Jorge Carrol
Escritor
Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

Voy escribir sobre Mogador, porque leí y releí y no pocas veces en voz alta, “Quinteto de Mogador”, un libro perturbadoramente hermoso, en el que Alberto Ruy Sánchez, tal como lo señaló Severo Sarduy, hay que aprender a leer y amar el deseo del amor.

Había leído (asombrado por mi desconocimiento de Ruy Sánchez) “Los nombres del aire” a fines del pasado siglo, que ahora integra uno de los cinco libros que forman y conforman el “Quinteto de Mogador”: “Nueve veces el asombro”, “Los hombres del aire”, “En los labios del agua”, “Los jardines secretos de Mogador” y “La mano del fuego”, microcosmos donde late la búsqueda del amor y obviamente, la mujer amada.

“Dicen que la ciudad de Mogador no existe,
que la llevemos dentro”

Y sí, existe, florece como Esauira en la costa atlántica de Marruecos; conocida en el pasado como Mogador, que fue la entrada al paraíso donde escuchaban al amor con los ojos, fenicios, cartagineses, romanos y portugueses, y también por Alberto Ruy Sánchez, que nos dice que Mogador es el nombre de una seductora mujer-puerto, y a la que nunca se la posee completamente y que nació atlántica y muere mediterránea.

Este Quinteto de muchas maneras es una extensión de las mil y una noche de Scheherezade y solo –quizá– Ruy Sánchez, escritor, editor y amante, como un desterrado de Al-Andalus se apoderara de su cuerpo, a la vez africano y americano, en un viaje de asombros de más 820 páginas, vividos más que escritos, durante veintitantos años en los que investigó el deseo de machos y hembras.

Ruy Sánchez –que comenzó a trabajar con el filósofo Gilles Deleuze y trabajó en ese paraíso borgiano que es una biblioteca– asume la importancia que ha tenido en su vida los libros de Lezama Lima y Walter Benjamin.

Pienso que “Quinteto de Mogador” muestra, cuenta y exalta su manera de estar en este mundo, donde la poesía como a muchos de nosotros, nos ayuda a vivir. Me extraña entonces, que mi admirado Alberto Manguel haya escrito estas vacuas palabras (que se leen en la “solapa posterior” de la edición 2015 de Alfaguara), porque “Quinteto” es mucho, mucho más: “Lo erótico en su obra, no es un tema o episodio: es la arcilla de la narración misma. Ya en sus novelas (fantásticas, utópica o de aventuras), ya que en su crítica literaria como en sus crónica de viaje, toda experiencia –banal o extraordinaria- respira a través de lo erótico.”

”Quinteto” es como “Rayuela” (estructura dibujada sobre el tablero de las calles de París) uno de esos libros que seguramente no gustarán a los lectores de best seller, y a los que les aconsejaría, parafraseando a Pierre Lemaitre, que es preferible leer el “Quinteto de Mogador”, antes de ir al psicólogo; aunque es muy posible que Vargas Llosa agregara –como ya lo dijo de los que pretender leer a Marcel Proust–: “No todo el mundo puede leer a Ruy Sánchez. No es elitismo, es realidad y es ensueño”.

“Deseo obstinadamente regresar al fuego de tu cuerpo,
a ese lugar donde el mundo
se me mostró como poema, historia sin final,
goce y búsqueda.”

Cinco círculos, colores o elementos que como el aire, la tierra, el agua, el fuego y el asombro, conforman “Quinteto”. Círculos que son hijos de la incertidumbre y del amor, sobrevividos en tiempos distintos en esos veintitantos años de que hablamos. Ellos son: “Nueve veces el asombro”, “Los nombres del aire”, “En los labios del agua”, “Los jardines de Mogador” y “La mano del fuego”

Gracias a “Quinteto” caminé por la Plaza del Caracol, “corazón palpitante de Mogador”, donde el sol, “según los cálculos de los más antiguos astrónomos africanos” desacelera su paso, y posiblemente por eso, en Mogador el tiempo es líquido.

