MELBOURNE, Australia
AP

En el Abierto de Australia del año pasado, los tenistas fueron sorprendidos por informes sobre una plaga de arreglo de partidos en su deporte. Cada conferencia de prensa parecía una emboscada, con una avalancha de preguntas sobre corrupción.

Este año, Roger Federer, Novak Djokovic y el resto de las grandes estrellas del tenis estaban mejor preparadas. Ya tenían listas sus respuestas, y hasta se dieron el lujo de bromear al respecto.

«Pensé que íbamos a terminar con una nota positiva», señaló Federer cuando le hicieron una pregunta sobre amaño de partidos el sábado, al final de su conferencia de prensa previa al comienzo del primer Grand Slam de la temporada.

Luego sonrió. Probablemente no sea la última vez que le preguntan al respecto.

El torneo de 2016 empezó bajo una nube de sospechas después que un reportaje de la BBC y BuzzFeed denunció que las autoridades del tenis habían ignorado casos sospechosos de arreglo de partidos que involucraban a jugadores importantes, aunque ninguno fue identificado. Federer, en ese momento, consideró la situación como «súper seria», y argumentó que cualquiera que esté involucrado en el arreglo de partidos debe ser identificado públicamente.

Durante el último año, las autoridades del tenis emprendieron medidas para hacer precisamente eso. Nueve jugadores y oficiales fueron sancionados por la Unidad de Integridad del Tenis en 2016, la mayor cantidad en un mismo año desde que el organismo fue creado en 2008. Otros dos jugadores se sumaron a la lista en las dos primeras semanas de 2017.

Todos son jugadores ubicados en el sótano del ranking y que juegan principalmente en los circuitos Challenger y Futures, las divisiones inferiores del tenis, donde son más susceptibles a ser tentados para amañar partidos porque hay premios menores y menos escrutinio comparado con los torneos más importantes de la ATP y WTA.

Federer indicó que allí es que las autoridades del tenis tienen que fijar la mira.

«Obviamente no debe haber margen para ese tipo de conducta en nuestro deporte», dijo el suizo, y agregó que los esfuerzos por combatir la corrupción han rendido frutos. «Lo bueno es que menos del uno por ciento de los jugadores han incurrido en este tipo de conducta, entre tantos partidos y tantos jugadores. Así que creo que estamos bastante bien».

Para ser precisos, la unidad dijo que sólo 292 partidos generaron apuestas sospechosas entre más de 114 mil que se disputaron el año pasado, o sea 0.2%. Las apuestas sospechosas tampoco son evidencia inapelable de que haya un amaño.

Federer también elogió la decisión de la unidad de crear un grupo independiente para evaluar su desempeño y recomendar cambios. Ese informe será publicado este año.

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