Max Araujo
Escritor

SEGUNDA PARTE

El escritor, médico de otros escritores

William fue, además, organizador, a mediados de los noventa, de una segunda época de las reuniones en la Cofradía de Godot, que se realizaba en ocasiones especiales; reuniones en las que él condecoraba a la persona seleccionada con la “Orden del Venado”, que consistía en un octavo, de “guaro” de la marca “Venado”, que tenía adherido una cinta que se ponía al cuello. El galardonado tenía que tomarse de un solo trago el contenido de dicho octavo. La ocasión más memorable fue cuando se condecoró a un embajador de Venezuela, que tuvo que ser sacado, literalmente “cargado” por Cipriano Fuentes, en ese momento agregado cultural de la Embajada de ese país, y en parte financista de esas reuniones.

Para las reuniones de la Cofradía se tuvo siempre la complicidad del propietario del negocio, situado en un centro comercial, ubicado en la calle Montufar y sexta avenida de la zona 9. Ese personaje fue un reconocido director y actor de teatro, de nombre Neto Mérida, un guatemalteco, a quien yo conocí, años antes, en 1990, cuando él residía en Caracas. En ese año participé en esa ciudad, juntamente con Irene Piedrasanta, en un congreso sobre el derecho de autor, por el uso de fotocopias, organizado por una fundación de Noruega. Conocí también, en ese viaje, al poeta Melitón Salazar, jalapaneco, exiliado en ese país desde los años setenta, recordado en Guatemala por la imprenta que tuvo, en la que se publicó literatura guatemalteca de los años sesenta –setenta, y por su programa en Radio Nuevo Mundo, titulado “Altavoces de la literatura contemporánea”, así como por sus libros, entre ellos el poemario “Versos de hombre”, pero sobre sobre todo por un poema que dijo, en uno de sus versos, que en Guatemala era más caro el pan que la sangre.

Melitón, según me contó un amigo, fue hermano de Abel Salazar, un profesor de la escuela José María Bonilla Ruano, cercana a mi casa de la zona 7, en la que cursé mi primer año escolar, el que perdí. Don Abel fue muy querido y respetado por mis vecinos que hicieron sus estudios primarios en ese centro escolar. Lamentablemente murió, junto a su esposa, en la década de los ochenta, en un confuso incidente, con armas de fuego, con un magistrado de justicia, de apellido Pinto, que se dio la fuga y que nunca fue juzgado. Este hecho, acaecido en la Colonia el Maestro, de la zona 15, fue muy difundido por la prensa.

Un hecho que no puedo olvidar de la vida de William fue cuando presencié, creo que en 1984, en una calle, a pocos metros de la puerta de mi oficina profesional, de abogado y notario, que en ese entonces se encontraba sobre la sexta avenida de la zona 9, cuando dos hombres, a punta de pistola, le robaron un vehículo tipo sedán que acababa de comprar. Lemus había llegado a buscarme para enseñármelo. Una semana después apareció intacto.

Otro aspecto que me interesa destacar fue el viaje que en 1997 hicimos con Lemus a Tuxtla Gutiérrez y a la ciudad de México. Por invitación de un grupo de escritores para un encuentro en Chiapas, entre ellos la poeta Margarita Alegría -ya fallecida-, a quienes habíamos atendido un año antes en Guatemala-, viajamos en avión de la ciudad de Guatemala a la ciudad de México y de esta a Tuxtla, y de regreso en sentido contrario. En ese encuentro estuvo también el poeta Otto Raúl González, exiliado en México desde 1954. De nuestra estadía en Tuxtla destaco la noche que, con un médico, al que una noche de tantas conocimos en un restaurante, en donde públicamente saludaron a los chapines presentes, que nos llevó a dar serenatas, acompañado de mariachis, a su madre y a su novia. -Años después este médico y su padre llegaron a Guatemala, y tuvimos la ocasión de recibirlos y llevarlos a lugares en donde se interpretaba marimba, ya que eran aficionados a la misma-.

Para nuestro regreso decidimos quedarnos unos días en la ciudad de México, pero le pedimos a Otto Raúl que nos hiciera el favor de contactarnos con el poeta Carlos Illescas, otro exiliado guatemalteco de los años cincuenta. González hizo eso y nos reservó además un hotel a la par de una plaza dedicada a Guatemala. Un taxi nos llevó, el día indicado, a la casa del poeta, a quien lo acababan de operar, estaba en cama. Uno de sus hijos nos indicó que la visita sería breve. A Illescas le habíamos conocido años antes en uno de los encuentros Chiapas-Guatemala organizados la gobernación de Chiapas y entidades de cultura de ese Estado. En nuestra plática, con nuestro anfitrión, surgieron preguntas y respuestas, así como anécdotas, algunas muy graciosas.

Descubrimos en esa ocasión que con Lemus pertenecíamos a una generación puente, entre la de Illescas y los jóvenes que estaban detrás de nosotros. Por cualquier persona que nos preguntó le teníamos una respuesta o un dato. La visita breve se convirtió en toda una tarde, matizada por una botella de tequila que nos ofreció el visitado y la música de guitarra que su hijo tocó en algunos momentos e incluso ofrecimos hacer gestiones para que Illescas visitara Guatemala, pues ya tenía ese deseo, dado que ya se había firmado la paz. A nuestra despedida el hijo, que había estado presente en el encuentro, muy agradecido nos indicó que le habíamos dado una gran alegría a su padre, pues le habíamos traído “su Guatemala”, la que él amaba. A nuestro regreso hicimos gestiones en la Embajada de México, quienes pagaron el pasaje de ida y vuelta de Illescas de México a Guatemala y viceversa, y ante el Ministerio de Cultura y Deportes, quien le otorgó, por medio de sus autoridades, en ese momento, Arquitecto Augusto Vela, y Carlos Enrique Zea, la Orden Miguel Ángel Asturias -del mismo nombre del premio nacional de literatura, lo que causa confusiones-.

