Luis Fernando Bermejo Quiñónez

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Recientemente el partido Cabal tuvo su asamblea de proclamación de candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia por la cual esta acordó presentar como candidatos a la presidencia y vicepresidencia a Edmond Mulet y a Max Santa Cruz, respectivamente. En su discurso de aceptación, el presidenciable Edmond Mulet mencionó que una de las propuestas principales del partido es reducir el número de diputados en el Congreso a ochenta diputados (80), mencionando entre otras razones reducir los costos del mismo y reducir la corrupción. ¿Tiene mérito la propuesta? Me parece que este tema sí merece una discusión concienzuda en la palestra pública más allá de un slogan partidista. En esta columna abordo algunos factores a considerar en la discusión.

Nuestro sistema electoral vigente en la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) establece en términos generales que el Congreso de la República se compone de 160 diputados y que la fórmula de asignación de escaños es el sistema de representación proporcional de minorías con la fórmula D´Hont. Esta fórmula es una de las que se adoptan en sistemas proporcionales para traducir votos en escaños que buscan la representación de grupos minoritarios en el Parlamento. La idea central detrás de los sistemas proporcionales es que debe primar la “representación” de la amplia gama de intereses y vertientes de pensamiento político en el Parlamento, más que buscar la “gobernabilidad” del país que es típico de los sistemas mayoritarios, que buscan en el fondo cierta representatividad, pero primando el interés de hacer lo más funcional y coordinado el actuar del Organismo Legislativo con los Ejecutivos. La diferencia “normal” que se puede apreciar en estos sistemas es la cantidad de partidos políticos existentes en uno u otro sistema ya que, en general, en los sistemas mayoritarios el número de partidos políticos se reduce y, en cambio, en los proporcionales o de representación de minorías, el número de partidos es mayor.

En el Congreso actual hay representación de diecinueve partidos políticos que fueron electos en los veintidós distritos, algunos muy grandes como el departamento de Guatemala (19), el Distrito Central (11) o como Huehuetenango (10). Mucho se ha argumentado que existe poca representatividad de los diputados en el Congreso ya que el ciudadano no tiene vinculación directa con su voto con un particular diputado de su distrito en virtud que se escogen los mismos por medio del listados cerrados y bloqueados en los cuales puede elegir de un listado de candidatos propuestos por el partido y puede votar por el partido solamente y sólo después del escrutinio y aplicación de la fórmula va ser quiénes quedan electos. En distritos grandes como los mencionados anteriormente, el ciudadano promedio tiene nula vinculación con el diputado que es electo.

Ahora bien, entre las razones para reducir el Congreso, por ejemplo, se menciona que Guatemala tiene muchos diputados por millón de habitantes (19.63) mientras otros países tienen mucho menos, como Ecuador (10.45) y EEUU (1.88), que su presupuesto es muy alto (Q 1,089 en 2022) y que el Congreso se ha vuelto inmanejable. En todas esas razones hay algo de verdad, pero considero que sólo en la última existe una razón suficiente para poder fundamentar un cambio del número de diputados para reducirlo. Efectivamente el Congreso se ha vuelto inmanejable por la fragmentación del sistema partidario. Con 19 bancadas y 160 diputados negociar cualquier proyecto legislativo se ha vuelto muy difícil y la gobernabilidad del país se ha afectado en demasía. Para gobernar el Organismo Ejecutivo tiene que ofrecer cada vez más prebendas y obras públicas a los diputados por mecanismos corruptos ya conocidos como el Listado Geográfico de Obras. Reducir el número de congresistas quizá no solucione el tema de las prebendas y negociaciones políticas debajo de la mesa, pero sí puede reducir la cantidad de actores que lo hagan en beneficio de la gobernabilidad del país. Hay que recordar que los Congresos del gobierno del PAN electo en 1995 tenía 80 diputados y que existían grandes bancadas como la del PAN de 43 diputados y 21 del FRG (con 8 partidos representados) y luego el Congreso electo en 1999 tenía 113 diputados y el FRG tuvo 63 diputados y 37 del PAN (con 6 partidos representados). En dichas legislaturas la agenda legislativa era más fluida y los partidos de gobierno tenían más maniobra para impulsar su agenda de gobierno.

Claro está que en los ejemplos de los Congresos electos en 1995 y 1999 no está la panacea. Claramente hubo “aplanadoras” que también abusaron de su poder mayoritario y además hubo de la más abyecta corrupción. Sin embargo, creo que el ejemplo de cómo un Congreso más reducido (80 y 113 diputados) pudieron tener una mayor posibilidad de impulsar agenda debe analizarse más a fondo ahora que este tema está en la discusión pública por el partido Cabal. Lo cierto es que en nuestro sistema actual existe una alta fragmentación del Organismo Legislativo, muchos partidos, poca representatividad dado el sistema de listas cerradas y bloqueadas y distritos grandes y que tratar de eliminar estas falencias de nuestro sistema electoral no se soluciona alterando un único factor como es el número de diputados para buscar, en el fondo, gobernabilidad. Cambiar la realidad del Congreso implica discusiones más profundas que cambiar su número, ya que a mi criterio implica, discutir si nos queremos acercar a un sistema más mayoritario con la posibilidad real de “aplanadoras” o no, discutir eliminar la posibilidad de que los Consejos Ejecutivos Naciones designen candidatos donde no hay organización partidaria para obligar a los partidos a buscar liderazgos verdaderos no comprados, implica ponderar reducir el número de diputados al Congreso, implica cambiar el sistema de listados cerrados y bloqueados, implica modificar las normas de financiamiento electoral, reducir el tamaño de los distritos por una reforma constitucional o bien una re-organización administrativa profunda, y en fin, en cada uno de estos eslabones es importante tener en cuenta que modificar uno de ellos aisladamente no es posible ya que todos afectan el sistema entre sí. La reforma debe ser integral.

Fuera de la viabilidad política de la propuesta planteada por CABAL sea viable o no con lo que muchos vaticinan el próximo “peor Congreso de la historia” lo cierto es que es importante retomar las discusiones electorales en el 2023 y 2024 pero sin creer que hay soluciones mágicas.

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