Jorge Antonio Ortega Gaytán
Escritor y catedrático universitario
Marcela Serrano (Santiago de Chile, 1951) alzó su pluma a mediados de los años ochenta en forma contundente gracias a su conocimiento profundo de la condición femenina en el mundo patriarcal de ayer y del porvenir. Su producción enfatiza la soledad, la insatisfacción, las condiciones humanas miserables, los estragos del aborto y otros temas periféricos que le permiten descifrar el laberinto de la vida con la ironía de nacer para morir, pero sin la felicidad en el transcurso de la existencia humana y como ella lo describe: “No tengo pudor al escribir, como escribe una mujer” y asegura que las féminas tienen otra forma de ver y vivir la vida: “tenemos otro lenguaje” que permite observar en detalle las circunstancias del ir y venir en este mundo, lo cual lo atestigua en su producción literaria.
Su voz se transforma en múltiple con una proyección geométrica sin precedentes utilizando conversaciones e historias de vida de mujeres que desnudaron su alma, su mente y corazones, entregando sus recuerdos, experiencias de amores mal logrados, otros inconclusos debido al arrebato del ser amado por la muerte, ilusiones y duelos que se guardan en las profundidades de la memoria.
Esas conversaciones e historias de vidas reales o imaginadas llevan al lector a la producción de Marcela al epicentro de lo que las mujeres están dispuestas u obligadas a sobrellevar en su existencia terrenal debido a los paradigmas religiosos o sociales; entre líneas con una lectura atenta se encuentra la soledad y el dolor que acompaña el existir de las mujeres provocado por el deseo de amar y ser amadas de los pies hasta el alma.
La creación de la narrativa de Serrano es motivada por sus propias experiencias con el privilegio de un ambiente aislado en el campo chileno con su madre y hermanas; una atmósfera femenina donde existía solamente la figura paterna que cumplía con el rol de protector, guía y proveedor. Desde esa época encontramos a una recolectora de historias que fue tejiendo esas experiencias desde niña con la paciencia de una novicia. Una vida dedicada a diseñar bocetos de la realidad, a simplificar las conflictividades entre géneros para un mejor entendimiento de la dinámica de la convivencia humana y dejar evidencia escrita de las injusticias en el trato hacia lo femenino, el desencanto por el costo del amor y las consecuencias de entregar el corazón con la ilusión de ser feliz y encontrar la soledad.
Marcela se convierte en cronista de épocas, de vidas, de creencias, de injusticias, de amores y sin sabores de la vida. Por lo anterior, construye un horizonte desde una óptica particular que permite visualizar un mundo diferente, absurdo y adverso, con obstáculos infranqueables para amar, pero, sobre todo, para ser amado que es el paradigma de la existencia ¿Cuánta verdad o ficción plantea Serrano? Es una incógnita por resolver debido a la certeza de sus narraciones, en un enigma que requiere de una lectura entre líneas, en busca de la autorrealización de sus personajes.
“Nosotras que nos quisimos tanto”, su primera novela, la catapultó a la fama y por dicha obra recibió el premio Sor Juana Inés de la Cruz que la consolidó como parte del nuevo Boom de las narradoras latinoamericanas donde también se encuentra la chilena Isabel Allende, la cubana Zoé Valdéz y la mexicana Ángeles Mastretta. A esta novela le siguen con el mismo eje sobre la condición femenina: “Para que no me olvides” (1993); “Antigua vida mía” (1995) la cual fue llevada al cine por el director Héctor Olivera (argentino) y galardonada con el premio Rafael Landívar por La municipalidad de Antigua Guatemala a sus hijos predilectos. “El Albergue de las Mujeres Tristes” (1998); “Nuestra Señora de la Soledad” (1999); “Mundo Raro” (2000) el cual es de relatos cortos donde remarca temas como es el aborto, la soledad, lo miserable de la humanidad; “Lo que está en mi Corazón” (2001) ambientada en la rebelión zapatista en Chapas, México; “Hasta Siempre Mujercitas” (2004) y “La Llorona” (2008).
Con esta vasta producción construye un laberinto (de denuncia) hacia el trato a las mujeres en diversas latitudes y tiempos donde las féminas son excluidas, sin voz, sin decisiones propias, llevadas a infiernos inventados por la interpretación ortodoxa de la religión por culpa de Eva y por la sociedad normativa de la conducta humana denegando derechos, deseos, ilusiones e inclusive a ser felices.
