Francisco Morales Santos
Poeta

Texto escrito con ocasión del homenaje que le hizo la administración de la Escuela Nacional de Artes Plásticas “Rafael Rodríguez Padilla” (25 de abril de 2018).

Desde el tiempo en que preparaba su primera exposición, que consistió en un conjunto de acuarelas, Isabel Ruiz ya manifestaba su inclinación por los colores vivos, colores que no había que buscar en los maestros europeos sino en la floración del paisaje guatemalteco y los trajes que engalanan a los habitantes originarios por dondequiera que se les vea: Quiché, Cobán, Huehuetenango, Sololá, Quetzaltenango.

Sin embargo, su introspección siempre ha ido de la mano de una reflexión constante acerca de la realidad vivida en esta tierra en el correr del tiempo, por lo que con el paso de los años, todo aquello se transformó en colores grises, de tierra seca, cruces, fechas. No podía ser de otra manera para quien es parte de una generación que vivió entre la esperanza y la frustración, entre el sobresalto y la disposición a la lucha contra la injusticia.

Las acuarelas dejaron de ser para ella una expresión sutil. Sus dibujos, de los que hizo una serie, dominaban los negros y los rojos. Al respecto, el pintor Marco Augusto Quiroa dijo: “La primera impresión al ‘ver’ los dibujos de Isabel Ruiz es de una humanidad palpitante, un afán de decir, de expresar, y a la vez de rebeldía, de franca inconformidad con todo lo que sea moldes y conceptos preestablecidos… Los dibujos de Isabel no son expresión de ‘señorita comodona’ enamorada de floreros coquetos y paisajes de color azucarado”.

Luego vinieron sus grabados producto de hacer la crónica de todos estos años de dolor, muerte y sobrevivencia, en los que más que pulir las planchas de zinc las fue sensibilizando como ojos. Y es que en realidad, los metales de sus grabados “no son lo que parecen; / bajo su frío guardan un sobrecogimiento de masa que se quema”. El grabado fue para ella una pasión desbordante, de manera que cuando los ácidos comenzaron a afectar su salud, optó por trasladar al papel su energía, haciéndole a éste incisiones, veladuras, montajes de diverso tipo, etcétera.

Creo que viene al caso decir que en su quehacer artístico, Isabel Ruiz siempre ha tenido presente la figura de Francisco de Goya y Lucientes, el de las “Pesadillas”, como un guía espiritual (Goya —ha dicho— ha sido para mí como un dios, mi verdadero guía. Después de Goya descubrió al mexicano Francisco Toledo). Esto refrenda su alto grado de conciencia y su conocimiento del arte.

Pero su historia no termina aquí, porque también ha hecho instalaciones, como la serie “Sahumerio”, la serie “Tes-Timonios” (consistente en pañuelos), “Asepsia” (rollos de papel higiénico) y “Crescendo”. A esto se agrega el performance “Matemática sustractiva” (conteo de los muertos por la violencia en el muro externo de la Agencia de Cooperación Española que hasta le valió amenazas).

Doy fe de sus desvelos y de su soñar con los ojos abiertos.

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