Max Araujo
Escritor
Uno de mis profesores en la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Rafael Landívar, a fines de los años setenta, fue el poeta Amable Sánchez Torres. Posteriormente fuimos colegas cuando él se recibió en la misma universidad de licenciado en ciencias jurídicas, abogado y notario. Pero fue la literatura la que nos unió. Fue miembro de Rin 78. Compartimos como integrantes de la Junta Directiva del Instituto de Cultura Hispánica y como miembros fundadores de la Asociación Módulos de Esperanza, entre otras actividades. Somos amigos y es mucho lo que tendría que decir de él. Es uno de muchos españoles que a partir de los años cincuenta han hecho de Guatemala su patria y que han aportado a diversas expresiones de nuestra cultura, como artistas, críticos de arte y en otras áreas de la vida.
Su poesía es de una extraordinaria calidad, pero lo más importante es su calidad humana. Llegó como sacerdote católico, pero el amor por una guatemalteca lo hizo dejar los hábitos religiosos. Actualmente es miembro de la Junta Directiva de la Academia Guatemalteca de la Lengua Española. Desde que quedó viudo lleva una vida muy discreta, dedicada al estudio y a la docencia en la Universidad Francisco Marroquín. Casi una vida monacal. Reside a pocos metros de dicho centro de estudios.
Amable Sánchez Torres nació en Morasverdes, Salamanca (España) el 29 de marzo de 1935. Desde 1966 vive en Guatemala, donde se ha nacionalizado como guatemalteco. Es licenciado en Teología por la Facultad de Teología de San Esteban de Salamanca, y doctor en Letras y Filosofía y licenciado en Derecho (primer premio de tesis en esta carrera en 1984) por la Universidad Rafael Landívar de Guatemala.
Ha dado clases de Lenguaje, Literatura, Análisis y Crítica Literaria, Filosofía, Filosofía del Derecho, Ética y Antropología Filosófica, en la Universidad Rafael Landívar y en la Universidad Francisco Marroquín.
Por los años 60 del siglo pasado, cuando estudiaba Teología en Salamanca, empezó a publicar en algunas revistas, entre ellas Poesía española, Álamo, Uriel, Rocamador y Caracola, pero desde que vino a Guatemala rompió prácticamente con el mundo literario español y apenas volvió a publicar en revistas.
El 9 de diciembre de 1999, fue condecorado por el rey de España, Juan Carlos I, con la Orden de la Encomienda del Mérito Civil.
En octubre del 2014, la Facultad de Derecho de la Universidad Francisco Marroquín le otorgó el Reconocimiento al Autor Nacional, por su libro Como al pasto el rocío.
Estos son los títulos de sus libros de poesía publicados:
1963-Travesía del hombre
1970-Domingo
1971-Habitante del vértigo, con prólogo del Dr. Carroll E. Mace
1973-La hora de las tentaciones
1976-Irremediablemente humano
1978-Insomnios y cicatrices
1984-Tratado del amor y de la muerte, con prólogo del P. Ramón Adán Stürtze
1993-Delito mayor, con prólogo de Hugo Cerezo Dardón
1996-Nudos en la sombra
1998-Proverbios y cantares que se le olvidaron a Machado
2004-Cosa cordial, con prólogo de Francisco Pérez de Antón
2010-Como al pasto el rocío, con prólogo de Gustavo Adolfo Wyld Ferraté
Actualmente tiene sin publicar una extensa obra, que se concreta en diversos títulos.
De Amable Sánchez se ha dicho:
“Un gran silencioso, lleno de serenidad y de pasión”. (Francisco Morales Santos).
“Sus temas son los de todo buen poeta: la vida y la muerte, el tiempo y la eternidad, el hombre y las cosas, la soledad, la esperanza, el amor, la angustia de buscarse a sí mismo y a los otros, el conflicto entre las apariencias y una realidad desconocida… Sus creaciones nos hablan con voz clara y sencilla, en una pureza de sol, viento, piedra y noche”. (Carroll E. Mace).
“Amable Sánchez Torres pasa, con igual soltura, del versolibrismo al rigor del soneto y del alejandrino. Y subyace en su obra un contenido de innegable garra filosófica de filiación existencialista, expresado por la vía ya de la amargura, ya de la ironía”. (Joaquín Galán. Vida Nueva. La Generación del Posconcilio).
“Poeta entrañable y vivo. Poeta sencillo y místico. Su poesía es sacerdocio y comunión, y amor y muerte para otra vida”. (Ramón Adam Stürtze).
“Es permanente su predilección por el soneto, de impecable factura; el uso del endecasílabo, combinado con versos de cinco y siete sílabas; su maestría en el manejo del octosílabo, metro del romance, el más popular y auténtico de la poesía española…; y el verso libre, no desbocado y caprichoso, porque lo refrena con acertadas combinaciones métricas…La poesía de Amable, por otra parte, es conscientemente depurada de pesos muertos”. (Hugo Cerezo Dardón).
“Así como en el trazo enérgico de Goya o en el grafismo y la sensibilidad de Joan Miró se adivinan las pinturas de la roca de Altamira, así en la poesía de Amable respira y vive España: él es Berceo y Garcilaso y León Felipe y… Decirlo es atrevido y pedimos que se nos perdone: Amable nos acerca a los grandes… Con él y en él casi tuteamos a los monstruos de la poesía peninsular”. (Luis Alfredo Arango).
“Una obra cuya índole vitalista y seria será testimonio y deleite, ejemplo de poesía, lección de auténtica literatura, destinada a perdurar a lo largo de los años”. (Francisco Albizúrez Palma).
“Los versos de Amable exhalan la tradición estoica hispana desde Séneca a Machado, pasando por Francisco de Quevedo. El camino, la soledad, la brevedad de la vida, la muerte y el viajar ligero de equipaje son las constantes de sus poemas. Y también el aire. Viento, vuelo, cielo, ave, son vocablos que Amable reitera en su poesía como expresiones de un ascenso esencial, de una imperiosa ascesis que envidia en alondras y palomas… Nostalgias de eternidad, que diría el clásico. Y arte poética de primer orden, que diría el crítico. Con las voces más modestas, Amable logra profundidades oceánicas”. (Francisco Pérez de Antón).
“En mi trayecto por el poemario –habla el prologuista de Como al pasto el rocío– he ido reconociendo y disfrutando algunas partes que ya conocía… Aun así, fue como si me adentrara por primera vez en ellas y en otras que no conocía. Puedo asegurar que en este libro hay mucho que contemplar, mucho para impresionar el ánimo, y aún más para alimentar la cabeza y el corazón. (…) Admirable es la sutileza y habilidad que muestra el autor para alisar y dar tersura a la palabra. (…) y también para definir la poesía. (…) Debo advertir que el libro de Amable Sánchez se disfruta intensamente, pero no hay que leerlo al desgaire: el pulimento y la tersura formales que lo constituyen, pueden, por puro embelesamiento, obnubilar la gravedad de su contenido, la importancia de esos silencios de los que hablaba Juarroz y que están latentes en los interlineados. Hay algo que sobrevuela allí, en esos recintos”. (Gustavo Wyld).
No me cabe la menor duda que por su obra Amable es merecedor del Premio Nacional de Literatura. Galardón que ya tiene otro compatriota suyo, guatemalteco por nacionalización, Francisco Pérez de Antón.