Un anciano enfermo es transportado en camilla a la sala de emergencias del hospital Elmhurst, Nueva York. Foto/Kathy Willens/AP

Juan Manuel Castillo Zamora1

El tiempo litúrgico de la Cuaresma, tan esperado para muchos guatemaltecos, se hizo presente con vientos de preocupación, con un ambiente cargado de incertidumbre y una inexplicable pesadez en el aire. La razón: la mundial amenaza del Covid-19, enfermedad que al momento de escribir este artículo había matado a cerca de 20 mil personas, principalmente en China y en Europa.

Las lilas jacarandas, las moradas buganvilias y los frondosos árboles de matilisguate, los que florecen especialmente en esta época, deambulan solitarios por la devota ciudad de Guatemala y se preguntan si ¿Acaso se han equivocado? ¿Han llegado un poco antes o quizás después? Porque algo no encaja: los incensarios no perfuman sus frutos, el aserrín teñido no se discurre por sus troncos, los niños no les abrazan con vehemencia y los ancianos no les requieren de su sombra.

Y es que, ante la inminente amenaza de la pandemia más agresiva del siglo XXI, las autoridades guatemaltecas decidieron suspender las manifestaciones de piedad popular y cualquier otra reunión masiva. En ese contexto la imagen del nazareno, el de la mirada amorosa, el del pesado madero, el que se mueve con cadencioso vaivén por las calles y avenidas de los 340 municipios de los 22 departamentos del país, no bendecirá los barrios guatemaltecos durante la Semana Santa 2020.

Por primera vez desde 1882, cuando el gobierno liberal prohibió las procesiones extramuros y limito las manifestaciones de piedad popular a estas fuesen intramuros, la imagen del nazareno y del cristo yacente no visitará nuestros barrios durante los días grandes.

Ante esta situación y a sabiendas que esto obedece a disposiciones gubernativas que además son necesarias, la iglesia católica y las hermandades de pasión tuvieron frente así un enorme desafío: comunicar con esperanza una noticia que golpea la religiosidad popular desde todas las visiones posibles: la religiosa, económica, antropológica y social.

Y es que la Semana Santa en Guatemala tiene un significado amplio que trasciende la religiosidad popular y aborda temas profundos como la cohesión social, la recuperación de espacios públicos, la reactivación de la economía, el incremento de las divisas por concepto de visitas turísticas, y es que debemos recordar que hablamos de una conmemoración cultural que nos identifica como guatemaltecos y nos convierte en un país emblemático para vivir los días grandes.

La Comunicación como bálsamo ante las adversidades
Pero esta Semana Santa 2020 el Covid-19 nos confinó en nuestros hogares y nos impidió salir al encuentro del nazareno y del cristo yacente por primera vez en 138 años ¿Cómo comunicar lo que para algunos se asemeja a una tragedia? Cómo enviar un mensaje de esperanza y de unidad y explicar que, si bien las manifestaciones de piedad popular son importantes, estas pasan a ser un jugador secundario en el tablero y que es menester de todos los cristianos, cucuruchos, devotas y espectadores mantenernos a salvo para resguardar nuestra salud y evitar muertes innecesarias.

Nadie dijo que fuera tarea sencilla, sobre todo si se considera la desbordante pasión de los cucuruchos, de esos corazones morados que se niegan a asimilar que los días tan esperados llegarán, pero que deberán pasar casi inadvertidos, que serán de encierro, que no habrá bandas con centenares de músicos que interpreten las sublimes notas de un virtuoso pentagrama fúnebre.

Tampoco confluirán decenas de vecinos y familias que encuentran en la elaboración de las coloridas alfombras, quizás el único punto de unión e interacción durante todo el año. Muchas cosas dejaron de suceder a partir de la tercera semana de Cuaresma hasta los días grandes y el desafío fue el de comunicar con templanza y esperanza.

