Clynton R. López Flores
Filósofo

La reflexión sobre la existencia del Estado es tan antigua como la civilización Occidental. La parte de la obra de Platón más conocida por el público es su reflexión ética y política sobre la pregunta ¿qué es un Estado justo? La noción moderna de la función política y estatal surge con Maquiavelo en Italia, y con los contractualistas en el Reino Unido, Hobbes y Locke. Estas reflexiones han moldeado la forma en la que pensamos acerca del Estado en Occidente. Se consolidan en la Revolución americana y en la francesa en los modernos estados nacionales. El siglo XX nos dejo un legado en el cual se desacreditaron las versiones de estado fascista, nacional socialista y soviético. Fukuyama, nos decía para 1990 que los estados demócratas liberales parecían los triunfadores en esta competencia de formas de organización social.

En el siglo XXI los estados parecieran una mezcla de democracias liberales y de estado de bienestar. ¿Los ciudadanos estamos protegidos por el Estado? ¿Los ciudadanos estamos protegidos del Estado? Los recientes acontecimientos han manifestado nuevamente estas preguntas: ¿Cuál es el papel legitimo del Estado?

El presente trabajo tiene como objetivo discutir la función legitima del estado frente a los derechos de los individuos, y qué relación tiene la denominada capacidad estatal y los poderes de emergencia en relación con los derechos individuales.

Nociones sobre el papel legítimo del Estado

Probablemente no existe ninguna otra teoría más compleja y sofisticada acerca de la función del Estado que la que preparó Nozick en respuesta a Rawls en su famoso libro Anarhcy, State and Utopia.

“Individuals have rights, and there are things no person or group may do to them (without violating their rights). So strong and far-reaching are these rights that they raise de question of what, if anything, the state and its officials may do. How much room do individual rights leave for the state?” (Nozick , 1974, xix).

Con esta afirmación inicia Nozick el prefacio de su libro. ¿Qué ha sucedido en el mundo para que en el inicio de la tercera década del siglo XXI esta pregunta no tenga espacio en el espectro político?  La primera pregunta planteada en la introducción de este texto es: ¿Estamos los individuos protegidos por el Estado? La obra de Nozick se refiere explícitamente a lo que él denomina minimal state. Este minimal state es el único nivel de estado moralmente justificable frente a los derechos ciudadanos.

El único nivel de redistribución justificable es aquel que provee seguridad a todos ciudadanos. Cualquier otro nivel de redistribución es inmoral.  Nozick lo expresa de forma interesante: “Taxation of earnings from labor is on a par with forced labor” (Nozick,1974, 169).

Nozick aplica el método histórico para determinar la posición de una persona en la sociedad, y aplica el entitlement theory para determinar si es justo o no, dicha posición. Le método histórico se refiere a revisar las decisiones que ha tomado cada individuo para concluir en la posición que ocupa en la sociedad, y el entitlemente theory (una forma de responder a Rawls su teoría del merecimiento hereditario) es si la persona tiene derecho porque ha adquirido de forma legítima la posición que tiene en la sociedad. Por lo tanto, si una persona tiene “mucha” riqueza en relación con otra, es legítimo siempre y cuando no existan violación de derechos individuales, y la situación responda a las decisiones individuales y libres de cada individuo.  Los Estados modernos pareciera han tomado la opción de Rawls de que la redistribución, hasta el punto de igualar oportunidades, es justa. Rawls concluye esto en su A Theory of Justice luego de analizar que – según él – nadie merece la posición de nacimiento, nadie ha hecho nada por nacer en un hogar bien, o en un hogar miserable. Esta argumentación es dudosa, y se ha tomado de forma dogmática por muchos intelectuales y de excusa a los políticos. Con la excusa de la justicia social, las repúblicas, o democracias liberales han caminado hacia estados cada vez más grandes, y de bienestar.

