Mauricio José Chaulón Vélez1

Hablar de Mario Ruata Asturias es referirnos, sin duda, a un personaje histórico fundamental de la Semana Santa guatemalteca contemporánea, como uno de los principales impulsores para las grandes transformaciones de las expresiones de esta gran manifestación de religiosidad popular durante el siglo XX en Guatemala.

El año pasado se cumplieron 100 años de su nacimiento y era una fecha propicia para hacerle un merecido homenaje. Sin embargo, la amarga contingencia de la pandemia de Covid19 hizo que la atención se desviara a otros puntos. Pero este es un buen momento para retomar una efeméride importante, porque simbólicamente estamos en un contexto de nuevos impulsos, tal y como lo hizo Mario Ruata en la década de 1950.

Comencemos preguntando entonces, ¿quién fue Mario Ruata Asturias? Nació el 3 de septiembre de 1920 en la Ciudad de Guatemala y falleció el 15 de agosto de 1993, también en la capital, poco antes de cumplir los 73 años. Perteneció a una familia de clase media alta que se vio influenciada por el contexto de cambios sociales muy importantes en la sociedad liberal guatemalteca, como por ejemplo la primera década sin la dictadura de Manuel Estrada Cabrera y la consecuente recomposición del liberalismo, con los gobiernos de Carlos Herrera, José María Orellana y Lázaro Chacón.

Tenía nueve años cuando ocurrió el acontecimiento del quiebre de la Bolsa de Valores de Nueva York, como inicio de la tremenda crisis económica conocida como la Gran Depresión; y si a eso le sumamos los cambios mundiales a nivel de las naciones más poderosas después de la crisis de los imperios y del fin de la I Guerra Mundial, aunada la pandemia de la denominada Gripe Española, diremos que Mario Ruata empezó a formarse con una visión de necesaria colectividad, bastante fuerte, basada en el trabajo.

Recordemos que del lado de su familia paterna, don Mario tenía ascendencia italiana, correspondiente a los grupos migrantes que vinieron a América en el siglo XIX. Asimismo, mantenía abolengo local por línea materna, ya que la rama de su apellido Asturias corresponde a la familia Álvarez de las Asturias, que fue una de las más relevantes en la Época Colonial y en el siglo XIX republicano de Guatemala. Por ejemplo, uno de sus hermanos, Enrique Ruata Asturias, cinco años mayor que él, entró a la Escuela Politécnica, lo cual era muy común en la búsqueda de profesionalizarse para jóvenes de clase media urbana e iniciar una carrera segura.

Así, Mario Ruata empezó a trabajar desde muy joven y se habían abierto espacios en Guatemala por parte del capital financiero extranjero, dadas las políticas del gobierno de Franklin Delano Roosevelt para recuperar la economía de su país. Asimismo, firmas inglesas y de otros países de Europa abrieron empresas diversas en Guatemala relativas al comercio, la industria y capitales financieros, como por ejemplo bancos, casas de bolsa y aseguradoras. Fue en este último ámbito en donde empezó a destacar don Mario Ruata Asturias. Su familia era católica y él se vinculó desde muy temprano a las procesiones de Semana Santa, principalmente con Jesús de La Merced y el Santo Entierro de Santo Domingo. Así, a finales de la década de 1940 llegó a San José, para colaborar con la procesión de Jesús Nazareno de los Milagros.

A inicios de la década de 1950, específicamente en 1952, se le encomendó reorganizar el culto a esta imagen, por lo que después de esa Semana Santa convocó a varios jóvenes para conformar un nuevo grupo de trabajo. Recordemos que Jesús de los Milagros había sido intervenido dos veces, en 1942 y 1947, por el escultor de origen hondureño Julián Lara Alvarado, como una imagen muy importante del barroco de Guatemala. Pero su procesión había perdido impulso por situaciones diversas que estaban relacionadas con su grupo organizador, lo que no significa que haya estado en peligro de desaparecer.

Fue así como el prestigio de don Mario Ruata, quien era realmente un joven de 32 años, pero ya era visto como un empresario serio en el campo de los seguros donde era un reconocido vendedor y gerente, recibe el llamado y lo asume para hacerse cargo del culto al Nazareno de San José. Incluso, se dice que no había energía eléctrica en algunas partes de la iglesia y de la casa sacerdotal, por lo que las primeras reuniones con este grupo de trabajo integrado por jóvenes se llevaron a cabo en condiciones muy sencillas y a la luz de velas. Lo que don Mario estaba haciendo en ese momento era construir una de las redes de trabajo más célebres e importantes para la renovación de la Semana Santa guatemalteca a mediados del siglo XX, en la Ciudad de Guatemala. Él supo, con su capacidad gerencial, elegir a esos jóvenes cucuruchos, muchos de ellos pertenecientes a familias con profunda historia en la Semana Santa, y convertirlos en gestores y dirigentes también. No obstante de venir de una familia con posición social más o menos acomodada, don Mario jamás utilizó su abolengo para crear una élite, sino al contrario, lo que creó fue un grupo de trabajo de servicio. Precisamente uno de los principios de don Mario fue el de “estamos aquí para servir”. Esto distingue una escuela de trabajo en la Semana Santa guatemalteca. De esa manera, Mario Ruata supo vincular sus capacidades de gestión al servicio de la religiosidad popular porque sabía leer y entender los códigos del pueblo, y San José era un espacio muy adecuado para ello.

