Jorge Antonio Ortega Gaytán
Escritor y catedrático universitario
La producción literaria de Sor Juana Inés es sorprendente por su variedad, contundencia y que en pleno siglo XXI es objeto de admiración, análisis y comparación con sus contemporáneos y los actuales. Aproximarse a su obra es entrar inmediatamente al mundo femenino del Siglo XVII y a una época compleja de la Nueva España.
Su obra poética es la más importante del premodernismo. Siendo mujer reunía juventud, belleza, intelecto, creatividad y sagacidad política para sobrevivir a las intrigas que nacían del seno del clero y del poder ejercido por la Real Audiencia desde el palacio del Virrey. Las virtudes literarias e inteligencia le permitieron tener un panorama amplio, claro y profundo de la sociedad novohispana con sus luces y sombras que al final no es más que una época en crisis permanente. En este período se estableció la conjunción de ideas y creencias grecorromanas y judeocristianas, dos formas diferentes de razonar, ver y vivir la vida.
De lo anterior nacen las confrontaciones ideológicas que dan vida a posiciones ortodoxas en la educación, la política, la religión, la ciencia y sobre todo en el arte que se desborda en el rococo de la arquitectura, el vestir y la literatura. Por ello, Octavio Paz afirma que “el ingenio inventa; la inspiración revela” dándole imaginación a los sentidos y por eso Sor Juana Inés ingresa con facilidad a la casa de las ideas por ser una construcción estable, segura y sólida en una época de crisis que le permite expandir sus capacidades como resultado de sus extensas lecturas del conocimiento humano en general.
La poetisa mexicana con la consolidación de su amplia producción literaria encuentra un nicho favorable para la fama que aún perdura. El convento de San Jerónimo prácticamente se convirtió en un domo de protección a las intrigas y anticuerpos, pero también en una plataforma multifuncional que le permitía conocer los laberintos del poder del Virrey de la Nueva España como los vericuetos de la curia de por si radical (no olvidar que la censura era ejercida por la Inquisición)
Es por eso, que su poesía se convierte en trasgresora que cuestiona los roles en la sociedad hispanoamericana del siglo XVII principalmente los que se relacionan a la dinámica del poder entre lo masculino y lo femenino; según Octavio Paz la creación de Sor Juana “está llena de espejos y de los hermanos de los espejos: Los retratos”, en muchos de los versos que conforman la poesía de la monja se “regocijan en la dialéctica entre el retrato y el modelo, la imagen del espejo y el original, la realidad y la apariencia”.
Sor Juana Inés de la Cruz adopta la máxima neoplatónica: “las almas no tienen sexo” para construir un parapeto contra los detractores y la censura de la inquisición. La joven Juana Inés transitaba al filo del torbellino de amar y ser amada en plena pubertad cuando se cree estar bajo el manto del amor, pero para Juana era un peligro por su condición de soledad, sin protección, sin dote, hija natural, joven, bonita, inteligente, creativa y sumamente astuta para detectar el riesgo a su recato.
Lo anterior en su conjunto puede ser la causal determinante para tomar la decisión de ingresar al convento para poder desarrollar su creatividad, cultivar aún más su intelecto y mejorar sus relaciones con el poder político, religioso y ganar terreno en el ámbito artístico.
Estimado lector imagine la dinámica de una sociedad novohispana del Siglo XVII con jerarquías excluyentes, costumbres y normas sociales trasplantadas del Viejo Continente, donde el ser hijo natural era un lastre de por vida y una sombra permanente en el diario vivir a una adolescente cuando “su ser se abre a los sentidos y los sentidos se abren al mundo exterior” como lo afirma Octavio Paz.
Los galanteos no eran más que juegos o ceremonias de iniciación erótica y ninguno de ellos desembocaban en matrimonio lo cual tenía muy claro Juana Inés tanto, que lo plasma en uno de sus pasajes autobiográficos: “Los Empeños de una Casa” que describe los ritos de galanteo en la corte del Virrey:
“Entre estos aplausos yo, / Con la atención zozobrando/ Entre tanta muchedumbre, / Sin hallar seguro blanco, / No acertaba a amar a alguno. / viéndome amada de tantos. / Sin temor a los concursos/defendía mi recato/ con peligros del peligro / y con el daño del daño. / Con una afable modestia/ igualando el agasajo, / quitaba lo general, /lo sospechoso al grado…”
La descripción Poética no deja espacio para la duda con respecto al escenario en el cual debía sobrevivir Juana Inés en sus años mozos. Esas experiencias fueron cruciales para lograr enfrentar los desafíos en la plenitud de su existir, logrando afrontar con habilidad las situaciones agrias que se fueron dando en su entorno y en contra de su obra.
Cuando asume el reto de ser monja hay un cuestionamiento simple: su mundo era el de las letras y estando casada o soltera no podía ser letrada, pero desde el convento era posible una monja ilustrada, que luego se le consideró un peligro para la curia que la obligó a renunciar a su habilidad primordial, las letras y su producción hasta su sepelio.
