Hockenheim, Alemania
DPA

Un bólido en llamas. Niki Lauda dentro. El austríaco sobrevive, pero tiene desde entonces una enorme cicatriz en la cara. Superó rápido el drama. Un año después se proclamó campeón del mundo de Fórmula 1 por segunda vez.

Hoy se cumplen 40 años del espeluznante accidente que sufrió el piloto austríaco en el circuito alemán de Nürburgring. Fue un 1 de agosto de 1976.

«Una barbacoa», como lo definió muchas veces el propio Lauda. Un infierno de llamas del que escapó. «Para mí el 1 de agosto es un día como otro cualquiera. No me pongo delante del espejo y digo: ‘¡Hurra, hurra, hurra, estoy vivo!'», señaló Lauda, de 67 años, en una entrevista con el diario «Frankfurter Allgemeine Zeitung».

Siete semanas después del accidente, Lauda estaba otra vez detrás del volante a bordo de su Ferrari. Aquel campeonato del mundo lo perdió por un punto ante el «playboy» James Hunt, pero al año siguiente se impuso para conseguir la segunda de sus tres coronas. La última llegaría en 1984.

«Seis meses después volví a conducir al mismo nivel o incluso mejor todavía. Y eso sólo es posible si uno supera un problema al ciento por ciento», contó una vez Lauda, un poseso de la técnica de los automóviles. «El hecho de recuperarme rápido formaba parte de mi estrategia. No podía estar sentado en casa pensando en ello, por qué pasó y por qué a mí».

Ese drama tenía todos los ingredientes «hollywoodienses». Así, el famoso director Ron Howard decidió llevar la figura de Lauda, que fue interpretado por Daniel Brühl. El actor quedó fascinado con el expiloto austríaco.

«Tiene totalmente bajo control su cuerpo y su espíritu. Es capaz de dejar a un lado los temores», señaló Brühl sobre Lauda.

Nadie puede imaginarse lo que sufrió Lauda aquel 1 de agosto de 1976. Entonces tenía 27 años, era campeón del mundo y el defensor del título. Perdió el control de su Ferrari, chocó contra un muro y su bólido salió despedido entre llamas hacia el trazado.

Los otros pilotos detuvieron sus coches para socorrer a Lauda y sacarlo del coche. Lauda no recuerda más, en su mente sólo está cuando sacaron su cuerpo del «cockpit».

El austríaco fue trasladado a una clínica de Ludwigshafen, donde los médicos lograron salvar la vida del piloto. Sus pulmones fueron limpiados durante días por los gases tóxicos que había inhalado.

Lauda tiene varias cicatrices en el rostro desde entonces. Lo consigue tapar un poco con su inseparable gorra roja, una marca mundialmente conocida del piloto. Los medicamentos le produjeron graves daños en los riñones y recibió ya dos trasplantes.

A pesar de todo, no fue el accidente de hace 40 años el golpe más duro que sufrió el actual jefe del consejo de vigilancia de Mercedes. En 1991, un avión de la compañía Lauda Air se estrelló cuando hacía un trayecto entre Bangkok y Viena y murieron 223 personas. «Fue el peor momento de mi vida», dijo Lauda.

Artículo anteriorPolémica e intensa jornada en el Campeonato Nacional de Automovilismo
Artículo siguienteUN CRONÓMETRO QUE NO SE ENCENDIÓ HIZO PERDER SEGUNDOS A ROSBERG