En 1953, luego de esas convocatorias de 1952, empezó como Encargado General del culto a Jesús de los Milagros. Lo primero que hizo fue fundar una Asociación de tipo civil, lo que le permitía mayor capacidad de gestión. Dentro de estos primeros integrantes destacados en su grupo de colaboradores, podemos mencionar a Julio Armando Arce Abdo, Édgar Arce Abdo, Guillermo Molina Monzón, Antonio Molina, Carlos Gordillo, Édgar Aguilar, Rolando Aguilar, Carlos Calderón, Carlos Ávila y Miguel Ángel Sosa, entre otros. En dicha organización, aplicó su capacidad gestora como gerente de aseguradoras, para que la nueva asociación funcionase.

En 1954 se organizó el primer viacrucis que fue la base para realizar en 1955 la primera procesión penitencial con Jesús de los Milagros del Primer Jueves de Cuaresma y que pasó a ser conocida como Procesión del Silencio, por el distintivo de que no llevaba banda sino solo un redoblante y una corneta. Don Mario Ruata tomó como referencia el viacrucis penitencial con Jesús del Perdón que observó varios años en la Antigua Guatemala. Este fue un gran paso para vincular con la mística de religiosidad popular. Imaginemos esa procesión de madrugada, saliendo a las 12 de la noche y recorriendo en silencio las calles hasta llegar al templo de la Recolección, ser recibida por Jesús del Consuelo y la Virgen de Dolores, y por supuesto por los miembros de la Hermandad recoleta, y regresar a San José entre cuatro y cinco de la mañana, rezando el Viacrucis. Esto también generó nuevas vinculaciones entre asociaciones y hermandades.

Históricamente, los grupos sociales que han organizado la Semana Santa guatemalteca en la Ciudad Capital han tenido diversos momentos de vinculación, articulaciones y búsqueda de unidad, por lo que con la gestión de don Mario Ruata encontramos que esto se refuerza en un momento de delicada situación política en Guatemala.

La cohesión en barrios a través de la Semana Santa ha sido siempre importante para el pueblo, sobre todo en momentos de incertidumbre social. Una de las parroquias con las que la gestión de don Mario Ruata fue sumamente cercana es la del Santísimo Nombre de Jesús, la Recolección. Fue él quien gestionó que las puertas de San José pudieran ser cambiadas y se adquirieron las del templo recoleto.

Asimismo, la Asociación josefina prestó andas para la procesión del Señor Sepultado de la Recolección. Una cruz antigua de Jesús de los Milagros fue regalada a Jesús del Consuelo, consolidando con estos actos los acercamientos entre ambas entidades. En 1955 también se inicia el célebre Escuadrón de Romanos de San José, con el colaborador Armando Arce Abdo como su primer jefe, siendo un grupo que empezó a crecer rápidamente. Seguramente, Ruata tomó como referencia los escuadrones de romanos antigüeños. Con esto, don Mario Ruata y su grupo de colaboradores que fue llamado “El grupo de Mario Ruata de San José”, comenzaron a innovar y esto no se detuvo. En realidad, la primera innovación sorpresiva fue aumentar el anda de Jesús a 40 brazos en 1954. Esto era inédito en la Semana Santa guatemalteca y permitió que muchos cucuruchos encontraran más espacios para cargar a Jesús de los Milagros. De esa manera y por medio de persistentes actividades de inscripción durante todos los Domingos de Cuaresma, tanto en San José y en atrios de otras iglesias, como La Merced, Candelaria y Santo Domingo, empezó a aumentar el número de cargadores del Rey del Universo y de cargadoras de la Dolorosa de San José.

La introducción de la fanfarria romana inspirada en la segunda película de “Ben-Hur” correspondiente a 1959 para darle más realce al ya colorido cortejo de los trajes de romanos2 que eran llamativos e inspirados en la original película de “Ben-Hur” de 1925, logró una integración extraordinaria. Todo esto hizo que mucha gente esperara con ansias la procesión de Jesús de San José, y que más personas se inscribieran. Luego vinieron más aumentos de tamaño en las andas: 50 brazos en 1955, 64 brazos en 1956 y la monumental anda de 80 brazos en 1957, algo totalmente novedoso e impactante en la Semana Santa guatemalteca. Este fue el último año que estuvo Mario Ruata al frente de la Asociación.