“Sin memoria no somos nada” es la frase con que la escritora chilena ratifica su impulso a dejar por escrito todas las experiencias de vida ajenas y propia en el desamor y su contraparte, el enigma de ser amada con las consecuencias del ir y venir de la vida con esa inconformidad natural del ser humano, las circunstancias de la existencia y la constante del cambio inexorable producto del paso del tiempo, son al final de todo la mezcla de la tinta con la que plasma Marcela cada una de las vidas confiadas a su persona.
Su estilo está constituido por una prosa viva que dibuja a la perfección las peripecias de los corazones evadiendo el dolor que provoca el amor y que adoquina el camino hacia la isla de la soledad como lo describe en una de sus novelas, con una impecable narración a corazón abierto donde los matices son infinitos en función de cada historia de vida que llegó al tintero de Serrano y que relata con toda intensidad posible a la comprensión humana.
Cuando afirmo que su narración es contundente se debe a la fina intervención de la ficción que hace posible la certeza de cada episodio con el que diseña la trama, así como los andamiajes para sus protagonistas; vida o muerte de las ilusiones, amores, sueños con fantasmas y demonios cada uno. Lo anterior se debe que en sus novelas deja un mensaje tácito que el cuerpo femenino tiene memoria y responde como un espejo de vida que puede ser propio, ajeno o imaginado, pero siempre se apega a una cruda realidad, sus contradicciones y paradigmas del paraíso patriarcal existente desde siempre.
Cada historia es relatada a flor de piel, entregada con el corazón en la mano y, con el alma estrujada, con la esperanza de una cura al compartirla con los lectores a través de la prosa de Serrano, una narrativa directa, firme que aborda los temas más crudos con elegancia, dándoles el valor de credibilidad con una ficción tejida a contrapunto que es de por sí difícil de separarla de la realidad de las narraciones que Marcela diseña a lo largo de en sus novelas.
El ejercicio permanente de recolectar historias de vida le permite en forma cómoda a la escritora chilena hacer versátil su pluma para transitar por los caminos sinuosos del dolor y la desesperanza de la existencia femenina, con valor y sin pudor como ella afirma retrata los eventos que hacen vidas sumisas y miserables frente a un poder omnipresente, desigual y prepotente impuesto a través del tiempo, la religión y los paradigmas de los resabios de una sociedad conservadora a ultranza.
Marcela Serrano interpreta la soledad con maestría y sin pudor, como sólo lo pueden escribir las mujeres, demarcando que “sin memoria no somos nada”; ella nos permite observar la vida en forma diferente luego de la lectura de sus narraciones.
PRESENTACIÓN
La fecundidad de la literatura latinoamericana es palmaria. Ya no solo por la variada producción encontrada en las librerías, sino por las formas alternas favorecidas por la tecnología. El interés de los autores, sin embargo, sería imposible sin el concurso de los lectores que encuentran en las letras un espacio lúdico y crítico para la gestación de ideas.
Esa labor multivalente, como expone nuestro colaborador, Jorge Antonio Ortega Gaytán, la ha desarrollado la escritora chilena, Marcela Serrano, “la intérprete de la soledad”. Las narraciones de Serrano crean escenarios por los que transitan personajes que, además de retratar la realidad, proponen un proyecto emancipatorio alternativo. Así lo reconoce Ortega:
“Una vida dedicada a diseñar bocetos de la realidad, a simplificar las conflictividades entre géneros para un mejor entendimiento de la dinámica de la convivencia humana y dejar evidencia escrita de las injusticias en el trato hacia lo femenino, el desencanto por el costo del amor y las consecuencias de entregar el corazón con la ilusión de ser feliz y encontrar la soledad”.
El Suplemento presenta otros textos de autores que usted no debe pasar por alto, Mario Roberto Morales, Juan José Narciso Chúa, Miguel Ángel Sandoval y Víctor Muñoz. Es importante señalar que la crítica de Mario Roberto a la obra de Miguel Ángel Asturias, “El Señor Presidente”, finalizada en esta edición, es una joya que obliga a repasar para la asimilación del contenido en su totalidad. Se lo recomendamos.
Reciba de nuestra parte los mejores deseos de bienestar. Seguiremos mejorando, es nuestro propósito, para que usted reciba el contenido que se merece. Hasta la próxima.