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Por Gabriel Tuñez
Buenos Aires
Agencia/dpa

A punto de cumplir un año frente del gobierno, el presidente argentino, Mauricio Macri, reconoce que la economía es el talón de Aquiles de su gestión.

Su imagen pública y desempeño como jefe de Estado lograron una aceptación del 45 por ciento, según los sondeos privados difundidos para la fecha. Sin embargo, las mismas encuestas destacan que la población ve con pesimismo la situación de la economía, en recesión desde fines de 2015, con un déficit fiscal superior al 4 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) y una inflación que terminará el año en el 40 por ciento.

A estos datos se agrega que más del 32 por ciento de la población es pobre y 6 por ciento de ella vive en la indigencia; que la tasa de desempleo es del 8.5 por ciento (al menos 190 mil argentinos perdieron su trabajo desde diciembre de 2015, tanto en el sector público como privado) y que la caída del salario, en comparación con el aumento de precios de los alimentos, fue del 5.6 por ciento, equivalente a la registrada en 2002, meses después del estallido social y económico que provocó la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa (1999-2001).

Fue un año «duro para todos los argentinos», reconoció el miércoles Macri, pero aseguró que su administración, al «sincerar los problemas de la economía», logró evitar «una crisis como la de 2001. Nos dejaron un país quebrado, con deudas por todos lados”, argumentó.

El gobierno «tuvo un arranque económico muy bueno», opinó el economista Orlando Ferreres. En los primeros meses de gestión, logró acordar el pago de la deuda en «default» con los llamados «fondos buitre» y, así, acceder al crédito internacional tras varios años sin hacerlo. Además, puso fin a las restricciones que regían en el país para operar con moneda extranjera, unificó el tipo de cambio y benefició con la quita de impuestos al campo. «Se esperaba una recuperación grande de la actividad a partir de julio, pero no ocurrió», indicó Ferreres.

Para el economista Daniel Artana, el Gobierno recibió una situación económica «peor de lo que se imaginaba» de manos de su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015), y frente a ese panorama intentó adoptar reformas de shock» en algunas áreas, aunque en otras, como la fiscal, lo hizo «gradualmente».

En un contexto internacional de economías proteccionistas y en crisis, entre ellas la de Brasil, principal socio comercial de la Argentina, el país buscó el arribo de inversiones. A mediados de septiembre el Gobierno reunió en Buenos Aires a los principales empresarios internacionales y locales en un foro que la prensa llamó «Mini Davos», en referencia a la cumbre cada año se realiza en esa ciudad suiza. Si bien los asistentes expresaron su voluntad de invertir en el país, termina 2016 sin hacerlo.

Un año después de la asunción de Macri, Argentina atraviesa todavía «una transición económica difícil”, reconoció el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

Para el economista Guillermo Calvo, Argentina debe controlar la inflación para volver a ser «un país normal», pero al mismo tiempo «se hace aún más importante reducir el agujero fiscal». Un documento elaborado por la Fundación Mediterránea coincide en que, históricamente, «los déficits fiscales de la Argentina han sido siempre su talón de Aquiles en términos económicos».

Pese a este escenario, el economista Fausto Spotorno opinó que «la economía queda bien parada de cara a 2017, con una incipiente recuperación y una inflación con tendencia a la baja».

Un estudio realizado por la Universidad de San Andrés, de Buenos Aires, afirmó que solo el 19 por ciento de los argentinos cree que la situación económica es buena, aunque el 45 por ciento observa buenas expectativas a futuro.

«Vamos a volver a crecer luego de más de cinco años», prometió el jefe de Estado días antes de comenzar su segundo año de gestión.


Mala percepción

solo el 19 %
de los argentinos cree que la situación económica del país es buena.

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