Ester María Mayorga Aguilar (Quetzaltenango, Guatemala, 1984) es licenciada en Administración de Empresas por la Universidad Rafael Landívar. Sus textos han sido divulgados por publicaciones nacionales y salvadoreñas, además de ser musicalizados por trovadores y bandas. Editorial Universitaria le editó Los Versos Monocromo y el poema del Edén (2010).

Los versos Monocromo
y el poema del Edén

Bajé la cuesta de la iglesia de “La Transfiguración”
con un libro insatisfecho de horizontes
el párroco dijo “si hay alguien esta vez que se oponga a la lluvia,
que hable o calle para siempre”
entonces me quedé muda
y regresé mojada,
ya sin palabras con que salpicar la poesía.
—Sobre el día que perdí el derecho a las palabras—

Mi sombra me persigue,
de pronto freno ante el vacío
y ella, que ya había marcado el paso, tropieza en la inercia involuntaria del movimiento,
cae lento y vibrante contra el suelo y se aleja llena de vergüenza.
Un segundo más tarde
me vi caminar de vuelta sola
ya sin sombra…
—Sobre la calle Santander—

Te digo que llueve
que el hambre aquí no es como la imaginamos
que los días siguen pasando aunque alguien llore.
te digo que duele, porque duele
que mi vista abarca casi nada y la historia se repite
la sed arde
te digo que arde cuando la miseria no se confirma con sequía.
Si alguien allá afuera me escucha
sepan que adentro no queda nada.
—La Unión, Zacapa—

Habrá que persuadir esta vez a la tibieza, para que vuelva.
Una lágrima explota contra la pared,
se cristaliza
mi aliento escupe esa neblina de palabras
tanto viento que congeló la desnudez.
Hay quien afirma que esta sangre se vuelve escarcha
mi termómetro existencial ha gritado mil veces frío.
Te digo que no habrá invierno
como este poema líquido que se solidifica.
Mañana no quedarán canciones de cuna
te digo que no habrá frío como este sol derritiéndonos las venas
aquí la luna brota desde otro cielo
y el nivel del mar está por encima del ahogado, del hundido, del sediento.
Haití bajo escombros
Tajumulco bajo cero.
—Poema frío—

Voy a describirte instantáneo
sin revelar tu secreto, percolarte
servirte humeante
mezclar tu amargo con mi fermento de trigo
negro endulzarte
espumeante absorte
rozarte con los labios
mientras tu humedad quema mi lengua.
Tu aroma indomable se expande
testigo de la calma te respiro
ese olor a tostado me oxigena
mi hambre te implora
voy a beberte lento
mientras dure tu tibieza.
—Oda al café—

Llevaba veinticuatro años recorriendo el camino de Eva.
Adán inventó el tiempo
y agotó su mente
entonces a mí se me ocurrió la desnudez.
—El Jardín del Edén—

Nada me inspira más que este vacío
apuntar a una estrella con los dedos clausurados
en el renovado lenguaje de ver pasar las horas
intentando apagar esa voz de vela
señalando al mismo cielo, pero esta vez desde abajo
muy abajo, tras la lluvia
y continuar a oscuras la danza de los mortales
el ritual biológico del movimiento
que tan solo corresponde
al episodio triste que se recostó junto a la cama
y quedó dormido mucho antes del silencio.
—Desolación—

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