Recuerdo que lo recibimos con Lemus y con Quique Noriega en el aeropuerto y lo primero que nos solicitó fue que lo lleváramos a comer una enchilada guatemalteca, lo que hicimos en cuanto se dejó arreglado su alojamiento en el hotel Conquistador. Lo llevamos a Los Antojitos de la Calzada Roosevelt. En los días de su estadía en Guatemala Illescas pudo visitar a familiares y amigos, sobre todo a algunos de la generación del cuarenta. El Ministerio de Cultura le organizó una visita a Tikal. Fue una estadía muy especial de Illescas. Fue el único retorno que tuvo desde que se exilió en México. Meses después de esta visita Carlos falleció.

Lemus realizó varios viajes a Chiapas relacionados con encuentros de intelectuales y escritores organizados en ese Estado, pero en uno de ellos, a su retorno por la carretera del pacifico, entrando por Tapachula, ya en territorio guatemalteco, fueron asaltados por un grupo de armado, que hicieron que desviaran el vehículo en el que se conducían a un cañaveral en donde los amenazaron de muerte. Les quitaron todas sus pertenencias, y el dinero que algunos de ellos habían ganado en certámenes literarios recientes. Entre los asaltados se encontraban escritores de Honduras y de El Salvador. Uno de ellos el reconocido Manlio Argueta. La solidaridad que William tuvo con ellos después de ese hecho fue impresionante. Típico de su forma de ser.

De la faceta del “doctor” como autor de teatro destaco tres obras, que se presentaron con éxito en Guatemala. La primera “El gran Titi” Premio Centroamericano 15 de septiembre 1982; una obra para niños que se montó en varias ocasiones. “Pánico en la Cocina” que se presentó en Puerto Barrios, Izabal, en uno de los recordados festivales de teatro departamentales, creados por Norma Padilla, por el que realizamos un memorable viaje, haciendo yo de piloto en mi vehículo colt galant rojo, -con el que atendí a algunos escritores del extranjero que nos visitaron por aquellos años-. Viajamos en esa oportunidad Maco Quiroa, -que estaba “en fuerza”, pero que regresó sobrio-, Marco Vinicio Mejía y el propio William. La ida, la estadía y el regreso, dan material para un anecdotario, por las cosas que nos sucedieron. Algunas no aptas para menores de edad.

La tercera obra de teatro fue “Frente al Palacio” a la que asistimos, una noche, al estreno, con el propio Lemus, con Tasso Hadjidodou y, un embajador de Suecia y su esposa, cuyos nombres eran Stefan y María. No recuerdo sus apellidos. Al terminar la obra tuvimos una cena en la casa de Tasso. Cuando nos despedimos, a eso de la una de la mañana, mi colt galant no arrancó, por lo que el embajador, Tasso y William, tuvieron que empujarlo por media cuadra, hasta que arrancó. Esto en la décima calle de la zona 1, entre sexta y la séptima avenida. ¡Hechos para ser contados, por el surrealismo de cómo sucedieron!

A William Lemus, el escritor, no se le ha hecho justicia en Guatemala. Su obra es poco conocida, por lo que, de un recuento que obtuve en un portal de internet, presento un listado de sus obras literarias: En narrativa: “Vida de un pueblo muerto”, Premio Centroamericano de Novela Froylán Turcios, Honduras, 1984, con tres ediciones. “El hombre que curaba la muerte”, cuentos. “Octubre es un pueblo”, cuentos, Premio Centroamericano 15 de septiembre, 1987. “Cayuga”, novela, Premio 15 de septiembre, 1988. “Desnudos en el espejo (dos cuentos largos)”, publicado en la colección “Ayer y Hoy” de Artemis Edinter, 1996. En Poesía: “Poemas hechos a mano”. “Una carta imaginaria de un hombre imaginario en el lecho marinero de la playa”, poesía, Primer Premio Certamen Centroamericano 15 de septiembre de 1986. “Antojadía personal en desorden”, poesía, segundo lugar del mismo certamen en 1988. En teatro: “Frente al Palacio Nacional”, montaje realizado por la Universidad Popular, con más de 50 actores. Premio Único de Teatro en Quetzaltenango, 1993. Ganó tres veces el Premio Único en los Juegos Florales de Quetzaltenango, en la rama de teatro, con sus obras “Pánico en la cocina”, “Asaltos al trono”, y “Frente al Palacio Nacional”. Su obra “Pánico en la cocina” fue editada por el Fondo de Cultura Económica, versión bilingüe, español- q’eqchi’, 2003. La misma obra fue presentada por grupos de teatro en Xela y Palín en homenaje a Manuel José Arce. “El Gran Tití”, Premio Centroamericano 15 de septiembre 1982. “Nada en mi manga”, Premio Único Teatro Para Niños, Juegos Florales de Quetzaltenango, 1982. “Dos piezas frente a la muerte”, Premio Trinidad Reyes, Honduras, 1984. En ensayo: “Psicoanálisis del hombre que parecía un caballo”, Editorial Cultura del Ministerio de Cultura y Deportes, 1990. Teatro para niños. Otros Premios: Internacional del Círculo de Poetas Iberoamericanos de Nueva York, a la obra “En el pueblo de Tierra Calva, donde se extinguieron los mamuts y los dinosaurios”, marzo, 1988. Primer Premio de Narrativa en el concurso organizado por el Grupo Independiente de Artes y Letras de Uruguay, a la obra “El mundo secreto de Wanda”, 1997.

Muchas de estas obras aún son inéditas.

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