Gracias a “Quinteto” supe que “un año sí y otro no, las ventanas de Mogador devoran también toda la luz”. Y es que “la Historia de Mogador está escrita en las nubes” que son “al mismo tiempo, escritura del pasado y el presente”.

Y es que en la biblioteca de Mogador “los libros tienen poderes muy extraños y cada vez que se abre un libro […] en algún otro lugar del universo explota una estrella o comienza en el norte de Canadá la extraña migración de doscientos millones de mariposas…”

Gracias a “Quinteto”, también para mí “Mogador fue y es ciudad del deseo”, y cómo no agradecerle a Ruy Sánchez, conocer que los libros “de poesía les brotan manos invisibles que se meten muy a fondo en” nuestros cuerpos mientras los lees.

Temo haber acariciado a Fatma con mis miradas, que posiblemente estaba “tejiendo con impaciencia los manteles del deseo sobre los que su vida estaba siendo servida, comida y derramada”.

“Muerde mis labios / y quédate con ellos
como / los nombres del aire
en los labios del agua”

Gracias a “Quinteto” estoy leyendo a Aziz Al Gazali. Abū Ḥāmid Muḥammad ibn Muḥammad at-Tūsī al-Ghazālī, teólogo, jurista, filósofo y místico de origen persa, que escribió “El resurgimiento de las ciencias religiosa” que es la obra más importante de la espiritualidad islámica y la más leída en el mundo musulmán después del Corán y que yo desconocía.

Leer “Quinteto de Mogador” es vivir página tras página. Es volver a besar las líneas de la palma de una mano. Es asumir que una mujer se meterá en tus sueños como lo hizo conmigo. Y desearás “morder la comisura de tus labios, la parte más fugaz de tu boca, la que sólo con la punta de la lengua podía saber que tenía sabor a sonrisa plena, doble, obstinada, irrepetible.”

Mogador es la ciudad de Aziz Al Gazali, la del Palacio de lo Invisible, donde el poeta Rumi decía que “una buena pluma debe romperse / cuando ha logrado escribir con certeza / la palabra amor”.

Los que lean “Quinteto de Mogador”, del mexicano Alberto Ruy Sánchez, leerán sin duda, un “viaje” amoroso, sobre la mujer, que posiblemente adquirirá una impronta que parecería experimentalista, pero que página tras página, la lectura se convertirá en una luminosa investigación sobre los sentidos. Algo así como los que han leído o lean “El cuarteto de Alejandría”, de Lawrence Durrell, comprenderán que sin duda es, una investigación sobre el amor. Pero además en “Quinteto de Mogador”, hay también en esos libros cuyas historias nueve veces comienzan y recomienzan. Como los “paseos” que por “Fez, la andaluza” nos llevan las crónicas de Enrique Gómez Carrillo o esas calles de Buenos Aires que volvemos a caminar en los “Aguafuertes porteños” de Roberto Arlt.

Ruy Sánchez nos lleva a ver donde no estamos, su prosa es un jardín dentro de otro jardín invisible, donde, el dónde, es posible como los palmares andalusís. Piedra y palma de sueños que saben a nueve bonsáis.

Ruy Sánchez como Henri Michaux es un gran viajero, que entra y sale de Mogador por el jardín de los vientos de sus palabras, a la hora en que el sol toma por sorpresa a los amantes.

“…soy otro a cada instante”

Como Ruy Sánchez “nunca he sabido exactamente en qué consiste la fuerza extra que vuelve cálido un texto”. He leído y releído “El Quinteto” con la misma pasión que encontramos en la vagina de nuestra amada, sea quien sea Ella. Y sugiero su lectura, sin prisa, hasta que asumas que “amar sin ser amado es más duro que desear sin ser deseado”. No tengas prisa, no tienes fecha de llegada a ninguna parte. “Nuestra geografía era (es) la del asombro y nuestro mapa un vocabulario secreto, descifrable sólo paso a paso”. Las murallas de Mogador, la ciudad mujer, la Ciudad del Deseo son visibles solo cuando vuelves a releerlas.

