la experiencia histórica de Dios

Según Xavier Zubiri, el problema de la religión o, más radicalmente, el problema de la religación del hombre a la realidad no ha de plantearse en el ámbito fenomenológico de las vivencias de conciencia, sino en un análisis de la acción humana. Una acción que no es nunca meramente individual, sino también social e histórica. Lo cual significa que la experiencia religiosa y su verdad remiten necesariamente a la sociedad y a la historia humana. Y esto, no para explicar la religión como un mero fenómeno social, sino, por el contrario, para mostrar toda su riqueza y profundidad… (*) González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

Como acabamos de ver, cada hombre es persona codeterminada frente a todo lo demás, además frente a todos los demás, individual, social e históricamente: ejecuta sus acciones siempre según estas tres dimensiones interpersonales, es decir, las acciones humanas siempre están configuradas según esta triple dimensión. (…).

En cada acción que el hombre ejecuta se configura una forma de la realidad. Realizarse es adoptar una figura de realidad. Y el hombre se realiza viviendo con las cosas, con los demás hombres y consigo mismo. En toda acción el hombre está, pues, «con» todo aquello con que vive. Pero aquello “en” que está es la realidad. Por tanto, las cosas, además de sus propiedades reales tienen para el hombre lo que he solido llamar el poder de lo real en cuanto tal. Sólo en él y por él es como el hombre puede realizarse como persona. La forzosidad con que el poder de lo real me domina y mueve inexorablemente a realizarme como persona es lo que llamo apoderamiento. El hombre sólo puede realizarse apoderado por el poder de lo real. Y este apoderamiento es a lo que he llamado religación. El hombre se realiza como persona gracias a su religación al poder de lo real. La religación es una dimensión constitutiva de la persona humana. (…).

En las tres dimensiones del hombre, la individual, la social y la histórica, tiene el hombre una experiencia de Dios. (…) En primer lugar, el hombre tiene una experiencia social de Dios (…). Esta experiencia de Dios no es el resultado de una especie de silogismo: Dios está presente en el hombre y el hombre experiencia a Dios como absoluto en todo; es así que vive en una sociedad, luego experiencia a Dios en sociedad. No se trata de eso; se trata de ver en qué consiste la dimensión social de la experiencia de Dios. La experiencia social de Dios, precisamente porque es social, es multiforme y varía, como son diversas las maneras de vivir lo absoluto en la libertad de cada cual. Cada cual hace a su manera la experiencia de lo absoluto. Pero además el hombre tiene de Dios una experiencia social tan multiforme como puede ser la experiencia individual de Dios, una experiencia social con todas las concreciones, vicisitudes y límites de las sociedades a las que los hombres pueden pertenecer. Realmente, la experiencia no es atributo de el hombre, sino de los hombres en su concreción. (…).

Pero, además, hay una experiencia histórica de Dios que no es idéntica a la experiencia social. (…). Se está habituado a considerar la historia como una especie de museo cronológico de formas humanas y sociales. (…). Esto me parece a mí radicalmente insuficiente. La historia, (…) es propia y rigurosamente una experiencia. Y como experiencia es probación física de realidad. El hombre, no solamente ha ido sucediéndose en formas distintas, sino que realmente ha ido experimentando. Nuestra época, por ejemplo, va haciendo probación física de muchas cosas que para Aristóteles eran un catálogo de formas vacías y que para nosotros son experiencias. La historia es constitutivamente experiencia. (…). Contra lo que decían Kant y Hegel, la historia no es el despliegue de una razón, sino que es realmente el despliegue de una experiencia de Dios. (…).

Como plasmación de la religación que es, la religión tiene siempre una visión concreta de Dios, del hombre y del mundo. Y por ser experiencial, esta visión tiene forzosamente formas múltiples: es la historia de las religiones (…). Por tanto, pienso que la historia de las religiones es la experiencia teologal de la humanidad tanto individual como social e histórica, acerca de la verdad última del poder de lo real, de Dios.

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