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Este 4 de febrero se conmemora el Día Mundial Contra el Cáncer, una fecha que busca hacer conciencia y movilizar a la sociedad para avanzar en la prevención y detección temprana de esta enfermedad. Un día que también merece reflexión y espacio para que quienes lo viven cuenten sus historias, siendo una manera humana de sensibilizar y conectar.

Luis García es un joven de 21 años, a quien su sonrisa y optimismo siempre lo han caracterizado. En 2021 le detectaron linfoma de Hodgkin, un tipo de cáncer que se forma en el sistema linfático; sin embargo, el proceso para llegar a un diagnóstico certero comenzó alrededor de dos años antes.

GRACIAS A LA BECA

La historia de Luis con esta enfermedad inició en 2019, al obtener una beca universitaria para estudiar en Taiwán, pero que debía realizarse una batería de exámenes que solicitaban. En uno de esos estudios le apareció una anomalía en los rayos X, resultado que debió notificar al centro de estudios superiores que tendría un retraso porque debía practicarse más análisis para determinar qué tenía exactamente.

El resultado inicial solo con base en exámenes fue que era un tumor (un timoma), por lo que, tras varios chequeos con diversos médicos, se planificó una fecha para una cirugía y así removerlo; sin embargo, la crisis del COVID-19 comenzó y el procedimiento fue pospuesto por dicha emergencia.

 

2020 DE ESPERA

A raíz de la pandemia Luis no obtenía una fecha exacta para llevar a cabo el proceso de operación, todo el tiempo anterior había sido un paciente asintomático en cualquier sentido, no obstante, con el pasar de los días síntomas como un pitido cuando se reía, una tos que con el pasar del tiempo se volvió crónica y severa al punto de hacerlo vomitar; presión alta con la cual sangraba la nariz, comenzaron a manifestarse.
“Cuando en verdad me comenzó a afectar un poco fue a finales de ese año, en el momento en que presenté edema, que es una hinchazón en todo el cuello y cara. Eso para mí fue un impacto real porque ya era algo visual”, admite.

A esto se le sumaría que todo su brazo izquierdo comenzó a inflamarse y su caso pasó a ser urgente, ya que se trataba del síndrome de la vena cava, una condición que puede causar una muerte silenciosa. Casi un año después de los primeros rayos X se los volvió a realizar y el -en ese entonces catalogado timoma- estaba más grande de cómo inicialmente lo habían visto.

Pero un nuevo retraso en la operación sucedería, por séptima vez, en todo momento Luis siempre se mostró tranquilo y con fuerza, asegura que así era como se sentía realmente, pero para sus padres fueron momentos muy complicados que les afectaron mucho.

En este proceso su familia le ha demostrado apoyo en todo momento. Foto: Cortesía

 

UN CAMBIO DRÁSTICO EN TODO SENTIDO

Cuando Luis estaba a punto de ser internado, como parte del protocolo le practicaron una prueba de COVID-19 en la cual dio positivo. Para él y sus allegados era un resultado un tanto extraño, puesto que él había contraído el virus menos de tres meses antes. A raíz de esto fue llevado a un centro hospitalario nacional y referido con el jefe de neumología, quien requirió diversas biopsias y Luis tuvo que ser trasladado a la emergencia del hospital.

“Es de los cambios más radicales, porque pasé de estar tranquilo a estar en la emergencia de ese hospital nacional, en el que cada cinco horas miraba una bolsa negra pasar de alguien que había fallecido”, relata pausadamente mientras sus ojos se comienzan a llenar de lágrimas.

 

Estuvo tres días allí antes de que le realizaran los exámenes. Luis admite que siempre ha sido un poco delicado con la comida, por lo que los primeros dos días le fue muy difícil consumir lo que le llevaban “en una bolsita”, pues no estaba acostumbrado, pero al tercer día su pensamiento cambió y agradeció poder tener esa ‘bolsita de comida’.

Fue un proceso complicado ya que sumado a las dos biopsias que le realizaron, también tuvo que utilizar oxígeno al no lograr oxigenar arriba de 90 -lo cual es lo habitual-, y para ese momento ya tenía un ganglio inflamado. Luego de las pruebas tenía que volver a esperar varios días para obtener los resultados.

UNA ALMOHADA PUEDE CAMBIAR UNA VIDA

A pesar de que Luis no podía tener a su familia acompañándolo todo el tiempo, su mamá llegaba todos los días y se quedaba las horas permitidas. En una ocasión logró llevarle una almohada que lo ayudaba a respirar mejor. Y, cuando ella no estaba, el joven tenía la compañía de las personas internadas que se encontraban con él en el mismo ‘cuadrito’; justo a la par de él había un señor que padecía VIH y otro problema.

En la fotografía se muestra a Luis junto con el personal médico. Foto: Cortesía

“Cuando me hicieron la biopsia del ganglio me fui como por tres horas y al regresar mi almohada ya no estaba, me di cuenta de que el señor de al lado la tenía. Al inicio me enojé bastante, pero en la noche… (en este momento los ojos de Luis se vuelven a llenar de lágrimas) lo vi muy mal, y fue como que me vi de lejos, y dije yo puedo estar parado y hacer mis cosas, él siempre tiene que estar acostado porque se cansa, que se quede la almohada”, narra.

