Víctor Muñoz
Este Gedeón nunca deja de sorprenderme. Aun cuando en muchas ocasiones he externado mi opinión sobre que su amistad me resulta perjuiciosa, siempre termino por recibirlo porque en el fondo le guardo algún aprecio. Es que no es mala gente, solo un poco bruto.
Esta vez llegó a visitarme ya entrando la noche de un día jueves en que soplaba un viento norte bastante fuerte y helado. Es que estábamos en noviembre.
Como la muchacha, una vez que dan las siete de la noche ya o sale para nada a la calle porque afirma que le hace daño el sereno, yo mismo fui a la puerta a ver quién era el visitante. Se trataba de Gedeón, pero venía casi irreconocible. Estaba peludo y con una barba rala, porque es un poco lampiño, aunque un tanto larga; traía un saco más grande para su talla, un sombrero bastante arrugado y, en fin, más me pareció que se había dedicado a pordiosero.
¿Querés pasar? –le pregunté.
-Aun cuando esta hora resulta ya poco propicia y un tanto inoportuna para visitar a los amigos, habré de aceptar tu amable invitación –me dijo.
Y entró. Además de ese su atuendo un tanto extravagante y de su caminado como de hombre importante, traía un par de libros bajo el brazo. De forma bastante ceremoniosa me indicó que prefería que conversáramos en el comedor, ya que, si mi gentileza fuera tanta, me estaría muy agradecido si lo invitaba a un café. Y se quedó mirando hacia ninguna parte de manera lánguida y como extraviada. Me comencé a preocupar. Una vez instalados en la mesa y con su café servido, comenzó la plática.
-Debo comentarte que he decidido dedicarme a poeta.
Confieso que al escuchar semejante noticia poco faltó para que me cayera de la silla. Es que me asusté sobremanera.
¿Y eso? –le inquirí.
-Pues verás, durante muchos años anduve buscando un camino por dónde poder transitar felizmente y por fin lo he encontrado. Esta profesión, aun cuando es sufrida y para nada provechosa en cuanto a riqueza patrimonial se refiere, me traerá fama que de ninguna otra forma lograré alcanzar. Y no solo aquí, en este villano y paupérrimo país sino allende las fronteras en donde mi nombre brillará como faro indeleble e incandescente lo cual dará lustre inconmensurable a mi país.
Yo estaba tan asustado al escuchar tales disparates que por un momento supuse que se trataba de una broma de mi amigo; pero no, siempre he sabido que aun cuando con alguna frecuencia comente torpezas, todo lo que hace lo hace muy en serio. De pronto comencé a percibir cierto desagradable y característico olor a gente que no se baña. En cuanto notó mi molestia, y a modo de explicación, me dijo:
-He de contarte que este giro que ha dado mi vida me ha hecho cambiar algunos hábitos. Nosotros los poetas hemos venido al mundo a pasar penurias y limitaciones de todo jaez; sin embargo, nada es doloroso cuando la satisfacción es el culmen de toda carencia. Aun cuando con plena conciencia he escogido un camino doloroso, no me molesta. He encontrado en la poesía mi camino, mi realización, mi vida. Te leeré dos breves poemas que escribí hoy por la tarde y que forman parte de ciento trece poemas que escribí hoy mismo. Escuchad, por favor:
Los pollitos pían
y mamá gallina los arropa.
pío, pío, pío,
pío. pío, pío,
y ella, clo, clo, clo,
los arropa
y el gallo ki ri kiii…
canta gustoso.
El río
a cuyas pozas do íbamos a nadar cuando niños
a gozar de la naturaleza
a observar el raudo devenir del agua clara
y a ver cómo nadaban los pececillos
se murió.
¿Qué te pareció? Mi poesía cruzará los ignotos mares y de lejanas tierras vendrá el reconocimiento a mi excelso trabajo, de eso estoy seguro. Aunque aquí quizá nadie la valore en su justa dimensión, mi poesía tiene sonoridad, tiene el encanto de las aves, aullido de los lobos, el rumor de las noches de luna llena, el rumor del viento a su paso por los pinos y cipreses, el leve llanto del mar cuando en la hora nona acaricia las arenas eternas que recibe sus arrestos amorosamente. Y me voy porque he de confesarte que me ha llegado una violenta manifestación de inspiración y me urge sentarme a escribir unos veinte o treinta poemas sobre perros, gatos, venados y otros animales que si bien es cierto no ostentan raciocinio, expresan sus sentimientos por medio de sonidos que habré de explorar.
Y sin siquiera terminarse su café tomó sus libros y a las carreras, se despidió y se fue. Y yo me quedé perplejo; sin embargo, es correcto afirmar que, si al principio me preocupó que se hubiera dedicado a dicha profesión, bien pronto supe de seguro que no más tarde de unas dos o tres semanas se aparecerá nuevamente con una nueva historia. Veremos qué pasa.