Con dos promesas de venta: garantía en igualdad de oportunidades y garantía de seguridad. Este documento se enfocará en la segunda garantía. Antes de analizar la situación en función de la segunda garantía analizaremos brevemente el pensamiento de Nietzsche que denunció (en un diagnostico social) el futuro de Europa y de Occidente.

La respuesta de los estados naciones de bienestar puede buscarse en el pasado reciente, es decir, Rawls, o en una advertencia más antigua, olvidada, e intentada de borrar de la faz de la tierra por los Estados e iglesias: la obra de Nietzsche.

Nietzsche en la Genealogía de la moral en el primer tratado propone una hipótesis del comportamiento de la moral en cuanto a dos grandes tipos de personas. Los nobles, y los esclavos. Esta noción es una de las consideradas las grandes aportaciones a la psicología de Nietzsche. Nietzsche usa una palabra que será clave posteriormente en su obra (la usa en francés): ressentiment. Esta noción es potencialmente un eslabón olvidado en la evolución del Estado moderno. El tipo de hombre (esclavo) desarrolla el resentimiento (como un veneno) derivado de su propia impotencia. El triunfo llega cuando este resentimiento es capaz de imponer los valores que rigen la sociedad. Estos valores se encarnan en el Estado (con apoyo popular, de esclavos1) y convierten a la sociedad (a través del Estado) en un mecanismo de venganza y destrucción.

“(…) the essence of ressentiment: in order to exist, slave morality always first needs a hostile external world; it needs, physiologically speaking, external stimuli in order to act at all – its action is fundamentally reaction” (Nietzsche, 1995, 473). No actúan por sí mismos, sino como una reacción a la capacidad creadora de otros seres humanos, esto genera en este tipo de hombres resentimiento.

¿Qué tipo de hombre es este esclavo que ha ido aniquilando al hombre noble?

“¡Os muestro el último hombre!
¿Qué es amor? ¿Qué es creación? ¿Qué es anhelo? ¿Qué es estrella? – así pregunta el último hombre; parpadeando. La tierra se ha vuelta pequeña, y sobre ella se mueve a saltitos el último hombre que todo lo empequeñece. Su especie es indestructible, como el pulgón; el último hombre es el que vive más tiempo. ‘Hemos inventado la felicidad’. – Dicen los últimos hombres, parpadeando. Han abandonado las zonas donde la vida era dura; pues necesitan del calor. Aman todavía al prójimo y se frotan unos contra otros; pues necesitan del calor. La enfermedad y la desconfianza se les antoja un pecado. Se fijan muy mucho dónde ponen el pie. ¡Es un infeliz quien todavía tropieza con piedras y con hombres! Un poco de veneno de tanto en tanto, para soñar sueños lindos; y mucho veneno en el poster trance, para que sea dulce la muerte. Se trabaja todavía, para pasar el tiempo. Pero se cuide de que no canse el pasatiempo. No es ya ni pobre ni rico – lo uno y lo otro es molesto. Nadie quiere ya gobernar, nadie quiere ya obedecer. Lo uno y lo otro es molesto. ¡He aquí un rebaño sin pastor! Todos apetecen lo mismo; todos son iguales; quien disiente del sentir general se recluye voluntariamente en el manicomio. ‘Antes todo el mundo estaba loco’ – dicen los más sutiles parpadeando. Son gente lista que está al tanto de todo lo pasado y no se cansa de ironizar. Se pelean todavía, pero no tardan en reconciliarse, no sea que se resienta la digestión. Tienen aun su pasioncita para el día y su pasioncita para la noche; pero rinden culto a la salud. ‘Hemos inventado la felicidad’ – dicen los últimos hombres parpadeando”. (Nietzsche, 2009, 17).