Ante esta realidad que golpea el ánimo de los católicos que viven con intensidad las manifestaciones de piedad popular, las hermandades y la Iglesia Católica se pronunciaron e hicieron llamados a la oración y a la calma. En tiempos de redes sociales y de inmediatez el desafío era mayor, pues la feligresía necesitaba llenar el profundo vacío que implica la aceptación de la interrupción de las procesiones.

La Asociación Hermandades de Pasión de Antigua Guatemala y Jocotenango emitieron un comunicado de prensa el pasado 16 de marzo. En el documento, suscrito por el asesor espiritual de religiosidad popular y Hermandades el presbítero Juan Carlos Dealtán López, se solidarizó con todas las cofradías por la suspensión de los cortejos procesionales.

“Les pido que vivamos con fe profunda y respeto nuestra espiritualidad de este tiempo de gracia que el señor nos ha permitido experimentar este año”. Invitó a los cargadores a “adorar a Dios en Espíritu y en Verdad y “asumir una actitud de desierto en el alma, aunque nuestras amadas imágenes no tengan su procesión esta misma debemos llevarla en lo más profundo del alma…”

El comunicado hacia un llamado a “la fe madura y adulta que hoy solo estamos privados de nuestras actividades cuaresmales, pero debemos saber que agradamos y exaltamos el amor de Dios en nuestro prójimo salvaguardando la vida como don de Dios tomando medidas preventivas ante esta pandemia…”

El comunicado fue publicado previo a la definitiva suspensión de las actividades de Semana Santa, puesto que al principio la prohibición finalizaba el Domingo de Ramos y en ese contexto invitaba a no “alimentar falsas expectativas a sus miembros y devotos cargadores sobre posibles actividades…

La comunicación hacía una invitación a unirnos en oración desde nuestros hogares para el cese de la pandemia, mensaje que fue replicado por muchas hermandades haciendo un llamado a la participación de la jornada de ayuno y oración convocada para el 21 de marzo del presente año.

El mensaje era también un llamado a la prudencia y al respeto de las normas de la iglesia. La Conferencia Episcopal de Guatemala –CEG- hizo una exhortación a asumir las disposiciones dictadas por las autoridades correspondientes e indicó que “esta experiencia que estamos viviendo adquiere un sentido particular en el tiempo de Cuaresma, tiempo de gracias que debe aprovecharse para una actitud más atenta a la llamada de Dios por medio de su hijo Jesús a buscar la comunión con él y con nuestros hermanos… es hora de reavivar en nuestros corazones la confianza que profesamos en Dios que como un buen padre nunca nos abandona”.

La CEG manifestó que, aunque provoca un vacío la ausencia de la celebración eucarística con la participación del pueblo, “el espíritu de Dios nos hace vivir en comunión con nuestras familias, que hoy tienen la oportunidad de fortalecerse como iglesia doméstica donde se asume con responsabilidad el cuidado de la vida, especialmente de los más frágiles…”

Las hermandades de pasión de todo el país mantuvieron al unísono el llamado a la oración y al acatar, por dolorosas que parecieran, las disposiciones gubernamentales de suspender las manifestaciones de piedad popular durante la Cuaresma y Semana Santa.

Recojo un fragmento del mensaje enviado por la hermandad de Santa Ana de Antigua Guatemala, la que a mí juicio resume con asertividad la postura general de la iglesia y es bálsamo y esperanza en tiempos de crisis: “la Cuaresma no puede ser detenida por un virus, nuestra iglesia está más viva y unidad que nunca, nuestra fe no se debilitará ante esta situación, al contrario, al salir de ella podremos comprender que la prueba consistía en creer más en Dios, en su misericordia, buscarle de nuevo desde la intimidad de nuestros hogares”.

En ese contexto es imperativo conocer la importancia de la comunicación desde las hermandades y de la iglesia como instituciones al servicio de la feligresía y aplaudir la congruencia del mensaje transmitido. Desde este espacio y desde la distancia finalizo este artículo un dejo de tristeza, pero con la esperanza que supone tener la convicción absoluta de que este trago amargo nos hará más fuertes y que el nazareno volverá a bendecir nuestros barrios en la Cuaresma y Semana Santa 2021.

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