Sin título (2018) de la serie B1. Premio Nacional de Fotografía. Carlos Aguilar Reyes.

Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

Dos fotógrafos han destacado en 2019, Carlos Aguilar Reyes, Premio Nacional de Fotografía, otorgado por la Fototeca; y Jorge Luis Chavarría que hace un quiebre en la epistemología de la fotografía al revivir el daguerrotipo y otras técnicas de finales del siglo XIX. El resto de los fotógrafos han seguido sus estilos propios, nada nuevo.

Sin título (s/f) de la serie Dragbesties Vintage, Jorge Luis Chavarría.

El número de exposiciones fotográficas ha disminuido. Únicamente Sol del Río mantiene una constante difusión de la fotografía alternándola con arte actual. El resto de estas entidades conoce poco del tema. Hacer una exposición fotográfica implica una inversión considerable en impresiones, luego el fotógrafo deberá de buscar el espacio para exhibir y pasar por filtros de curadores. Si al fin logra exhibir, es dudosa la recuperación de la inversión.

Son estos factores los que evidentemente han repercutido en el poco número de exposiciones, lo que ha dado paso a los fotolibros, una moda que de alguna forma viene a paliar la imposibilidad de exhibir con los riesgos que esto implica. Las nuevas formas de edición digital permiten hacer libros bajo demanda, sin tener libros en bodegas. Este año destaca la publicación “Tonatiu” de Juan Brener, una visión peculiar de Guatemala y sus gentes, un tipo de fotografía ensimismada, compleja en significados, que hay que ponerle atención, porque podría pasar como algo intrascendente a simple vista.

Un libro valioso lo constituye la reedición del libro “La nueva Guatemala, antes y después de los terremotos de 1917-1918” de Arturo Taracena Flores, bajo la dirección de Roberto Gereda, superando la primera edición agotada. Este libro incorpora nuevas imágenes que han dado una idea de la capital a principios del siglo XX y su posterior destrucción, un libro de colección para los capitalinos.

El campo fotográfico muestra síntomas de anomia, luego de un despegue fulgurante a principios de la década, ahora se está ante un muro. Mientras tanto ajenas a esta realidad, las escuelas de fotografía florecen. Es notorio que algunos fotógrafos han visto en la didáctica de esta disciplina un filón económico del cual obtener réditos. Sin duda la escuela más grande y con gran poder es la Fototeca, con diversidad de cursos, locaciones, equipos, etc. Con gran publicidad en las redes sociales, captan a un selecto grupo de personas que pueden costear sus altos costos.

¿Qué harán todas esas personas formadas en los principios fotográficos?, la gran mayoría entrará al mercado de la imagen –entiéndase fotografía comercial, de bodas, bautizos, moda, retratos. Con lo cual ante la competencia bajarán los costos. Algo similar sucedió en Costa Rica, cuando empezaron a graduarse fotógrafos de la Universidad Véritas, y la Universidad de Costa Rica.

Algo que preocupa es la falta de un archivo que puede resguardar el patrimonio visual de Guatemala. Hasta el momento solo la fototeca Guatemala del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica –CIRMA– posee un acervo de imágenes, pero mucha de la producción actual del fotoperiodismo, una foto histórica por excelencia, y la fotografía simbólica (arte) no hay vestigios para posteriores estudios.

Estamos ya en 2020, esperemos que sea mejor –aunque hay que ser escépticos–.

 

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