Dennis Orlando Escobar Galicia
Periodista

En 1979 se estrenó en México El año de la peste, película producida y dirigida por Felipe Cazals, con argumento de quien tres años después sería Premio Nobel de Literatura 1982. La iniciativa fue de Gabriel García Márquez, quien le propuso a Cazals realizar una película de anticipación. Al poco tiempo de aceptar el cineasta mexicano, Gabo le llevó el argumento basado en la novela Diario del año de la peste, de Daniel Defoe; además le solicitó que en el guion final participarán dos jóvenes cineastas, elegidos en concurso.

La película fue anunciada con un flamante poster que decía: ¿Por qué nos ocultan lo que pasa? ¿Por qué nadie nos dice la verdad? ¿Por qué no quieren decir que ha llegado? Además del nombre del productor y director se publicó el de García Márquez y el de los dos jóvenes que redactaron el guion final: Juan Arturo Brenan y José Agustín. Aspecto sobresaliente fue la lista de reparto: Rebeca Silva, Alejandro Parodi, José Carlos Ruiz, Tito Junco, Héctor Godoy, Ignacio Retes, Humberto Elizondo, Leonor llausas, Ramón Hernández, Daniela Romo, Narciso Busquetz, Zuly Keith, Arlette Pacheco.

Ahora en 2020 -cuando el Covid 19 confina al mundo- algunos se dedican a la lectura y la cinefilia. Lo más comentado es el libro de Albert Camus, La Peste, inspirado en la obra de Defoe; y de lo más visto el filme de ‎Wolfgang Petersen, Epidemia. Pero son muy pocos los que se refieren al relato ficticio de Daniel Defoe (Diario del año de la peste), publicado en 1722. Tal vez porque del escritor inglés solo conozcamos su tan difundida obra Robinson Crusoe. ¡Tantas versiones en pantalla! Tampoco se menciona la película El año de la peste, no obstante que es de nuestro vecino país y con argumento del autor de Cien años de soledad. Probablemente se desconoce que el famoso literato colombiano fue un apasionado del cine. Él nada menos cofundador de la Escuela Latinoamericana de Cine, en Cuba.

Afortunadamente los mexicanos sí están hablando -aunque un poco quedito- de su película ganadora del Premio Ariel a Mejor Película 1980. La califican como filme de anticipación o película profética y hasta la recomiendan para tomar decisiones en la actual pandemia. ¿Qué nos diría el padre de la idea, Gabriel García Márquez, si no hubiese fallecido en 2014? Felipe Cazals, el laureado director de Canoa, El apando, Las Poquianchis… y muchas más, aún vive y se aproxima a los noventa años. Debe sentirse muy satisfecho y por eso no ha dicho ni pío.

«En una gran ciudad con 15 millones de habitantes comienzan a producirse extrañas muertes de ciudadanos. Dos médicos comienzan a sospechar que la causa no es una simple neumonía como todos piensan sino que radica en una peste similar a la que sucedió en la Edad Media. Las autoridades así como los medios de prensa, influenciados por éstas, niegan a la población la existencia de tal mal y no toman las acciones necesarias para eliminarlo». (Sinopsis de Filmaffinity).

La película inicia con el siguiente párrafo: «Ha sido un buen día para todos, incluso para Dios. No hay lluvia. No hay indicios de sangre o peste». Henry Miller. En seguida aparece la escena de la línea 3 del Metro del Distrito Federal mexicano: un hombre de la tercera edad se desmaya sobre un grupo de pasajeros que solicitan auxilio.

El pasajero del Metro, el primero de los casos, es ingresado al hospital donde muere supuestamente por trombosis pulmonar o neumonía. El médico asistente entra en dudas porque empiezan a llegar otros con iguales síntomas: escalofríos, temperatura alta, dolor de cabeza y cuerpo. Los familiares creyeron que sus enfermos tenían gripa, y por eso no se alarmaron. «Los síntomas son como de una gripona», dijo acá el presidente Giammattei.

El Dr. Sierra Genovés se entrevista con autoridades de salud y de Gobierno y les pide tomar medidas urgentes porque ha surgido una epidemia mortal. Las altas autoridades se portan escépticos y optan por sobornar a empresarios de medios de comunicación para que oculten la verdad. Además adelantan las vacaciones escolares para evitar contagios e inician acciones desordenadas.

En el filme se exponen escenas dramáticas, como cuando las brigadas de desinfección impiden el ingreso de todo tipo de vegetales al interior de la ciudad, así como también cuando asperjan desinfectantes sobre los indigentes y niños de la calle. También hay de supermercados sin productos de consumo rápido como las verduras, frutas y carnes, tan solo con estantes de enlatados y comida chatarra. Escenas dantescas de trabajadores de limpieza llenando los camiones recolectores con cadáveres de personas. Tomas fotográficas en aeropuertos saturados de personas que huyen al extranjero. Panorámicas de pobladores apedreando iglesias porque sus capellanes las cierran para evitar contagios. Y los batallones antimotines reprimiendo a la gente por destruir el patrimonio cultural.

Otra de las escenas impactantes es la reunión presidencial y el consejo de ministros que discuten estrategias políticas y la importancia de priorizar la salud o la economía. En ella abundan discursos clasistas, racistas y maltusianos. Ante el dilema de quién fue primero ¿el huevo o la gallina? concluyen cantinflescamente: «es importante jerarquizar las crisis porque el flagelo ya llegó a los barrios ricos».

Tras escena los politicastros más rastreros llegan a la residencia del presidente a despertarlo con las mañanitas mexicanas, y con grandes vítores celebran cuando su señoría dice: «En mi sexenio no hay ni habrá peste».

Al final de la película, en una calle inundada de porquería y con el doctor Sierra Genovés caminando con desánimo, aparece el texto siguiente: «132 días después, tan sigilosamente como había llegado, la peste desapareció de la ciudad. Oficialmente, la epidemia no existió, las 350,000 muertes que causó fueron atribuidas por las autoridades a un lote vencido de productos dentífricos distribuidos ilegalmente por un consorcio farmacéutico transnacional».

El año de la peste tiene muchas semejanzas con el comportamiento mayoritario de gobiernos y ciudadanos latinoamericanos en la actual pandemia, principalmente entre quienes actúan de manera responsable y los que creen que «no es para tanto» y desatienden las recomendaciones para evitar enfermarse y enfermar a los demás, así como entre quienes hacen prevalecer sus intereses económicos por encima de la salud y la vida del prójimo. Tanto en la película como en la realidad actual se trata de evitar a cualquier costo que no se afecte la industria, el comercio, el turismo y demás sectores considerados como fundamentales para producir riqueza. La vida, la salud y hasta la educación parecen no importar.

En la película también se evidencia el irrespeto que tiene la ciencia por parte de politiqueros y sectores oligárquicos, a quienes poco importa el conocimiento científico y la verdad en beneficio para todos. La burocracia y la corrupción son otras de las similitudes y que obstaculizan la práctica de acciones para enfrentar con prontitud y certeza flagelos como las epidemias.

El papel de la prensa que se somete al dinero y al poder para ocultar la información es otra de las semejanzas, así como la estupidez de funcionarios públicos y charlatanes que se aprovechan de la tragedia para vender o sugerir falsas medicinas, y la actitud de ignorantes que discriminan y agraden a los apestados.

El año de la peste es una película recomendable para ver en esta situación difícil. Los autores hicieron una película bastante verosímil y que cuarenta años después su temática se repite en muchos países, principalmente los latinoamericanos.

La película está disponible en FilminLatino.

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