Las exposiciones de las andas y de las túnicas en el Pasaje Rubio, inauguraron también la cultura de museo abierto de la Semana Santa, algo que articula muy bien con la cultura popular. Se le añadió a la procesión del Domingo de Ramos el conjunto escultórico de San Juan y Santa María Magdalena, grandes obras del Maestro Huberto Solís. Así, el cortejo de Jesús de los Milagros marcó un antes y un después en la Semana Santa guatemalteca. Podríamos decir que gracias a la visión de don Mario y de sus colaboradores, San José inició una nueva época influyendo en varias procesiones de la Semana Santa guatemalteca: por ejemplo, las fanfarrias se hicieron comunes en varios escuadrones de romanos en otros cortejos del país, hasta la actualidad. En ese sentido, a San José lo empezaron a distinguir las águilas imperiales de 1961 y 1962, logrando que las impresionantes andas fuesen por algunos años las más grandes de Guatemala (y posiblemente del mundo en su género) convirtiéndose en un verdadero catafalco romano con un diseño único que sigue causando admiración. Todo esto formó una amalgama estética singular con los colores propios de un Domingo de Ramos, logrando que muchos jóvenes se inscribieran en una asociación muy dinámica y entusiasta que manejaba una procesión cada vez más llamativa.

En la radio, don Mario Ruata colaboró para que los programas de la Cuaresma y la Semana Mayor tuviesen más difusión y novedosos contenidos. Gestionó la grabación de los primeros discos de marchas fúnebres, no solo para lograr fondos económicos para la Asociación de Jesús de los Milagros, sino también para la promoción de este género musical, que gracias a estas grabaciones trascendió del espacio procesional al de la casa para ser escuchado en cualquier momento, coadyuvando a su amplitud. En esa misma línea, propuso los primeros cromos de Jesús de los Milagros para que sus feligreses pudiesen tenerlo en casa, involucrando al fotógrafo Ricardo Mata para que las imágenes fuesen artísticas.

Los turnos a color constituyeron otra acción muy importante no solo para Jesús de los Milagros y la iglesia de San José, sino también para la Semana Santa guatemalteca en su conjunto. Para esto, don Mario Ruata encontró en el reconocido litógrafo e impresor Byron Zadik una posibilidad de mejorar el diseño de los turnos, influyendo decisivamente en la estética de la Semana Santa. De esa manera, se abrió la integración de otras artes y técnicas como las sonoras, la fotografía y el diseño gráfico en el desarrollo de la Semana Santa en Guatemala.

Don Mario también fue el Presidente de la Comisión de Consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo en 1973, la cual fue un acto inolvidable en la historia de nuestra Semana Santa. Asimismo, uno de sus proyectos que lamentablemente ya no pudo llevar a cabo porque le alcanzó la muerte, fue la de organizar una fundación de ayuda a cucuruchos con problemas económicos, fuera por desempleo, enfermedad u otras circunstancias. Él siempre reconoció que hubo momentos difíciles en su familia, y por eso luchó por no convertir las dirigencias de Semana Santa en élites. Al menos pudo estar presente en la Consagración de su amado Jesús de los Milagros, siendo un gestor de ella.

Los aportes de don Mario Ruata Asturias son para muchas páginas y es un legado gigante y profundo el que dio para la Semana Santa de hoy. Él fue uno de los motivadores para que estos grupos de jóvenes que integraban asociaciones y hermandades de la Ciudad de Guatemala en los años 50 y 60 fuesen a cargar a procesiones de la Antigua Guatemala como la de Jesús de la Caída de San Bartolomé Becerra, Santa Ana y Jocotenango.

Es importante vincular el papel histórico de don Mario Ruata Asturias a todo el proceso de reorganización de la Semana Santa guatemalteca, que realmente había iniciado a finales del siglo XIX durante el arzobispado de Ricardo Casanova y Estrada, en el mejoramiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el gobierno de José María Reyna Barrios. Esto permitió que varias personas se destacaran en innovaciones dentro de las hermandades y sociedades de pasión de la Ciudad de Guatemala, construyéndose redes y apoyos entre ellas. En los años 50, Mario Ruata Asturias continuó con esa dinámica, fortaleciéndola y, sin duda, definiendo una época. Agradezco los aportes del licenciado Juan Pablo Arce Gordillo, del profesor Juan Alberto Sandoval y del doctor Fernando Urquizú para enriquecer este documento.

Armando Arce Abdo y Mario Ruata Asturias, personajes históricos de la Semana Santa guatemalteca de la segunda mitad del siglo XX. Imagen de Juan Pablo Arce Gordillo.
1 Historiador y antropólogo social. Profesor e investigador titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Académico Docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Rafael Landívar. Cucurucho. Presidente de la Asociación de Cucuruchos Seculares e integrante del programa radial Memorias del Cucurucho.

2 Los primeros trajes del escuadrón de romanos de San José fueron elaborados por la señora Emma Abdo Marves de Arce, madre del primer jefe de dicho grupo, Armando Arce Abdo.

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