Gracias al “Quinteto” estoy intentando releer (y ojalá lo hagas tú) los libros de Ibn Hazm sobre el amor y los poemas místicos de Ibn Arabí y hasta los de San Juan de la Cruz… porque “Quinteto” es la puerta-llave de espejos que solo reflejan cuando hacemos el amor, pero ¡cuidado!… “nada es lo que aparece”. Ruy Sánchez señala clarividentemente que “un escritor es a veces un animal que crea un espacio sensible a su alrededor, que no se ve pero que es perceptible para los iniciados: para los lectores que se dejan atrapar por el reino de lo invisible.”

Ruy Sánchez escribe (y el “Quinteto” es prueba de ello) para recordar y para olvidar; por placer y por deseo. Escribe por rabia y para ser odiado y se amado más aún, para ser deseado. Escribe para bailar y seducir a su amada, de nuevo y siempre. Escribe para ganar su paraíso. Para viajar.

Ruy Sánchez –sabiamente- escribe cuando no escribe. Es decir, que escribe como ama…

Leer “Quinteto” te enseñará el amor de otra manera, y te recordará al pasar, como quien no quiere la cosa, que Madonna se cambia (en la película “Evita) una extensa gama de zapatos.

Lee “Quinteto de Mogador”;
saboréalo y sentirás que te has alimentado.

Recomiendo, yo que nací bajo la Cruz del Sur, la lectura de “Quinteto de Mogador”, de Alberto Ruy Sánchez, editado por Alfaguara, mucho más que un microcosmos en cuyo centro late la búsqueda del amor. Yo, el que camina desde siempre en busca del amor. Yo que “Soy y no soy lo que veo. Y lo que cuento”, insisto en recomendarte esta aventura que se puede leer a saltos y a ratos. La vida y el amor viven en Mogador.

 

PRESENTACIÓN

Alberto Ruy Sánchez es un peso pesado de la literatura universal.  Más allá de su producción bibliográfica que abarca los géneros de ensayo, poesía, cuento y novela, se trata de un escritor que, explorando los límites de la naturaleza humana, interpreta filosóficamente esa complejidad con el instrumental ofrecido por las letras.  En ese sentido, es un imprescindible para los que aman conocer el sentido de lo humano.

En nuestro artículo central, con el propósito de iniciar a nuestros lectores en este particular pensador mexicano, dimos la palabra a nuestro colaborador, Jorge Carro.  Su texto, centrado en “Quinteto de Mogador”, más allá de centrarse en la obra, valora la sensibilidad del autor, favoreciendo la crítica, pero también induciendo en lo que cree es fundamental en la estética del novelista. Al respecto, nos dice lo siguiente:

«‘Quinteto’ es como ‘Rayuela’ (estructura dibujada sobre el tablero de las calles de París) uno de esos libros que seguramente no gustarán a los lectores de best seller, y a los que les aconsejaría, parafraseando a Pierre Lemaitre, que es preferible leer el ‘Quinteto de Mogador’, antes de ir al psicólogo; aunque es muy posible que Vargas Llosa agregara –como ya lo dijo de los que pretender leer a Marcel Proust-: ‘No todo el mundo puede leer a Ruy Sánchez. No es elitismo, es realidad y es ensueño’». 

Con el texto de Carro, le ofrecemos el estudio crítico que el filósofo Clynton R. López Flores realiza a la obra de Vargas Llosa, “Tiempos recios”.  No es un examen más, sino la aproximación de un académico que, desde la perspectiva Heideggeriana, interpreta la comprensión, valor y alcance, de una novela en permanente debate.  Apoyado también, y no es un dato superfluo, del ensayo de Milán Kundera, Art of the Novel.  Muy recomendado para usted.

Deseamos que nuestra edición sea de su agrado y pueda degustar el contenido que con gusto hemos preparado. Siéntase en confianza de expresar desde nuestra edición digital, no solo los sentimientos generados por las ideas presentadas, sino la crítica que ayude a la comunidad de lectores a comprender mejor las propuestas que el Suplemento ofrece. Hasta la próxima.

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