Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

En sociedades tan polarizadas como la nuestra abundan los temas polémicos que despiertan pasiones de gran envergadura. Imposible hacer una lista sobre ellos, porque van desde cuestiones sociales hasta las económicas, políticas o religiosas y existen puntos de vista que ofenden a una parte de la población que demanda que ese tipo de expresiones sean suprimidas y que los medios de comunicación impidan su difusión.

Pocas veces como en los últimos días he recibido tantas comunicaciones cuestionando por qué La Hora no censura a sus columnistas. Uno pensaría que en una sociedad abierta y democrática la queja, si acaso, debiera ser por el caso contrario, es decir, cuando un medio de comunicación no permite a sus colaboradores que puedan expresar sus opiniones si chocan con el punto de vista de los directores. En el caso concreto del racismo nosotros hemos sido críticos de esa forma de actuar en nuestra sociedad y nos molesta mucho cuando se usan estereotipos derivados de una corriente sólida de formación que desde la misma infancia marca el racismo y la discriminación como un comportamiento casi natural entre la población.

Por supuesto que cuando alguien viene a colaborar a La Hora en su página editorial ofrecemos la más amplia libertad para que nuestra tribuna sirva para promover un debate serio y respetuoso de los problemas del país, lo que generalmente se logra aunque hay que reconocer que en más de una ocasión hemos lamentado la forma o el fondo de cuestiones que se han publicado dentro del ejercicio de ese derecho individual a la libre expresión del pensamiento, pero no podemos convertirnos en censores selectivos, como esperan algunos, porque en todos esos temas polémicos de los que hablé arriba La Hora tiene sus puntos de vista y sus directores también tenemos nuestro particular enfoque y si en uno nos consideramos con la potestad de actuar como censores, lo podríamos hacer con todos los otros que implican ese conflicto entre lo que uno piensa y lo que dicen los demás.

Lo que tratamos, en todo caso, es que cuando alguien o algunos se sientan ofendidos, abrimos nuestro espacio para que se puedan expresar, también sin censura alguna, sus puntos de vista. Porque creemos sinceramente que el debate de los temas nacionales es una herramienta útil para reconocer nuestros problemas como sociedad y para realizar cambios que son urgentes y absolutamente necesarios.

Hace algunos años tuve una fuerte discusión con algunos religiosos que criticaban a la prensa, en general y a La Hora en particular, por publicar los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en contra de niños y adolescentes de su feligresía. Me decían que tales publicaciones eran un ataque a la Iglesia Católica porque dañaba su reputación y prestigio y que todo era un plan orquestado por los enemigos del cristianismo para dañar a la religión que yo mismo profeso. Les decía yo entonces que ocultar los hechos no iba a ayudar a resolver el problema. Eran los días en que en El Vaticano se apañaba a los pederastas y se les protegía en muchas diócesis. Tarde, pero esas publicaciones de la prensa mundial sirvieron para que la Iglesia admitiera el problema y adoptara una postura de cero tolerancia. Si la prensa hubiera callado censurando las noticias, nada habría cambiado, y uso este ejemplo para ilustrar que ocultar la basura bajo la alfombra no nos ayuda de ninguna manera.

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