Por MITCH WEISS y HOLBROOK MOHR
COLUMBIA, Carolina del Sur, EE.UU.
Agencia (AP)

Desesperado por aliviar los dolores que lo abrumaban desde hace años, Jim Taft escuchó atentamente cuando su médico le habló de un aparato que podía cambiar su vida.

No curaría el nervio afectado en su maltrecho brazo derecho, les dijo el médico a Taft y a su esposa, según relata. Pero el estimulador de la médula espinal escondería sus dolores y haría que se sintiese “como nuevo”.

El estimulador que le implantaron, sin embargo, falló al romperse un cablecito junto a la médula. Tras una operación para resolver eso, el aparato lo estremecía tan a menudo que no podía dormir y que hizo que se cayese bajando unas escaleras. Hoy, Taft, de 45 años, casi no sale de su cama y le cuesta ir al baño por sí solo.

“Pensé que tendría una vida maravillosa”, expresó. “Y mire como estoy”.

Por años, empresas fabricantes de aparatos con fines médicos y los propios médicos vienen diciendo que los estimuladores de la médula son la gran solución para millones de pacientes que sufren una variedad de dolores, lo que los ha hecho uno de los aparatos médicos cuyas ventas aumentan más rápidamente, pilares de una industria que genera 400 mil millones de dólares. Empresas y médicos los promueven intensamente como un antídoto para la crisis de los opioides que padece Estados Unidos.

Pero los estimuladores –aparatitos que emplean corrientes eléctricas para bloquear el dolor– son más peligrosos de lo que se le dice al paciente, según una investigación de la Associated Press. Y desde el 2008 se han detectado más de 80 mil incidentes.

Los pacientes dicen que han sufrido fuertes corrientazos, han sido quemados o han sufrido lesiones en los nervios de la médula que van desde debilidad muscular hasta paraplejía, de acuerdo con información de la Administración Federal de Medicamentos (FDA, según sus siglas en inglés). De los 4 mil aparatos que monitorea la FDA, solo los implantes de caderas metálicas y las bombas de insulina generan más lesiones.

Los archivos de la FDA tienen más de 500 informes de personas con estimuladores de la médula que fallecieron, pero los detalles son escasos, lo que hace que resulte difícil determinar si las muertes estuvieron relacionadas con los estimuladores o con las intervenciones para colocar los implantes.

Las empresas que fabrican los aparatos médicos insisten en que los estimuladores de la médula son seguros –se implantan unos 60 mil por año– y que los médicos especializados en estas intervenciones dicen que ayudan a reducir el dolor en muchos de sus pacientes.

La mayoría de estos aparatos fueron aprobados por la FDA sin demasiadas pruebas clínicas y las estadísticas de ese organismo revelan que los estimuladores de la médula están asociados con una cantidad desproporcionadamente alta de lesiones comparados con los implantes de cadera, que son más comunes.

La AP preparó su informe sobre los estimuladores de la médula en el marco de una investigación conjunta de casi un año de los aparatos médicos en la que participaron el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y más de 50 medios de todos el mundo. Los periodistas reunieron y analizaron millones de archivos médicos, avisos de retiro del mercado y otras alertas sobre problemas con los aparatos, y entrevistaron a médicos, pacientes, investigadores y soplones.

La investigación comprobó que, según los datos de la FDA, los distintos tipos de aparatos médicos han sido asociados con casi 83 mil muertes y 1,7 millones de lesiones en la última década.

También determinó que la FDA –que otros países consideran el mejor barómetro para medir la calidad de los servicios y productos médicos– pone a la gente en peligro al promover el uso de aparatos que son aprobados mediantes procesos abreviados y que responde con lentitud cuando debe forzar a las empresas a hacer ajustes en aparatos que pueden representar un peligro mortal.

Rara vez los aparatos son retirados del mercado, incluso si surgen problemas graves.

La FDA reconoce que su información es limitada a veces y que se cometen errores, omisiones o no se reciben suficientes denuncias de irregularidades, lo que dificulta la tarea de determinar si una muerte o una lesión está directamente relacionada con un aparato. Pero rechaza toda insinuación de que no esté haciendo las cosas con seriedad.

“Hay unos 190 mil aparatos en el mercado estadounidense. Aprobamos una docena de aparatos nuevos todos los días laborales”, señaló el doctor Jeffrey Shuren, director del departamento de aparatos médicos de la FDA durante una conferencia en mayo. “Los aparatos en los que repara la prensa son menos de los que sacamos al mercado cada día”.

En los últimos 50 años, los aparatos médicos revolucionaron el tratamiento de algunas de las enfermedades más mortales de la actualidad. Pueden tratar o diagnosticar problemas cardíacos, cáncer y diabetes.

Pete Corby, quien se lesionó la espalda trabajando como doble en una película, dijo que el estimulador de la médula lo ayudó a reducir los constantes dolores y a suspender el consumo de opioides a los que se había adicto.

Los fabricantes de aparatos médicos invierten miles de millones de dólares para influir en reguladores, hospitales y médicos.

El neurocirujano de Taft, Jason Highsmith, de Charleston, Carolina del Sur, implantó el aparato en abril del 2014. Pero Taft y su esposa dicen que nunca funcionó.

Highsmith expresó que un electrodo del estimulador de Taft se rompió como consecuencia de la “vigorosa actividad”, aunque Taft asegura que eso es imposible dado el estado en que se encuentra.

En octubre del 2014, Highsmith dijo que operó a Taft para instalar un nuevo cable, probó la batería y reinsertó el aparato. Pero los archivos médicos de Taft indican que siguió reportando insensibilidad, cosquilleo y dolor.

El estimulador fue finalmente sacado en agosto del 2015.

El doctor Highsmith insisten en que la gran mayoría de los pacientes con estimuladores de la médula dicen que el dolor se redujo significativamente tras el implante.

Eso, sin embargo, es escaso consuelo para Taft.

“Esta es mi condena a muerte”, manifestó desde su cama, en cuya cabecera escribió “condenado a muerte”.

«Moriré aquí”, agregó.

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