Gustavo Bracamonte
Escritor

Cuando me enteré de la muerte del escritor chiquimulteco Elías Valdés Sandoval se pudo entristecer más una tarde aciaga y sospechosa por el calor intenso que hacía, pero nunca decirle a la familia: resignación por la pérdida; no, porque muy bien lo dice Ernesto Sábato: «Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar, es de alguna manera una indignidad».

Elías Valdés es digno de que se siga conociendo; que se continúe en la incansable lucha de justipreciar en toda la dimensión su egregia figura, de que se conozca en todo el país porque los del canon de la literatura le negaron por tres veces el Premio Nacional de Literatura. Siempre el círculo vicioso y enfermo de los escritores que se adulan entre sí y se apañan sus debilidades.

Lo señalaba el periodista y poeta César Brañas cuando leyó Tizubín ¿Habrá otros regalos tan brillantes a nuestras letras Elías Valdés Sandoval? Es de esperarlo, pues, además de sus dotes de escritor, contará a estas calendas un nutrido y valioso acervo de experiencias que puede fijar en otras memorables, como ya fija con ésta su nombre tan esperanzadoramente. Así lo hizo Elías. Después de Tizubín, ocurrieron más de treinta libros que deben divulgarse y fundamentalmente leerlos. Brañas desde aquel entonces reconoció los dotes del periodista y escritor Elías Valdés; también a lo largo de su existencia reconoció la APG, la Facultad de Humanidades y la Corporación Municipal de Chiquimula.

De ninguna manera puedo soslayar lo que señala Eloy Amado Herrera al comentar Tizubín la novela más conocida del escritor chiquimulteco, cuando dice: «Elías Valdés está habitado por una porosa sensibilidad y ha sabido nutrirse con nuestras erizadas realidades, para trasvasar en el pentagrama de las letras toda esa geografía de corolas amargas, y hoy surge como un señor de la novelística criolla, con una pluma que destella relámpagos verdes y hace crepitar policromías de arabesco en licores de amarga realidad. Obra muy guatemalteca la de Elías, con la cual nos hace pensar que la esperanza se forja en el yunque del dolor».

Es menester reconocer el trabajo periodístico y literario de Elías Valdés, uno de los escritores más prolíficos de Chiquimula y me atrevo a pensar, de Guatemala, en las últimas décadas. Sin embargo, al perder en abril a uno de los escritores más connotado de Chiquimula, de Guatemala, nos obliga, especialmente a las y los chiquimultecos, a reencontrarnos con él y hacerlo eterno en la lectura constante de sus textos e ideas por la proliferación de la cultura entre los niños, niñas y jóvenes del país. Conversar con Elías en las aulas, en los parques, en espacios culturales, que no son muchos, en las casas con una lectura detenida y encontrándolo siempre ameno y sonriente, pues como apuntalaba García Márquez, «la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido». De tal manera que ni un minuto de olvido para Elías Valdés Sandoval. Cientos de sus libros siendo leídos, es el mejor homenaje y tenerlo vivo en el pueblo.

Y concluyo con una idea del gran escritor mexicano, Octavio Paz, cuando afirma que nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. La muerte de Elías Valdés tuvo sentido, porque su vida la pasó escribiendo como una de las pasiones con las que se aferró; qué mejor sentido que escribir y servir a la población con sus textos literarios, enriqueciendo la cultura, dando renombre a un pueblo que se ufana de ser la cuna de la cultura. La vida de Elías Valdés Sandoval se prolonga en su muerte, como es la cosmovisión de los ancestros. Elías vive en la literatura guatemalteca y en el periodismo nacional.

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