Pero es un ejemplo de la gloria en la derrota como lo describe Octavio Paz: “Pocos seres están tan vivos como ella lo está después de siglos de fallecimiento”. El 17 de abril del año en curso se cumplieron 325 años de su fallecimiento y aún se lee con entusiasmo y emoción incontrolable.
La poesía de Sor Juana Inés de la Cruz tiene tres grandes bases que le permiten la vigencia siendo: Versificación, alusiones mitológicas, el hipérbaton; en conjunción con lo anterior al analizar sus versos se encuentra la yuxtaposición y la coordinación que predomina la producción poética de sor Juana Inés.
En su trabajo se encuentra un hilo conductor que en determinadas oportunidades se encuentra oculto y en otras a flor de piel; en su percepción de la condición y derechos de las féminas de Siglo XVII, siempre abogo por la igualdad de sexos y el derecho de la mujer a adquirir conocimientos.
Los biógrafos, estudiosos y lectores de Sor Juana hacen referencia que dentro de sus obras sobresalen unas u otras, lo cual va a depender de las preferencias a los temas tratados por la monja poetiza del convento de San Jerónimo para ello su creación se puede dividir en poemas (sacros y eróticos), redondillas, sonetos, teatro y su intensa correspondencia (mucha de ella perdida).
Para dar un primer paso en el conocimiento de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz se recomienda: “El Divino Narciso”, “Primero Sueño”, “Respuesta de Sor Filotea de la Cruz”, “El Amor es más Laberinto”, “Empeños de una Casa”, “Neptuno alegórico”, “Segunda Celestina”, “Cetro de José” y otras…
Comparto algunos versos que circulan aún en este siglo luego de 325 años de su fallecimiento y que le dan vigencia y viabilidad en el alma de sus lectores (as):
“Amor empieza por desasosiego, /solicitud, ardores y desvelos; /crece con riesgos, lances y recelos; / susténtese de llantos y de ruegos…”
“Detente, sombra de mi bien esquivo / Imagen del hechizo que más quiero, / bella ilusión por quien alegre muero / dulce ficción por quien penosa vivo”.
“Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón / sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis: /si con ansia sin igual solicitáis su desdén, / ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?” …
El regocijo del ser humano es el amor en sus diversas manifestaciones y las vivencias de Sor Juana Inés de la Cruz nos deja en sus obras con fina claridad de los riesgos de amar y ser amado, siempre va a estar presente el dolor y los llantos, el hechizo del galanteo y lo erótico del pensamiento. La pérdida de la razón tras la ilusión, sin saber que se está a un paso del abismo…
“Pues quien da y besa, no peca”
Sor Juana Inés de la cruz.
PRESENTACIÓN
Sor Juana Inés de la Cruz es uno de esos personajes cuya ejemplaridad trasciende el tiempo. Más allá de las razones de vida virtuosa de una conventual del siglo XVII, que no es poco decir, se encuentra la figura de un espíritu agudo que supo expresar una crítica social que pocos comprendieron en su época y que hoy es materia de estudio y reconocimiento unánime por quienes se acercan a su obra.
El texto de Jorge Antonio Ortega Gaytán es un homenaje a la religiosa cuyo talento literario la ubica como una de las más grandes figuras del Siglo de Oro español. Su estética, plasmada en los géneros de la poesía, el teatro, el auto sacramental y la prosa, está llena de ingenio y descubre un espíritu rebelde que emplea la literatura como medio de protesta. Así, Sor Juana Inés de la Cruz se ganó un lugar privilegiado en la historia de la poesía hispanoamericana.
En este contexto, Ortega Gaytán resume el valor poético de su producción artística, de la siguiente manera:
“En su trabajo se encuentra un hilo conductor que en determinadas oportunidades se encuentra oculto y en otras a flor de piel; en su percepción de la condición y derechos de las féminas de Siglo XVII, siempre abogó por la igualdad de sexos y el derecho de la mujer a adquirir conocimientos”.
Con el texto anterior, presentamos la colaboración de Juan José Narciso Chúa, titulado, “No quiero aprender a perder…”. Su contenido es una expresión de emociones en torno al valor de la amistad y el sentimiento que priva cuando se percibe la despedida. Esa memoria del amigo, Fredy Amílcar Aquino Callejas, lo estremece al considerar la vida breve que repasa y evoca con nostalgia.
“No quiero aprender a perder a mis amigos, no quiero aprender a perder la presencia permanente de mi amigo y hermano Fredy Aquino, no puedo, no quiero y no lo acepto, cuando pienso esto que escribo ahora, mi café terminó con el sabor amargo de mis lágrimas y mi corazón roto…”.
Que reciba muchas bendiciones en los días venideros. Ya estaremos en contacto próximamente. Hasta entonces.