Catalina Barrios y Barrios
Escritora e Investigadora
Si no tuviera la música, yo no sería escritor, no sería poeta.
Carlos Illescas
José Luis Perdomo Orellana es el único guatemalteco que ha entrevistado a los escritores contemporáneos más importantes del mundo, entre ellos al guatemalteco Carlos Illescas, exiliado en México por motivos políticos.
Por la entrevista del licenciado Perdomo, publicado en Editorial Praxis (2016), Carlos Illescas Hernández (1918 – 1998) nos cuenta que nació en Guatemala cuando sucedió el terremoto, todavía en época de Manuel Estrada Cabrera, por ello desde niño se enfrentó a la muerte, ya por fusilamientos, por tragedias o por desnutrición de la niñez guatemalteca.
Sus primeros recuerdos fueron fúnebres. Por sus vivencias, para Illescas, Guatemala era sinónimo de muerte y de violencia. Sin embargo, tuvo la suerte de nacer en un hogar ejemplar, donde creció rodeado de música. Su madre cantaba, reía y rezaba. Su padre tenía «un tono de voz sensacional». Estudió en el asilo de Santa María.
Muy joven se acercó a los periódicos Nuestro Diario y a El Imparcial. Principió a escribir «poemitas» que leyó Rafael Arévalo Martínez y le aconsejó leer la Biblia. A César Brañas «una inteligencia silenciosa» lo consideró su maestro, él le aconsejó leer a los clásicos españoles y franceses. Lo estimuló también Miguel Marsicovétere y Durán, igual que Enrique Muñoz Meany.
Carlos Illescas perteneció a la generación del 40, de la literatura guatemalteca.
Su padre lo indujo a ser lector de obra literaria. Por su consejo conoció el Paraíso Perdido de Milton, Los Bandidos de Schiller, obras que le leyó a su padre, poco antes de que él falleciera.
A Miguel Ángel Asturias lo conoció como poeta y declamador, a quien le criticaba su Diario del Aire, donde elogiaba al presidente de turno, con Monterroso conversaba frecuentemente, sus conversaciones con él eran como talleres, él le hablaba de El Quijote. Conoció a Manuel Galich. A Flavio Herrera, catedrático de literatura, lo consideraba ubiquista. A Francisco Méndez lo nombraba como un buen poeta. A Carlos Wyld Ospina lo conoció como autor de la novela La Gringa.
Uno de sus hermanos le aconsejaba viajar a París y le ponía como ejemplo a Enrique Gómez Carrillo. Illescas no olvida que en casa de Alaide Foppa conoció a la salvadoreña viuda de Gómez Carrillo y condesa de Saint-Exúpery. Por supuesto, Carlos Illescas no podía dejar de mencionar a Raúl Leiva, autor del Canto a Guatemala, lo muestra como conocedor del inglés, de donde estudió la métrica. De Otto Raúl González, también de la generación del 40, lo recuerda como autor de poesía social. No olvida a Enrique Juárez Toledo, ni a Dagoberto Vázquez, pintor y escultor, ni a Manolo Herrarte, un gran pianista. De Héctor Nery Castañeda aseguraba que era un genio, incomprendido en Guatemala y elogiado en el extranjero.
Entre sus remembranzas, Carlos Illescas menciona a Valverde a quien escuchaba por medio de la marimba. Escuchó la obertura Quiché Vinak de Jesús Castillo. Carlos Illescas Hernández estuvo muy cerca de Luis Cardoza y Aragón, a quien consideró pues lo indujo a escuchar música culta.
En fin, gracias al licenciado en periodismo, ensayista, narrador y editor, José Luis Perdomo Orellana, nos acercamos a Carlos Illescas, Orden Miguel Ángel Asturias por Guatemala, premio Xavier Villaurrutia en México, autor de una obra poética fundamental para las letras latinoamericanas.