Tiempo después Luis se enteró que el señor falleció, y en su mente siempre recordará de cómo una almohada le pudo dar un poco de calidad de vida al señor en sus últimos días.

 

EL RESULTADO ES CÁNCER

Cuando la primera patología llegó, una semana después de haberse realizado los exámenes, el doctor le informó a Luis que tenía cáncer y debía tratarse de urgencia con quimioterapias. En ese momento el joven no cayó en cuenta de lo que conllevaba ese proceso. Con las primeras dos no sintió realmente ‘algo’, hubo una rebaja de hinchazón, comenzó a saturar arriba de 90 y se pudo ir a su casa.

Ese día Luis lloró por dos razones: estaba contento de regresar a su casa, y se sentía mal por dejar al señor que estaba a su lado, pues era su única distracción.

“Yo seguía hinchado y verme así me hacía sentir un poco mal, pero siempre pensaba ‘esto es algo físico y momentáneo, no será permanente’”, agregó.

Luis tiene como parte de su día a día una filosofía de vida utilizando el hashtag #LiveThePresent. Foto: Cortesía

EL PROCESO DE LAS QUIMIOTERAPIAS

El cuarto de quimioterapias en el centro asistencial estaba ubicado a la par de la morgue, algo que Luis describió como ‘horrible’, y a partir de la tercera él comenzó a sentir los efectos de las quimios. Un proceso que involucró muchas náuseas, vómitos, un constante sabor de hierro en la boca, caída de mechones de cabello, pérdida de masa muscular.

No obstante, la felicidad característica de Luis siempre estuvo allí. “Comenzamos a bromear con mi hermano que me parecía a Gru de los Minions, porque estaba todo ancho de arriba y delgado de las piernas, me miraba divertido, y lo intenté llevar de esa forma”, comenta mientras suelta unas risas.

 

Otra cosa que hacía sentir muy cómodo a Luis después de las quimios eran las cosas frescas, por lo que su tío Jorge -antes de fallecer- solía comprarle piña para que se sintiera mejor. “Es un recuerdo que me queda grabado, y después de las quimios en donde él ya no estuvo yo iba por mi piña”. En el momento en que cuenta esto las lágrimas en sus ojos son mucho más evidentes, algunas caen y las otras las limpia con sus dedos antes de que puedan salir de sus ojos.

Llegó un punto en donde Luis cambió su pensamiento y agradeció tener una quimioterapia, seguir con el proceso, y que a pesar de saber todo lo que involucra, continuó llevando su vida consciente de que era distinta, pero agradecido al tenerla.

EL VALOR DE LOS PEQUEÑOS MENSAJES

Por más de que el año 2021 fuera difícil Luis se esforzó por seguir riendo, involucrándose en la sociedad y tratando de no perder su naturaleza. “A lo largo de mi tratamiento he escuchado que me admiraban por llevarlo de la mejor forma y que no perdí mi esencia, aunque yo sí me sentía perdido, no era yo, no hacía nada de lo que me caracterizaba y físicamente no me parecía a mí, estaba perdido conmigo mismo”, admite.

No obstante, ‘pequeñas’ ocasiones donde su familia le apoyaba con un mensaje, un ‘¿cómo estás?’, o inclusive un yogurt -una comida que ni siquiera es de su gusto-, pero que igual le llegó al corazón, acercarse más a Dios y comprender que cada cosa pasa por una razón, le dieron un gran valor y fueron de ayuda.

Pasado un poco más de la mitad del proceso de las quimioterapias le informaron a Luis que no había una reducción esperada y que deberían continuar con dicho tratamiento por más de lo estipulado, “ese día realmente me quebré, lloré, me sentía tan mal, no quería que mi familia me viera, pero en la cena no me pude aguantar y toda mi familia se unió y terminamos llorando juntos”.

Las palabras de confortamiento de su papá y el escuchar que era alguien a quien admiraba y fuerte, le fueron de mucha ayuda para seguir adelante.

LAS BUENAS NOTICIAS Y EL FUTURO

En una de las citas a finales del año pasado le realizaron un Pet Scan (una tomografía para la pigmentación de células cancerígenas), el informe del tratamiento decía satisfactorio, pero sus otros exámenes seguían mostrando la masa. Luego de una junta de los oncólogos del hospital le explicaron que lo hinchado era por lo resentido que había dejado el cáncer el área, pero que a nivel celular ya no tenía cáncer activo; “hasta que llamé a mi papá y me escuché decirlo caí en cuenta”, admite con una leve sonrisa.

 

Para Luis este proceso le hizo aprender mucho de la vida, de ser agradecido y cómo ser más humano, acepta que hubo muchos momentos en donde se sentía solo, sin nadie que lo pudiera comprender, o sin saber que hacer o sentir, pero que sus creencias le iluminaron siempre con personas, videos, frases o versículos.

Actualmente tuvo un proceso de radioterapias, se reincorporó a la universidad, y pasará cinco años más con constantes chequeos y exámenes para descartar que haya otra caída.

 

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