La humanidad se ha transformado en lo que se denomina el último hombre. Una especie pusilánime (que rinde culto a Apolo) entregada a los placeres fáciles y la comodidad. Reniega de la incertidumbre y el riesgo, quiere todo dado, sin esfuerzo y sin riesgo. Este tipo de hombre que se ha desarrollado a partir de la moral de esclavos ha desarrollado una institución que promete el no riesgo, la no enfermedad, la no disidencia y la igualdad. El hombre que produce el resentimiento es este, el último hombre. La institución que encarna a este último hombre es el Estado.

“¿Qué es el Estado? ¡Atención!, que voy a hablaros de la muerte de los pueblos. Llámase Estado al más frío de todos los monstruos fríos. Y miente fríamente, siendo su mentira ésta: “Yo, el Estado soy el pueblo”. (…) Nacen demasiados hombres. ¡Para los superfluos ha sido inventado el Estado! ¡Mirad como atrae al montón de superfluos! ¡Como los traga y masca y machaca! “Nada más grande que yo existe sobre la tierra; soy el dedo ordenador de Dios. (…) Yo le llamo Estado adonde se envenenan a todos los buenos y los malos; donde se pierden todos, los buenos y los malos; donde el suicidio lento de todos se llama ‘la vida’ (…) Donde termina el Estado – ¡mirad, hermanos!” ¿No veis el arcoíris y los puentes del superhombre?”. (Nietzsche, 2009, 33).

La vida, su poder creador ha sido extirpada de la faz de la tierra por la moral de esclavos que ha triunfado gracias a la creación del Estado2. El Estado se convierte en una institución que pretende ser un garante de la suerte de los hombres en la tierra. Con esta falsa promesa, y en la masificación del último hombre, no es raro pensar, que los individuos con un velo de ignorancia (tal cual Rawls lo dice) en ese sentir inconsciente por un estado benefactor. En este horizonte, la capacidad potencial creadora de los individuos está anulada. Obviamente, la pregunta por los derechos de los individuos no tiene ni siquiera la posibilidad de pensarse. Está negada por la masificación del Estado y de su estirpe. Al hombre que se le ocurre dudar del Estado es tachado de utópico, inmoral, o insolidario. Descartado de cualquier tipo de discusión que involucre decisiones sobre el poder ejercido sobre los individuos que lo piden sobre si.

La noción de que la vida es un lugar en el cuál hay que jugarse la vida ante la incertidumbre de la suerte (en sentido amplio) ha desaparecido y se pretende vender la idea de la garantía del Estado. En esta idea de la garantía del Estado (no pasar por las penas de la vida porque todo está garantizado) se utiliza a los individuos como instrumentos, limitando su derecho más preciado: la libertad de decidir que hacer con su propia vida.

Nozick, concluye su libro afirmando que el minimal state es una utopía inspiradora que permita a los hombres nobles (en el sentido de Nietzsche) luchar por ser respetados por esa masificación del nuevo ídolo encarnado en el Estado. Nozick concluye su libro de la siguiente forma:

“The minimal state treats us as inviolate individuals, who may not be used in certain ways by others as mean or tools or instruments or resources; it treats us as persons having individual rights with the dignity it constitutes. Treating us with respect by respecting our rights, it allow us, individually or with whom we choose, to choose our life and to realize our ends and our conception of ourselves, insofar as we can, aided by the voluntary cooperation of other individuals possessing the same dignity. How dare any state or group of individuals do more. Or less” (Nozick, 1974, 334).

