Estados Unidos de América no debe agravar el sufrimiento de esos niños migrantes no acompañados acelerando las repatriaciones a sus países de origen. La respuesta a esta crisis tiene que ser comprensiva. Los Estados Unidos deben tomar medidas para asegurar que el derecho de esos niños sean respetados conforme a sus obligaciones en virtud del Derecho Internacional», declaró recientemente Steven Hawkins, director ejecutivo de Amnistía Internacional en Estados Unidos.

Según reportes recientes, la patrulla fronteriza está deteniendo niños y niñas de Centroamérica por días o semanas antes de trasladarlos a la Oficina de Reasentamiento de Refugiados. Mientras que niños mexicanos son deportados de manera expedita a comparación de lo que pasa con otros países, corren el riesgo de secuestros, asesinatos y violencia sexual de bandas en ciudades fronterizas en México.

La preocupación por los niños debería traducirse en acciones concretas para velar por su protección, mientras que detener la migración implica actuar contra la pobreza, la inseguridad y la corrupción.

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