La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías

Santo Tomás (1225-1274) es recordado por su genial síntesis entre el aristotelismo pagano y la visión cristiana del mundo, enormemente avanzada en su tiempo. Ahora presentamos sus famosas “cinco vías” o rutas por las cuales la razón puede llegar a Dios. Es importante captar, que, más que “pruebas” o “demostraciones” estrictas, son más bien “vías”, esto es, caminos racionales hacia Dios. Todos ellos, como vamos a ver, son caminos que parten de la naturaleza para llegar a su origen último, es decir, a Dios. Pero todas ellas dependen también de la idea aristotélica de naturaleza, que hoy ya se nos ha vuelto problemática. (*)

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

La existencia de Dios se puede demostrar por cinco vías. La primera y más clara se funda en el movimiento. Es innegable, y consta por el testimonio de los sentidos, que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro (…). Pero si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero; y a éste, otro. Pero no se puede seguir indefinidamente, porque así no habría un primer motor y, por consiguiente, no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por nadie, y éste es el que todos entienden por Dios.

La segunda vía se basa en la causalidad eficiente. Hallamos que en este mundo de lo sensible hay un orden determinado entre las causas eficientes; pero no hallamos que ninguna cosa sea su propia causa (…). Ahora bien, tampoco se puede prolongar indefinidamente la serie de las causas eficientes, porque (…) no habría causa eficiente primera y, por tanto, ni efecto último; pero no hallamos que ninguna cosa sea su propia causa (…) ni causa eficiente intermedia, cosa falsa a todas luces. Por consiguiente, es necesario que exista una causa eficiente primera, a la que todos llaman Dios.

La tercera vía considera el ser posible o contingente, y el necesario, y puede formularse así: hallamos en la naturaleza cosas que puedan existir o no existir, pues vemos que seres que se producen y seres que se destruyen y, por lo tanto, hay la posibilidad de que exista y de que no existan. Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre, ya que lo que tiene la posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si, pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa alguna, porque lo que existe no comienza a existir más que en virtud de lo que ya existe (…) y, en consecuencia, no habría ahora nada, cosa evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea necesario. Pero (…) como no es posible (…) aceptar una serie indefinida de cosas necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no tenga fuera de sí la causa de su necesidad, (…) a lo cual todos llaman Dios.

La cuarta vía considera los grados de perfección que hay en los seres. Vemos en los seres que unos son más o menos buenos, verdaderos y nobles que otros, y lo mismo sucede con las diversas cualidades. Pero el más y el menos se atribuye a las cosas según su diversa proximidad al máximo, y por esto se dice lo más caliente de lo que se aproxima más al máximo calor. Por tanto, ha de existir algo que sea verísimo, nobilísimo y óptimo, y por ello ente o ser supremo. (…). Existe, por consiguiente, algo que es para todas las cosas causa de su ser, de su bondad y de sus perfecciones, y a esto llamamos Dios

La quinta vía se toma del gobierno del mundo. Vemos, en efecto, que cosas que carecen de conocimiento, como los cuerpos naturales, obran por un fin, como se comprueba observando que siempre, o casi siempre, obran de la misma manera para conseguir lo que más les conviene; por donde se comprende que no van a su fin obrando al azar, sino intencionadamente. Ahora bien, lo que carece de conocimiento no tiene un fin si no lo dirige alguien que entienda y conozca, a la manera como el arquero dirige la flecha Luego existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a su fin, y a éste llamamos Dios.

(Tomado de la Summa Theologica, 1266-1273.)

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