Ayer el candidato Manuel Baldizón hizo oficial el pleito cuando anunció que si gana las elecciones, la CICIG podría seguir pero no bajo la dirección de Iván Velásquez y llegó a acusar de estar queriendo torpedear las elecciones y de manipular la justicia en contra del partido Lider. Esa declaración formulada ante el canal en español de CNN es una formal y definitiva declaratoria de guerra del aspirante presidencial contra la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y hace que se tengan que perfilar los bandos en la ciudadanía.

Por un lado los que se colocan a lado de Baldizón en contra de la CICIG y por el otro la ciudadanía que aplaude las acciones que se han venido dando para combatir la impunidad que acarrea tanta corrupción como para tenernos hundidos en un mar de porquería que los políticos no quieren cambiar.

Los enemigos de la CICIG son viejos conocidos desde que se inició ese experimento patrocinado por Naciones Unidas como un instrumento de ayuda para que nuestro país pudiera atacar de manera frontal su mayor problema en el campo de la justicia, puesto que aquí desde tiempos coloniales se diseñó un sistema judicial que es durísimo e indiferente con la gente de escasos recursos, pero que protege a los poderosos. Ese fenómeno se exacerbó con el conflicto armado interno porque el Estado cooptó todo el sistema judicial para garantizarle impunidad a sus agentes en combate, blindándolos aún en casos de violación grave de derechos humanos. Ese aparato pasó luego a servir al crimen organizado, tanto el de uñas negras como el de cuello blanco y el resultado es lo que hoy tenemos.

Se han dado pasos importantes como el trabajo que ha hecho el Ministerio Público que cambió por completo su imagen y que en el tema de la corrupción dio pasos enormes bajo la conducción de Thelma Aldana. Pero queda mucho por hacer y la CICIG, bajo la conducción de Iván Velásquez ha tenido su mejor momento por los logros de los últimos meses y la ponderación del Comisionado para manejar los casos.

Obviamente quienes pueden estar en problemas no quieren a la CICIG y menos pueden querer a un Velásquez que es sereno pero muy firme. En el caso de Barquín nada se ha sacado de contexto sino que son las mismas escuchas, son sus palabras, las que lo comprometen y dejan mal parado. Pero Baldizón y Barquín no entienden de razones y se creen agredidos, partiendo a la sociedad entre los que aplauden a la CICIG y los que la detestan porque ha golpeado sus estructuras.

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