Jorge Antonio Ortega Gaytán
Escritor y catedrático universitario
Un telegrama de extrema urgencia llegó a las manos de Gómez Carrillo el 15 de noviembre de 1915 en el cual el Ministro de Negocios Extranjeros de Francia lo invita en compañía de otros periodistas escogidos a una “excursión a la región de la guerra”. Nuestro compatriota no lo piensa mucho, da respuesta inmediata al telegrama y aprovecha la oportunidad de visitar el Teatro de Guerra y se traslada de Madrid a París uniéndose al grupo de periodistas.
La descripción de Gómez se inicia en París donde detalla los obstáculos que refuerza la defensa de la capital francesa con su magistral pluma “los alambres espigados entrelazarse en las ramas sin hojas, formando fantásticas vegetaciones de zarzas grises”.
Remontar el tiempo y viajar al pasado visualizando los eventos, consecuencias y tragedias de la humanidad en la gran confrontación de principios del Siglo XX de la mano de Enrique Gómez Carrillo es un privilegio. La pluma inigualable de nuestro cronista deja constancia del paso de la muerte por el continente europeo su demoledor aspecto en el alma, sus variantes ilimitadas, su olor, los recuerdos de las atrocidades en las cicatrices de los sobrevivientes en la confrontación con la existencia.
Vivir esos años en que las naciones del viejo continente se enconaron hasta caer en los brazos de la gloria defendiendo el honor de la nación en tiempos de privaciones, de hambre, de muertes innecesarias (angustias dilatadas por hallar la ruta hacia la paz y encontrar en la incertidumbre un futuro próspero para las nuevas generaciones) hacen de las crónicas de Gómez Carrillo un documento histórico y literario a la vez.
Las vivencias relatadas a través de la las crónicas elaboradas declara en la dedicatoria del libro Campos de Batalla y Campos de Ruina:
“¡Ved lo que es la guerra!… ved que no hay en ella armaduras relucientes, ni clarines sonoros, ni bellos gestos heroicos, ni nobles generosidades, ni estandartes vistosos, sino sangre, miseria, llamas, crímenes, sollozos…”.
En el lejano verano de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial como resultado de antiguas rencillas y disputas que redibujaron las fronteras y transformaron los centros de poder replanteando los retos y desafíos del Siglo XX. Gómez Carrillo se sumergió en la confrontación mundial teniendo claro que a través de su habilidad de cronista consumado le daba la facilidad de captar en toda su magnitud el fenómeno social con todas sus aristas.
En una aproximación a la lectura de las crónicas de 1914 a 1918 se reúne todo el padecimiento del ser humano en su esencia debido a su visita en varias oportunidades a los atroces escenarios de la contienda mundial. Su visión abarca a los oponentes como queda claro en la crónica que tituló “La Historia Contada por los Alemanes” y otros que complementan el ámbito general de la disputa. A lo anterior, se suma la presencia de los voluntarios españoles e hispanoamericanos en la guerra y el actuar de los sacerdotes soldados todo ello como complemento de la observación de la confrontación.
La experiencia del cronista guatemalteco con respecto a captar la esencia de los eventos se consolida con un estilo austero y una voz poderosa para dar paso a esa primera persona y luego ceder el espacio en varias oportunidades a los protagonistas que encuentra en sus recorridos por esas tierras en disputa, esas tierra de nadie y que se han trasformado en encarnizadas entradas al infierno.
Su tono varía y le permite con facilidad percibir los horrores de la contienda a través de la lectura. Endosando los sentidos al máximo, nos transporta al campo de batalla, nos lleva a las trincheras desbordadas de hombres enlodados, conviviendo con roedores portadores de enfermedades y parásitos que comparten el hacinamiento en las entrañas de la tierra con las tropas, el olor de la sangre mezclada con la podredumbre humana, la textura de los uniformes, paredes improvisadas, las armas, el sabor de las raciones rancias, así como la presencia de la muerte en todas sus manifestaciones.
Gómez Carrillo se sitúa dentro del modernismo y adquiere un distintivo personal que lo hace ser el mejor cronista de las emociones del combate por las repercusiones en el corazón, mente y alma de los civiles y los combatientes, así como los conductores políticos y de las operaciones militares. Por ello sus relatos de la conflagración mundial son de lo mejor de la tragedia humana con más de trecientas cincuenta crónicas publicadas en dicha época y que hoy son en su totalidad un documento histórico indispensable para viajar al pasado rescatando en forma integral todas las visiones de los humanos que les tocó vivir esa desventura de principios del Siglo XX.
Desde la literatura es un exquisito documento que da vida a los eventos desgarradores de la confrontación. No falta ni sobran palabras en sus crónicas que consolida un estilo único de documentar el paso del tiempo en los momentos en que la ironía de la vida, de nacer para morir, se aceleraba y se glorificaba con la muerte de los mejores hijos de cada nación confrontada.
Para finalizar la aproximación de la obra de Enrique Gómez Carillo en plena Primera Guerra Mundial, en Campos de Batalla y Campos de Ruina se puede reconocer la firmeza y autoridad en redactar lo que observó en la tragedia humana como un testigo de primera línea, un privilegio que nuestro cronista fuera invitado a visitar el teatro de guerra en varias oportunidades lo cual le permitió trasladar sus crónicas hasta hoy con la certeza de ser lo más cercano a la verdad de los comprometidos en la lucha mundial. La visión integral de Gómez Carrillo lo llevó por el laberinto de la tragedia humana a captar todos sus componentes, para no dejar nada fuera al lector de aquella atroz etapa de la civilización que puede revivir la angustia de la guerra y la esperanza de culminar el sinuoso camino hacia la paz.