Jóvenes por la Transparencia

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Por: Adam Franco
Estudiante de doble carrera de Ciencias Jurídicas y Sociales y de Relaciones Internacionales con especialidad en Analista de Política Internacional, ambas en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Ig: Buer.42
francosantizo42@gmail.com
fcccmarcodeaccion@gmail.com


“Un ‘sino’ es un concepto que posee el mismo significado de hado, o de destino, y que hace referencia a toda aquella acción o suceso ya determinado, inevitable, y que la voluntad humana no puede cambiar”.

Luego de la agitada coyuntura política y social que atravesamos el año pasado, nos encontramos en un transitorio estado de calma. Una tranquilidad propia de la época festiva, pero también fruto de las certezas y garantías con las que contamos y que, de manera inusual, nos ofrecen un horizonte auspicioso, pocas veces experimentado en los últimos años.

Al retraernos a esa larga lista de acontecimientos del año pasado, pareciera que una buena parte de ellos tuvieron como objetivo orillarnos a rendirnos, y con ello, ceder ante los intereses perversos de quienes quieren preservar su confort e impunidad.

Hoy, inclusive, no es tan idealista pensar que ya hemos logrado incluso fortalecer la unidad nacional. Tampoco genera tanta discusión el evocar el raído “estamos avanzando”. No obstante, nuestro pasado nos evoca un conflicto social interno que aún no hemos enfrentado y que puede llegar a frustrar los ánimos.

Un desafío mudo que nos evade y se esconde tras el velo del optimismo y la ilusión, que al principio sólo es percibido por aquellos de atisbo sombrío, pero que pronto termina por empañar la claridad de nuestro horizonte. Aquel enemigo al que siempre subestimamos y casi nunca enfrentamos: nosotros mismos.

Decía Freud que: «Todo ser vivo muere necesariamente por causas internas”. En nuestro caso, esas causas internas se han visto reflejadas en no concretar completamente nuestros objetivos ¿Por qué sucede esto? Quizás maquinalmente no queremos que las cosas se consoliden de manera más fuerte. Quizás algo nos seduce a querer tocar fondo ¿Le ha pasado?

Cabría preguntarse, por ejemplo, por qué aún no hemos realizado esfuerzos categóricos que impidan que se sigan concretando los constantes embauques políticos que realizan ciertos personajes. Puede que sea porque creemos cómodamente que aún conservamos ciertos elementos cuasi funcionales de un sistema democrático, y no hemos llegado todavía a la profunda crisis de gobernabilidad propia de las dictaduras de la región -aunque poco nos falte-.

Es entonces que, cuando se dan las consecuencias regresivas derivadas de nuestra displicencia y memoria de corto plazo, inconscientemente también propiciamos escenarios desfavorables. Y esto ya ha sucedido varias veces. Cuántas veces habremos pospuesto “el cambio” esperando el momento idóneo, para darnos cuenta luego de que se nos fue el tren.

La realidad es que esto no es culpa de nadie más que de nosotros mismos (contrario a los que siempre buscan culpables externos). Nuestro olvido ha sido siempre el desencadenante de nuestros propios infortunios, el deshonrar nuestros esfuerzos más de una vez ha causado que estos pierdan sus efectos. Somos guiados la mayor parte del tiempo por el thánatos, y eso nos ha autosaboteado bastante, y en ocasiones pareciera que se apuntala como sino ineludible de nuestra historia.

Por ello, evitar la lasitud que implicarán los cambios que se vienen con este nuevo ciclo requiere de haber realizado una meditada reflexión sobre porqué atravesamos lo que atravesamos, y qué debemos hacer para reivindicarnos.

Es natural distenderse luego de largas empresas, pero debemos ser conscientes que es en la calma donde más brota esa tendencia autodestructora con la que convivimos instintivamente. Por eso, debemos identificarla y dominarla para evitar que nos socave y debilite.

No represe sus opiniones ni sus críticas por temor a contrariar el ánimo colectivo. No abandone la lucha sólo porque ya se logró algo que parecía inalcanzable. Evite la quiescencia, que no lo envuelva la astenia, que la fruición no lo ciegue, y que el pasado no lo condene.

Si por “destino” debemos atravesar situaciones que comprometan nuestra voluntad -política-, enfrentémoslas con brío y resiliencia, así es como debemos construir, para que nuestra pulsión nunca sea más fuerte que nuestra misión.

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