En este marco cultural descrito por Nietzsche y la forma que ha tomado en la noción de Estados todos poderosos la pregunta por la singularidad y sus derechos está totalmente eliminada. Los individuos merecen ser tratados como fines y no como instrumentos, pero los Estados modernos violan sistemáticamente los derechos individuales. En el contexto actual la pandemia de Covid-19 los estados latinoamericanos, y especialmente el guatemalteco, ha invocado la necesidad de aumentar de emergencia la capacidad estatal para hacer frente a la pandemia. De esta forma el ejecutivo, en conjunto con el Congreso han aprobado aumentos de sueldos, aumentos de presupuestos vía deuda externa e interna abriendo una puerta peligrosa para la inflación en el país. Han utilizado la noción de que el Estado debe garantizar la existencia como excusa para aumentar de emergencia nacional la capacidad estatal. Debemos de entender capacidad estatal como la capacidad instalada del Estado de un país de cobrar impuestos y de producir bienes y servicios para los ciudadanos de un país. No puede ignorarse que la capacidad estatal incluye la capacidad de coerción, regulación y limitación de libertades individuales. Los países que habitualmente tienen una alta capacidad instalada de Estado ha sido bajo percepción ciudadana de que hay una limitante y un compromiso a no abusar de dicha capacidad (Pavlik, J.B., Young, A.T, 2020).

Continuará…

1 Nietzsche tiene una noción sobre dos estirpes de hombre: los nobles y los esclavos. Su imagen es la sociedad griega. Para Nietzsche estos dos tipos de hombres han existido siempre, y los hombres nobles han hecho que el mundo gire alrededor de su fuerza. El advenimiento de la democracia es temido por Nietzsche porque “barbaric slave class would plan revenge, not only for itself but for all generation.” (Safranski, 2002, 148). (Safranski citando a El nacimiento de la tragedia). Otro elemento que termina de definir la posición de Nietzsche ante la vida es la aceptación of natural cruelty of things (Safranski, 2002,148), (Safranski citanto El nacimiento de la tragedia). La crueldad no es exclusiva de los esclavos, los nobles también la viven pero buscan refugio en el arte. La existencia no tiene garantías de comodidad, de éxito, la vida misma es trágica.
2 Nietzsche básicamente está denunciando el fracaso de los valores Occidentales greco-romanos en manos del cristianismo que denomina como la moral de los esclavos.

PRESENTACIÓN

La crisis epidémica por el Coronavirus ha movido a los gobernantes de los países a tomar decisiones que no siempre gozan de popularidad entre la ciudadanía.  Así, mientras algunos han operado bien, con prudencia y razonabilidad, otros han aprovechado la ocasión para restringir los derechos fundamentales y permitirles una administración a sus anchas.  En ambos casos, quienes defienden la filosofía liberal han estado críticos frente al peligro de la arbitrariedad de los que toman esas disposiciones.

En la edición de hoy, el profesor Clynton R. López Flores, reflexiona sobre el papel legítimo del Estado.  Subyace en el texto no solo la defensa de los derechos inalienables de la persona humana, sino el llamado a un Estado mínimo que no aniquile las libertades conquistadas por las sociedades democráticas.  De cara al monstruo que lo devora todo (el Leviatán hobbesiano), nuestro filósofo define sus límites como expresión de un tratado civilizado de convivencia.

Aunque el artículo puede someterse a un debate extra periodístico, en un ámbito académico que discuta sus posiciones inspiradas en Nozick, Rawls y una lectura particular de Nietzsche, vale la pena la lectura desde este espacio como plato de entrada para un festín filosófico de mayor calado.  Mientras llega ese momento, cito a continuación una de las tesis del texto en contra del Estado.

“La humanidad se ha transformado en lo que se denomina el último hombre. Una especie pusilánime (que rinde culto a Apolo) entregada a los placeres fáciles y la comodidad. Reniega de la incertidumbre y el riesgo, quiere todo dado, sin esfuerzo y sin riesgo. Este tipo de hombre que se ha desarrollado a partir de la moral de esclavos ha desarrollado una institución que promete el no riesgo, la no enfermedad, la no disidencia y la igualdad. El hombre que produce el resentimiento es este, el último hombre.  La institución que encarna a este último hombre es el Estado”.

Nuestros mejores deseos para usted en estos días complejos de confinamiento.  Que la lectura sea de su provecho y favorezcan jornadas más placenteras y llevaderas. Seguimos en contacto.  Ya nos veremos nuevamente el viernes.  Hasta entonces.

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