La pieza de Cattelan, llamada Comedian, fue presentada por Galerie Perrotin durante la feria Art Basel en Miami. La semana pasada donde dos de sus tres ediciones se vendieron a coleccionistas por $120 mil cada una, equivalente a £91 mil. (Con información de Dezeen).

Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

El 2019 finaliza. El ambiente artístico de la Ciudad de Guatemala está animado, y poco se llega a conocer de lo que sucede en las ciudades de provincia. Sin duda la noticia que ha dado vuelta al mundo es el banano pegado con cinta para ductos de Mauricio Cattelan. Si se ve fuera de prejuicios es una obra realizada para lo que se esperaba: el escándalo, llamar la atención a nivel global y posicionar aún más una actividad como Art Basel Miami. La pieza, ante la que se rompieron las vestiduras los puristas del arte, llena todo lo que representa el arte denominado contemporáneo y que prefiero designar actual, aunque esto no guste a muchas personas conservadoras, que prefieren un cuadrito, o cuadrote.

En esta capital, lo que se denomina en términos teóricos el mundo del arte, en 2019 estuvo marcado por la actividad del mercado del arte, entiéndase las galerías de arte, tal vez la punta del iceberg visible. Luego le siguen las presentaciones de la Orquesta Sinfónica Nacional, y después la actividad de grupos independientes en la rama del teatro y literatura.

El arte plástico nacional está regido por los eventos de galerías de arte, la gran mayoría complacientes para el gran público (desconocedor del arte y la manera de cómo se hace una colección). Estas actividades son realizadas como es lógico por las galerías de arte, frente a la competencia de hace varios años que hacen instituciones de beneficencia de entidades como Juannio, Arte en Mayo, Funcilec, y ahora el patronato de la Iglesia de Santo Domingo.

La galería Ultravioleta en forma silenciosa es la única con presencia internacional en ferias, no en las grandes, pero algo es algo. Dirigida por jóvenes bilingües y con recursos han entendido la dinámica del mercado global de arte y viajan con obras livianas que no parecen obras de arte lo que facilita su traslado.

Los museos privados, Ixchel y Popol Vuh, desde hace años cobran el ingreso (no accesible a los guatemaltecos). Ahora existen otros museos privados que para ingresar a ver sus colecciones (no todas bien organizadas y procedentes de compras opacas) cobran en dólares o su equivalente.

En el asunto del arte visual el Estado sigue inerte. La única acción visible es el Premio Nacional de Artes Visuales. Este premio en pocos años le pasará lo mismo que al Premio Nacional de Literatura, que ya está llenando el cupo de los artistas vivos destacados para premiar. El museo de Arte Moderno pasa por crisis, como la falta de restauración de obras señeras de la Historia del Arte de Guatemala, es el caso de una obra de Agustín Iriarte o la escultura de Roberto González Goyri, apuntalada a una pared, ante el deterioro de la base.

Algunas de las fundaciones más importantes al parecer se han quedado desfinanciadas. La gran mayoría se hizo de abultados equipos administrativos que requieren muchos de sus recursos, lo que los ha llevado a crearse fondos. Lo más fácil es vender arte visual. Esto ha provocado que galerías y fundaciones apunten al mismo público objetivo, una verdadera competencia desleal a la que se suman los artistas que venden en sus casas o estudios. A otras les ha dado por la educación a través de fondos como los de USAID, que les obligó a dar un giro en la programación de sus actividades.

Los dos centros culturales binacionales punteros son la Alianza Francesa y El Centro Cultural de España. Son el refugio y tabla de salvación para los creadores que no logran el interés de galerías de arte o de acceso a escenarios para sus actividades. Los otros han quedado anquilosados y poco se sabe de su actividad, si no es por una proyección vía satélite desde el MET.

Es de dominio público que se escribe una Historia del Arte de Guatemala. Saber que quien patrocina este titánico proyecto es un conocido coleccionista de arte contemporáneo, pone en duda la veracidad de los hechos históricos ahí apuntados. Una historia que se escribe desde un centro de poder puede tener muchos ocultamientos por intereses creados. Algo como ocurrió con un libro de fotografía que pretende ser la primera historia de la fotografía donde muchos quedaron fuera.

Sin duda el mayor esfuerzo que se percibe desde el año pasado es el realizado por la Orquesta Sinfónica Nacional. En el 2019 asumieron riesgos de los que salieron bien librados y airosos. Ha existido buen manejo de redes sociales y una programación digna. Lamentablemente no todos sus conciertos son en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. El Conservatorio Nacional de Música ya no es adecuado para esas presentaciones, muestra muchos problemas de estacionamiento y acceso desde otros puntos de la ciudad.

La radio es un medio de comunicación que permite la difusión de la música. Este año se han consolidado programas como Barroco de dos mundos, bajo la conducción y dirección de Cristina Altamira de Lehnhof y en el jazz, Jorge Sierra. Programas que además de deleitar con la música son educativos y forman nuevos públicos.

El futuro para el arte nacional se vislumbra sin ningún cambio en el horizonte. El inminente nombramiento de una psicóloga como Ministra de Cultura, ya lo dice todo. Estamos como la observadora de la obra de Cattelan.

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