Adolfo Mazariegos (Guatemala). Es profesor de Ciencia Política y columnista de prensa. Ha publicado los libros “Utópolis” (No-Ficción, 2019); “Cuestión de tiempo” (Novela, Magna Terra, 2018); “Régimen de Convención” (No-Ficción, 2013) y “Un lugar igual… Pero distinto” (Cuentos, Magna Terra, 2011). Sus relatos y cuentos cortos han aparecido en publicaciones de España, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, México y Guatemala. “Aves de agua” es su primer libro de poesía.

Abismo

Abre la ventana y deja que el suspiro de la noche raudo acuda, que las luciérnagas de lumbre te señalen un sendero hacia el delirio, mientras el surco en tus trigales me conduce al abismo, mientras los pájaros de lluvia se refugian en las sábanas de un tiempo sin olvido Apaga la luz para que pueda convencerme de que afuera el mundo ya no existe, para que pueda verte con las yemas de mis dedos extraviados en tus laberintos, para hurgar entre los recovecos de tus rotundas catedrales, mientras los minutos de la noche se consumen y las brasas en la hoguera de tu cuerpo estallan Toma mis manos cuando empiece la alborada, escóndelas bajo la almohada entre los hilos de lo cierto, que sea mi tacto el que descubra vendavales de domingos, y que el suspiro de la noche que ha cruzado tu ventana se haga fuego en las entrañas para al fin, morir de nuevo. Sólo entonces, que venga la mañana.

Después del delirio

Amanece entre los cuerpos moribundos, entre los escombros y las horas de un reloj sin tiempo, entre las estelas de la noche y del delirio, entre los cuadernos de la faz de toda gloria Amanece entre la arena y la ceniza, entre los labios y las grietas de la historia, en las raíces de la piedra y de la tierra, en las canículas e inviernos torrenciales Amanece entre los cuerpos moribundos, en las aureolas y en los besos consumidos, en las conquistas de los montes confundidos, y en el hallazgo de tus ínsulas certeras.

Instantes

Una campanada suena a lo lejos, más allá del monte y los caminos, más allá del fuego en la hojarasca, allá donde cantan los cenzontles en las madrugadas, donde el sol se vuelve una pastilla de miel espesa Una campana suena a lo lejos, la golpea su badajo tras las colinas, allá donde nacen las historias, donde anidan sueños conocidos, donde sanan las mayúsculas heridas Suena una campanada y no se pierde el horizonte, no hacen falta las palabras ni las voces nuevas, no hacen falta las miradas de los ojos encharcados, porque todo pasa, porque todo queda allá, donde suena una campanada.

Los días idos

Cendal de lluvia en las pupilas de los desterrados, en las ramas de la jacaranda donde anida el ave del olvido, donde llora un hombre, donde duerme un niño, donde queda el rostro de los días idos.

Y de repente…

Y de repente, abrimos la ventana de la desmemoria, y caminamos por senderos viejos, amarillos, mientras un barco de papel navega entre las nubes, mientras el viento trae antiguas voces…a

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