Una acción que queda exonerada por el gran jurado de Ferguson, Missouri, ha hecho a los medios de prensa a nivel mundial centrarse en las reacciones que la comunidad afroamericana de los Estados Unidos tendrá contra un sistema que consideran racista y que fomenta el abuso ante un grupo racial en desventaja.

La materia del problema, es la muerte de un joven de raza negra a manos de un oficial de policía blanco. Dentro de las discusiones más serias sobre el hecho se ha planteado el cuestionamiento de cómo se hace para que una policía de blancos sea la que trabaja en una comunidad casi absolutamente de raza negra generando confrontación que muchas veces raya en el abuso y el exceso.

El mismo presidente Barack Obama salió ayer a emitir una declaración en la que pide que las protestas no se hagan con violencia y en donde hace un llamado a que se honre la vida de Michael Brown, el joven fallecido, por medio de planteamientos constructivos en lugar de destructivos.

Sin embargo, y sin querer quitarle importancia a la vida de Brown o a la pelea de los ciudadanos en distintas ciudades de Estados Unidos, nos angustiamos más de ver que mientras en cualquier lugar del mundo una acción de abuso o exceso con raíces racistas es condenada y enciende a la población a pedir medidas que garanticen que no volverá a suceder, en Guatemala tanto autoridades como la mayoría de la sociedad lo que buscan es como se logra el acomodo para poder seguir jugando ese papel paternalista de controlar a los grupos indígenas y sacarles el provecho al máximo privilegiando el capitalismo y el mercantilismo antes que el bienestar ciudadano. Nuestros ciudadanos sobreviven en la pobreza y la impunidad.

La gran diferencia y a lo que tendríamos que ponerle, también, mucha atención es a la reacción de los ciudadanos. Porque muchos de los estadounidenses que salen a protestar, violentamente o no, son aquellos que reconocen que un derecho ha sido violado y están exponiendo su rabia contra un sistema que parece olvidar que les merece respeto.

En Guatemala sin dudas se quiere estirar el tema a ver hasta dónde alcanza. ¿Qué sucederá en un país como el nuestro cuando al fin de tantas un día el hartazgo llegue al punto de reventar sin que haya una sola voz que calme a quienes han tenido que aceptar insultos, desplantes y muchas más muertes que lo que hoy escandaliza al mundo?

Nuestra sociedad tiene que abrir los ojos. Eso que afuera escandaliza, es nuestro día a día en un país acomodado a convivir con el abuso y el racismo.

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