Por LINDSEY BAHR
Agencia AP
No hay nada particularmente extraordinario en la película «The Way Back» del director Gavin O’Connor, excepto quizás por la actuación de Ben Affleck. Este es un drama tranquilo sobre un alcohólico solitario que recibe un salvavidas cuando le piden que entrene al equipo de baloncesto de una escuela secundaria. Es el tipo de cinta que a la gente le gusta decir que «Hollywood ya no hace», lo cual es verdad sólo en parte. También es el tipo de película que podrías sentir que ya has visto antes (otra realidad parcial).
Affleck da vida a Jack Cunningham, un hombre torpe de mediana edad que bebe todo el día, todos los días. Abre una lata de cerveza en la ducha. Se sirve un licor en la taza de café mientras trabaja en construcción. Bebe mientras conduce al bar. Bebe en el bar. Y al día siguiente repite el mismo ciclo.
Es lo que podría llamarse un alcohólico que funciona, aunque ir sin rumbo por la vida aturdido por el alcohol no lo hace feliz. Apenas está sobreviviendo en su triste y sucio apartamento hasta que recibe una llamada de su pasado: el director de su vieja secundaria, Bishop Hayes, lo quiere de vuelta en el lugar donde una vez fue estrella del baloncesto para que entrene a su equipo actual, que es menos que estelar.
Es exactamente lo que uno esperaría, pero las escenas con el equipo son algunas de las mejores en el filme chistosas y animadas y completamente cautivadoras aun cuando no parecen apegarse al manual de juego. Pero «The Way Back» no se jacta de ser un drama deportivo típico. Intenta ser más que eso con muchos hilos y tramas paralelas que nunca terminan de cuajar en un final satisfactorio.
El basquetbol no es el foco. Jack lo es. Este es un tipo que tiene muchos fantasmas y la cinta se toma su tiempo para revelarlos. El guion de Brad Ingelsby y O’Connor es bien parco en los detalles, quizás para hacer de «The Way Back» una reflexión más precisa de cómo a menudo los problemas del pasado se presentan en la vida cotidiana. Pero en retrospectiva, deja una sensación irritante de que fue simplemente hecha como un puñetazo barato en el estómago.
Si hay un problema predominante en «The Way Back», es que en general se siente como un puñetazo barato. Por supuesto que el público querrá ver a Jack recuperarse, sentirá aliento cuando comience a importarle el equipo de baloncesto, vitoreará cuando gane y suspirará cuando resbale.
O quizás eso es demasiado cínico. «The Way Back» sí parece haber sido construida con un espíritu franco, y Affleck carga bien el filme sobre sus hombros, mostrando capazmente todos los lados de un alcohólico desventurado el lado chistoso, el dulce, el explosivo, el autodestructivo. Es escalofriante ver cómo se le encienden los ojos con una bebida, y también el momento en que se le apagan.
«The Way Back» es un prometedor paso adelante para un astro que siempre ha sabido alternar entre diversos géneros. Aun así, no es tan convincente como las entrevistas recientes que Affleck ha dado sobre sus propias luchas, entrevistas caracterizadas por la honestidad y el detalle.
Affleck tiene en sus manos las experiencias personales para hacer un gran drama, ya sea escribiendo, dirigiendo o actuando, pero «The Way Back» no lo es.
«The Way Back», un estreno de Warner Bros., tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años vayan acompañados de un tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por lenguaje fuete o soez a lo largo del filme, incluyendo algunas referencias sexuales. Duración: 108 minutos. Dos estrellas y media de cuatro.