Adolfo Mazariegos
Escritor y Columnista de “La Hora”

Durante los últimos años, paralelo al advenimiento de acelerados avances en campos científicos como la inteligencia artificial y las tecnologías a través de las cuales hoy podemos tener acceso a Internet (y al cúmulo de todo eso que en su conjunto popularmente llamamos redes sociales), ha empezado a darse también, inexorablemente, una transformación de la masa social hacia lo que en este breve escrito me permitiré denominar La sociedad de la libertad supuesta1. Una sociedad para la cual el concepto de libertad, como parte de la vida cotidiana, se refiere a un estado distinto al de nacer, vivir o morir en libertad, y cuyo advenimiento, quizá, no podría haberse dado de otra manera en tanto etapa de la vida humana en esa sociedad2 que, como es fácil observar empíricamente, ha sido más bien dinámica.

Al hablar de los conceptos “libertad” y “supuesto”, sin embargo, es menester indicar previamente (aunque fuere de forma somera), que, al hacerlo, como quizá cabría suponer, bien podríamos estarnos refiriendo a algo que se esperaría debiera o pudiera darse en el marco de la sociedad -y en un área determinada del quehacer humano, cualquiera que sea-. No obstante, en este caso particularmente, el sentido va en dirección de aquello que se asume se está produciendo, cuando en realidad se está produciendo algo distinto, es decir, no es algo que se espere suceda, sino algo que se asume (que se supone) está sucediendo. En tal sentido, la historia humana ha dado sobrados y claros ejemplos de los cambios que se han operado en la sociedad y de cómo esos cambios han sido asumidos a través del tiempo y de cada etapa histórica de acuerdo con sus propias particularidades y signos distintivos.

En esa línea de pensamiento, parafraseando al profesor Byung-Chul Han con respecto a su idea de que toda época tiene enfermedades emblemáticas que, como es de suponer, llegan a su fin o remiten una vez se ha encontrado la cura, cabe indicar también que, ciertamente, cada etapa ya vivida del desarrollo humano en sociedad ha tenido particularidades determinadas que las distinguen y que las hacen únicas en el tiempo, es decir, cada época, en el marco del desarrollo histórico de la humanidad, es irrepetible, intransmutable, y ha tenido (como hasta hoy) sus propias problemáticas en tanto los avances de la ciencia y la tecnología se han sucedido y se siguen sucediendo inexorables.3

La libertad que la sociedad de hoy día asocia a la utilización de las llamadas redes sociales (e Internet en términos generales), es una libertad supuesta, una suerte de libertad orwelliana en virtud de que se asume la tenencia del control en la toma de decisiones con respecto al uso, contenidos, datos personales, etc., mientras se navega por la word wide web, siendo que en realidad esa libertad se está viendo restringida, o manipulada sin que el hecho o tal acción (que lo es) sean siquiera percibidos, lo cual incide directamente en la vida cotidiana y cuyo impacto cobra efecto aún fuera de los sitios y redes de Internet. Todo ello, en función de esa libertad, forma parte en realidad de una suerte de ilusión mediante la cual se piensa que, mientras más activo se es en el uso de estas tecnologías y sus herramientas, más libre se es.

Foucault nos hablaba en su momento de una sociedad disciplinaria; Byung-Chul Han habla de una sociedad del rendimiento y de una sociedad del cansancio; pero, en honor a la verdad, hoy día estamos en una etapa histórica en la que no es posible ver hacia adelante sin la existencia de todo lo que nos hace suponer más que lo que en realidad ocurre, es decir, toda esa tecnología y avances sin los que la sociedad sencillamente ya no podría concebir en su imaginario la existencia humana. Heidegger, por su parte, indicaba que “los límites a la acción convierten la libertad en algo finito”; y aunque ya hemos observado brevemente las diferencias de percepción existentes en torno al concepto “libertad” en los tiempos que corren, yo agregaría que, dichos límites a la acción, al margen de los ordenamientos jurídicos que rigen los Estados tal como los percibimos y aceptamos en la actualidad, también convierten la libertad en algo supuesto que trasciende tal finitud.4

Limitar o manipular la acción puede constituir control, en el más amplio sentido de la expresión. Y es justamente en ello, en ese control del que puede ser objeto el individuo que supone la vivencia plena de su libertad, en donde cobra sentido (un sentido diferente al que quizá suponemos) más allá de la sociedad disciplinaria de Foucault o de la sociedad del rendimiento o de la sociedad del cansancio de las que Byun-Chul Han hablaba hace tan sólo dos o tres años. Esa transformación de una clase de sociedad en otra (por decirlo de alguna manera) se ha dado en muy poco tiempo, en un lapso que no supera siquiera los cincuenta años, y entender eso puede brindarnos, quizá, un panorama prospectivo de lo que a lo mejor está por venir… Desde la sencilla perspectiva que aquí se expone, hoy día lo que existe es una sociedad de lo supuesto: la sociedad de la libertad supuesta.

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