La religión como factor de integración social
Emile Durkheim (1858-1917) es uno de los grandes sociólogos de nuestro tiempo. A él ya nos hemos referido al hablar de la sociedad, y revisado textos en el cual se exponía la determinación de los individuos por la sociedad, de la cual reciben su educación, conocimientos, modo de ser, etc. Las realidades sociales son para Durkheim cosas que se le imponen inexorablemente a cada hombre particular. La religión, para Durkheim, es también una realidad fundamentalmente social. Frente a quienes desean explicar la religiosidad a base de vivencias y de sentimientos individuales, Durkheim interpreta la religión como un fenómeno social, que cumple una función particularmente importante: la de integrar y dar coherencia a una determinada colectividad humana. La sociedad crea la religión, pero la religión sirve para crear la sociedad, dotándola de orden y de sentido. Por eso, incluso las sociedades «laicas o ateas» necesitan de algún tipo de «religión». (*)
* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.
Hemos visto que esa realidad que las mitologías han presentado en tantas formas diferentes, pero que constituye la causa efectiva, universal y eterna de esas sensaciones sui generis de que está hecha la experiencia religiosa, es la sociedad. Hemos mostrado cuáles son las fuerzas morales que pone en acción y cómo despierta ese sentimiento de apoyo, de salvaguardia, de dependencia tutelar que vincula al fiel a su culto. Ella es quien le eleva por encima de sí mismo: incluso es ella quien le da su ser. Pues lo que crea al hombre es ese conjunto de bienes intelectuales que constituyen la civilización, y ésta es obra de la sociedad.
Y así se explica el papel preponderante del culto en todas las religiones, en cualquiera de ellas. Es porque la sociedad no puede dejar sentir su influencia si no está en acto, y no está en acto más que si los individuos que la componen se encuentran reunidos y actúan en común. Es por medio de la acción común como adquiere conciencia de sí misma y se hace presente. Es ante todo una cooperación activa. Las ideas y los sentimientos colectivos sólo son posibles gracias a los movimientos externos que lo simbolizan, tal como hemos demostrado. Así pues, es la acción la que domina la vida religiosa por la sola razón de que la sociedad constituye su fuente originaria. (…).
Llegará un día en que nuestras sociedades volverán a conocer horas de efervescencia creadora en cuyo curso surgirán nuevos ideales, aparecerán nuevas formulaciones que servirán, durante algún tiempo, de guía a la humanidad; y una vez vividas tales horas, los hombres sentirán espontáneamente la necesidad de revivirlas mentalmente de tiempo en tiempo, es decir, de conservar su recuerdo por medio de fiestas que revitalicen periódicamente sus frutos. Hemos visto ya cómo la revolución (francesa) instituyó todo un ciclo de fiestas con el fin de conservar en un estado de perpetua juventud los principios que la inspiraban.
(Tomado de Las formas elementales de la vida religiosa, 1912)